martes, 11 de agosto de 2020

La predilección de Jesús por los pequeños

 Las palabras de Dios son dulces como la miel (cfr. Ez 2,8 - 3,4). Son nuestro alimento espiritual diario. El Señor nos pide no ser hijos rebeldes, sino dóciles. Como un niño que acepta sin protestar la comida que le dan sus padres.

Fresco de Santa Clara y las hermanas clarisas, Iglesia de San Damián

Nosotros no somos niños, pero sí podemos ser “los pequeños” del Evangelio. ¿Quiénes son los pequeños del Reino, de los que habla Jesús? Los pobres, los enfermos, los pecadores, los niños, los débiles, los humildes, los sencillos. Los pequeños son quienes caen, pero vuelven a levantarse, con la gracia de Dios.

La escritora Hellen Keller (1880-1968), que de los 19 meses de edad no podía ver ni oír, refería estas palabras de Anne Sullivan, su institutriz: «“Pase lo que pase —solía decirme—, siempre comienza de nuevo. Cada vez que fracases, vuelve a comenzar, y así te fortalecerás hasta alcanzar tu propósito. Quizá no sea el que te habías propuesto en un principio, pero el que logres alcanzar te colmará de satisfacción”. ¿Y quién podrá contar las innumerables veces que ella intentó hacer algo por mí y fracasó y, al fin, triunfó?» (Selecciones, julio de 1956).

Los pequeños se saben débiles. No buscan sobresalir porque saben que no pueden hacer nada por sí mismos, y se contentan con lo que se les da: les basta el Don de Dios. No se sienten con derechos, sino insignificantes.

Pero, los que son verdaderamente pequeños, según el Evangelio, también son fuertes, con una fortaleza que es prestada. Es de Dios. Se sienten responsables de la misión recibida y se esfuerzan por ser fieles a ella, pero porque están seguros de que el Señor siempre está a su lado. Son instrumentos de su gracia.

No les importa valer poco, saberse pobres vasijas de barro que llevan grandes tesoros (cfr. 2 Cor 4, 7), pues somos hijos de Dios; aunque seamos pecadores que vivimos entre pecadores, luchamos por no serlo. Confiamos en la infinita misericordia de Dios que nos trata como niños pequeños; como la oveja perdida a la que busca con solicitud. Lo único que el Señor desea es que confiemos en Él y tratemos de vivir cómo Él nos pide: que cada uno permanezca en la vocación en la que ha sido llamado (cfr. 1 Cor 7, 20).

 Jesús tiene predilección por los pequeños: “el Padre celestial no quiere que se pierda ni uno solo de estos pequeños” (Mt 18, 14). Esos mismos sentimientos los tuvieron los santos, como Santa Clara de Asís (1194-1253).

No hay comentarios:

Publicar un comentario