jueves, 13 de agosto de 2020

San Hipólito y las armas mexicanas

La memoria de los Santos Hipólito y Ponciano (13 de agosto; ver breve biografía) nos recuerda que estos santos, fallecidos juntos en las minas de Cerdeña, Italia, el año de 235, son patronos de la Ciudad de México, porque ese día, en 1521, tuvo lugar la toma de Tenochtitlán. Durante casi tres siglos (hasta 1812) se celebraba la fiesta y procesión del Pendón, desde el Zócalo a la actual iglesia de San Hipólito, por la Calle de Tacuba.

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San Hipólito y las armas mexicanas. Anonimo novohispano, 1764. Museo Franz Mayer.

Algunos, quizá, no celebrarán este aniversario. Les parecerá que fue una intromisión injusta de los españoles. Otro, en cambio, verán este hecho histórico como parte de la Providencia de Dios, que quiso la conversión de México y la aparición de Nuestra Señora de Guadalupe, diez años después, para confirmar la fe de los naturales de estas tierras.

Cuando nuestras “rebeldías” llegan a un límite, Dios envía a sus profetas para que podamos “ver con nuestros ojos y oír con nuestros oídos” la verdad (cfr. Ez 12, 1.12), y salgamos de nuestros errores. Jesús aconseja a sus discípulos practicar la corrección fraterna para librar del pecado a nuestros hermanos.

Es cierto que muchas veces, los hombres no sabemos amar como el Señor. Somos bruscos, intransigentes, violentos y poco respetuosos. La historia de la Iglesia y de la humanidad, está llena de sucesos que ahora reprobamos. Sin embargo, no podemos olvidar dos cosas fundamentales: 1) que no somos perfectos, y estamos llenos de fragilidad y 2) que las acciones humanas han de juzgarse siempre en su contexto (histórico, cultural, etc.).

Hoy podemos pedir al Espíritu Santo que nos haga hombres y mujeres prudentes y sabios; que sepamos discernir todos los sucesos con una mirada llena de humanidad y también de fe. Así seremos personas que evitan los extremismos, se alejan de los juicios duros, y buscan permanecer en la verdad de lo que es inmutable, según la naturaleza humana y los designios de Dios. Actuaremos con mesura, y nuestras acciones y consejos serán acertados, y servirán de consuelo y orientación a muchos.

Finalmente, no olvidemos el consejo del Señor: perdonar (cfr. Mt 18, 21 – 19, 1), que significa no juzgar apresuradamente, no descartar la buena intención de las personas, comprender las circunstancias que las acompañan y no perder la unidad entre nosotros sino, más bien, ser instrumentos de unidad ahí donde estemos, como lo fueron Hipólito y Ponciano, unidos en el martirio. 

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