sábado, 15 de agosto de 2020

María nos prepara un camino seguro

Un gran signo apareció en el cielo” (Solemnidad de la Asunción de Nuestra Señora, Antífona de entrada). El próximo mes de diciembre comenzaremos a recorrer el año 490 de las apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe, la Mujer vestida de Sol (de Dios, de las realidades divinas), con la luna a sus pies (las realidades temporales). ¿No nos recuerda esto a la profecía de Daniel (9, 24-27)?

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Asunción de la Virgen, de Bartolomé Esteban Murillo (c.1678)

María lleva una corona de doce estrellas para iluminar el camino de la Iglesia. “Concédenos que, aspirando siempre a las realidades divinas lleguemos a participar con ella (María) en su misma gloria”, le pedimos al Señor (Oración Colecta). María esel arca santa que lleva en sí la presencia de Dios, por la fe.

Juan Pablo II, hablando de la “muerte” de María, dice: "Cualquiera que haya sido el hecho orgánico y biológico que, desde el punto de vista físico, le haya producido la muerte, puede decirse que el tránsito de esta vida a la otra fue para María una maduración de la gracia en la gloria, de modo que nunca mejor que en ese caso la muerte pudo concebirse como una 'dormición'" (Catequesis, 25 de junio de 1997).

El deseo de la vida eterna era permanente en la Llena de gracia. Nosotros también podemos desear vivir la Vida de Dios, ya desde ahora. Mientras más intenso sea este deseo, nuestra muerte más se parecerá al tránsito de María a la vida eterna. María es figura de la Iglesia. Es el ejemplo de esperanza segura y el consuelo del pueblo peregrino. Todos somos migrantes hacia nuestra verdadera Patria. Y ella es “solacium migrantium”, descanso de los peregrinos.          

"Terminado el curso de su vida en la tierra -dice el concilio Vaticano II-, fue llevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo y elevada al trono por el Señor como Reina del universo, para ser conformada más plenamente a su Hijo, Señor de los señores (cf. Ap 19, 16) y vencedor del pecado y de la muerte" (Lumen gentium, 59). En la Virgen elevada al cielo contemplamos la coronación de su fe, del camino de fe que ella indica a la Iglesia y a cada uno de nosotros: Aquella que en todo momento acogió la Palabra de Dios, fue elevada al cielo, es decir, fue acogida ella misma por el Hijo, en la "morada" que nos ha preparado con su muerte y resurrección (cf. Jn 14, 2-3).

Corazón dulcísimo de María, prepáranos un camino seguro. Que por la intercesión de la Bienaventurada Virgen María, tengamos buen viaje; qué es Señor esté en nuestro camino y que sus ángeles nos acompañen. 

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