La Segunda Carta de San Pablo a
los Tesalonicenses busca tranquilizar a los cristianos de esa ciudad de Macedonia
sobre la Segunda Venida de Cristo.
En la Primera Carta, el apóstol de las gentes les había aconsejado que
estuvieran vigilantes porque el Señor viene. Los habitantes de Tesalónica
pensaron que la venida de Cristo en la gloria era inminente. Por eso San Pablo
les aclara, en esta segunda carta, que no
sabemos cuándo vendrá el Señor y que, lo más prudente, es estar siempre preparados, sin alarmarse
o cambiar de estilo de vida.
Miguel Ángel (1475-1564). El Juicio Final. Capilla Sixtina. |
Muchos de los primeros Padres de la Iglesia, tuvieron el presentimiento
de que la venida de Cristo no tardaría
mucho. A lo largo de la historia de la Iglesia, ha habido momentos de
inquietud; por ejemplo, en torno al año mil.
También en nuestra época, no faltan hermanos nuestros que anuncian la
inminencia del retorno del Señor. Muchos estudian las Sagradas Escrituras, las
señales de las estrellas (como los Reyes Magos) y los mensajes del Cielo que
reciben a diario muchos hombres y mujeres, en todo el mundo, en el último
siglo.
¿Qué podemos decir de todo esto? ¿Qué
lección podemos sacar de las Cartas
a los Tesalonicenses y de los demás escritos del Antiguo y del Nuevo
Testamento que nos anuncian la venida de Cristo al final de los tiempos, para
juzgar a vivos y a muertos, y la vida del mundo futuro?
Me parece que, lo más seguro, es
acudir al Catecismo de la Iglesia Católica que, entre otras cosas (cfr. nn.
668-682), nos dice lo siguiente: «los cristianos piden, sobre todo en la Eucaristía (cf. 1 Co 11, 26), que se apresure el
retorno de Cristo (cf. 2 P 3,
11-12) cuando suplican: "Ven, Señor Jesús" (Ap 22, 20; cf. 1
Co 16, 22; Ap 22,
17-20)» (n. 671).
Además, «desde la Ascensión, el advenimiento de Cristo en la gloria es inminente
(cf Ap 22, 20) aun
cuando a nosotros no nos "toca
conocer el tiempo y el momento que ha fijado el Padre con su
autoridad" (Hch 1, 7;
cf. Mc 13, 32). Este
acontecimiento escatológico se puede cumplir en cualquier momento (cf. Mt 24, 44: 1 Ts 5, 2), aunque tal
acontecimiento y la prueba final que le ha de preceder estén
"retenidos" en las manos de Dios (cf. 2 Ts 2, 3-12)» (n. 673).
¿Estamos ya en la prueba final? Muchos piensan que sí. De cualquier manera, sabemos que el triunfo de Cristo es seguro. María, Reina de la paz, nos ayudará a vivir vigilantes y serenos: abandonados plenamente en el designio de Dios.
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