viernes, 25 de junio de 2021

Jesús, fuente de Vida

Antes de comenzar nuestra reflexión de esta semana, informo a nuestros lectores que, en principio, por diversas circunstancias personales, dejaremos de publicar «posts» en este blog durante el verano. Si Dios quiere, volveremos a escribir a partir del próximo mes de octubre.

Curación de la hemorroisa (fresco en las 
Catacumbas de Marcelino y Pedro, Roma)

El texto de la Primera Lectura (Sab 1, 13-15; 2, 23-24) del Domingo XIII del Tiempo Ordinario ilumina el texto del Evangelio (Mc 5, 21-43). 

«Dios no hizo la muerte, ni se recrea en la destrucción de los vivientes. Todo lo creó para que subsistiera. Las creaturas del mundo son saludables; no hay en ellas veneno mortal. Dios creó al hombre para que nunca muriera, porque lo hizo a imagen y semejanza de sí mismo; mas por envidia del diablo entró la muerte en el mundo y la experimentan quienes le pertenecen» (Primera Lectura).  

Dios es Dios de vivos, no de muertos. Él desea la Vida. Envió a su Hijo para darnos Vida, y Vida en abundancia. Jesucristo ha vencido la muerte, porque es el Autor de la Vida. Con su Pasión, Muerte, Resurrección y Ascensión al Cielo, Jesús hizo posible que todos los hombres podamos participar de su Vida, que es la Vida eterna. 

San Marcos nos relata en el Evangelio de la Misa dos milagros del Señor. El primero tiene que ver con la vida, porque la mujer que «padecía flujo de sangre desde hacía doce años; había sufrido mucho a manos de los médicos y había gastado en eso toda su fortuna, pero en vez de mejorar, había empeorado»; esa mujer, realmente estaba «muerta», pues para una hebrea, la esterilidad o el simple hecho de no tener descendencia equivalía a una muerte prematura. Como dijo Raquel, “dame hijos o me muero" (Gen 30, 1). 

El segundo milagro es más impresionante. Es la primera vez, en el Evangelio, que Jesús resucita a uno que ah muerto. Jairo acude a Jesús para pedir que cure a su hija enferma pero, mientras van de camino, le avisan que ha muerto. Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: “No temas, basta que tengas fe”. 

Hay dos rasgos comunes entre los dos milagros. Tanto la hemorroisa como Jairo tiene conciencia del mal que les aqueja y, además, tienen confianza, fe, en que Jesús puede aliviarlo. 

El Papa Francisco señala estas dos características necesarias para obtener la Vida: 

«Para tener acceso a su corazón, al corazón de Jesús hay un solo requisito: sentirse necesitado de curación y confiarse a Él. Yo os pregunto: ¿Cada uno de vosotros se siente necesitado de curación? ¿De cualquier cosa, de cualquier pecado, de cualquier problema? Y, si siente esto, ¿tiene fe en Jesús? Son dos los requisitos para ser sanados, para tener acceso a su corazón: sentirse necesitados de curación y confiarse a Él» (Papa Francisco, 1-VII-2018).

No es muy difícil lo que nos pide Dios: ver y querer. Ver nuestra miseria y querer que Dios la cure. Pero, con frecuencia, puede suceder que nos falte el primer requisito: que no reconozcamos nuestros pecados. A veces, no acabamos de ver claro porque nos hace falta un querer más firme. Otras veces, el ruido externo o interno nos aturde (como sucedía en el caso de los dos personajes del Evangelio a quienes los demás los distraían de lo que quería hacer Jesús con ellos).

Si vemos claramente que necesitamos la ayuda del Señor, será más fácil acudir a Él, conocer que sólo en Él está la salvación, y ponernos en sus manos para que nos devuelva la Vida que hemos perdido. Escuchemos unas recientes palabras del tercer sucesor de San Josemaría Escrivá de Balaguer (mañana, 26 de junio, celebramos su fiesta).

«Entonces, como el ciego Bartimeo, imploremos: “−Señor, que vea” (Mc 10,51). Y añadamos: −Señor, que te quiera ver; que te escuche, que te quiera escuchar… para poder repetir cientos de veces, a lo largo de la jornada, la potente afirmación de María: “Hágase en mí según tu palabra”» (Fernando Ocáriz, A la luz del Evangelio, p. 22, Madrid 2020). 

viernes, 18 de junio de 2021

Despertar nuestra fe

Conchita escribió en su diario: «El mayor acontecimiento de mi vida fue el 18 de junio de 1961, en San Sebastián». Fue la primera aparición que tuvieron las niñas de Garabandal. Vieron por primera vez al "Ángel", que luego les anunciaría la primera aparición de la Virgen, para el siguiente 2 de julio. Hoy se cumplen 60 años de ese acontecimiento y damos gracias a Dios, porque ha despertado nuestra fe a través de este gran don de Dios para la Iglesia y para el mundo.

Rembrand, La tormenta
en el mar de Galilea (1633)
 

La escena que narra San Marcos en el evangelio del próximo domingo, XII durante el año, tiene lugar al atardecer (cfr. Mc 4, 35-41). También la relatan los evangelios de Mateo y Lucas. Jesús había estado en Cafarnaúm predicando alguna de sus parábolas a una gran muchedumbre. El Señor pide a sus discípulos que se dirijan a la otra orilla del Lago, a la tierra de Gerasa, donde tendrá lugar la expulsión de los demonios de un pobre infeliz, y su envío a los dos mil cerdos que se precipitan en el mar.

Después de un duro día de trabajo (quizá el mismo en que curó a la suegra de Pedro; un sábado en el que había asistido a la sinagoga y, por la tarde, había puesto sus manos sobre muchos para curarlos…; cfr. Mt 8, 23-27), Jesús está cansado y, al poco tiempo de embarcarse, se queda dormido en la popa de la barca, sobre un cabezal.

Pero, de manera inesperada para los apóstoles, algunos de los cuales eran expertos marineros en aquel Lago, se levanta una tempestad con viento fuerte y olas que comienzan a llenar la barca de agua, con peligro de hundirse. 

San Agustín, comentando este pasaje, pone en relación el sueño de Jesús con el adormecimiento de la fe de los apóstoles, y de la nuestra. 

«Cristiano, en tu nave duerme Cristo: despiértalo; dará orden a las tempestades para que todo recobre la calma. (…). Por eso fluctúas: porque Cristo está dormido, es decir, no logras vencer aquellos deseos que se levantan con el soplo de los que persuaden al mal, porque tu fe está dormida. ¿Qué significa que tu fe está dormida? Que te olvidaste de ella. ¿Qué es despertar a Cristo? Despertar la fe, recordar lo que has creído. Haz memoria pues de tu fe, despierta a Cristo. Tu misma fe dará órdenes a las olas que te turban y a los vientos de quienes te persuaden al mal y al instante desaparecerán» (S. Agustín, Sermones 361,7).

Cristo increpa al viento y al mar, y sobreviene una gran calma tranquilitas magna»). Si Cristo está despierto en nuestra alma, todo es calma. Pero, ¡qué poca calma hay en nuestro mundo!; ¡cuántas fluctuaciones, dudas, confusiones que perturban las almas!  

Es necesario despertar nuestra fe, recordar lo que hemos creído. Muchas veces eso es lo que hace falta: hacer memoria, repasar lo que ha sido fundamento de nuestra vida, lo que proporciona la seguridad y la calma en esta noche de tormenta que vivimos.

La memoria de nuestra fe está en el viejo Catecismo (que no es tan viejo porque se publicó en 1992). Así hacemos que Cristo esté despierto en nuestra vida y en la de que quienes nos rodean. Es una magnifica lectura espiritual. Leer y releer cada uno de los puntos del Catecismo nos encenderá la fe, mantendrá a Cristo despierto en nuestra alma y crecerá la tranquilidad y la paz de nuestra vida. 

María, nuestra Madre, es vida, dulzura y esperanza nuestra, porque se encarga de que Cristo siempre este despierto en cada uno.  


viernes, 11 de junio de 2021

Los proyectos del Corazón de Jesús

Ocho días después de la Solemnidad del Corpus Christi, celebramos la del Sagrado Corazón de Jesús. Ambas fiestas están íntimamente unidas porque, en la Eucaristía está el Corazón de Jesús y, encontramos al Corazón de Jesús en la Eucaristía. 

Pintura de Miguel Cabrera (1695-1768)

En Lanciano, Italia, un monje del siglo VIII, durante la celebración de la Santa Misa, dudó de la presencia real de Cristo. Vio que la Sagrada Hostia se transformaba en carne humana y el vino en sangre, que luego se coaguló. Estas reliquias se conservan en la catedral. En 1970 se decidió someterlas a examen científico y se comprobó que la carne es tejido muscular del corazón (endocardio, miocardio, nervio vago, ventrículo izquierdo). En 1973 la OMS, después de 15 meses de estudio, confirmó las investigaciones de 1970.  

En en Sacramento de la Eucaristía, «vi verborum» (por la fuerza de las palabras de la Consagración) está Jesucristo Resucitado, glorioso; con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. Y, por concomitancia, está también el Padre y el Espíritu Santo: la Santísima Trinidad, Dios Uno y Trino.

El centro de la persona es el corazón.

«El corazón es la morada donde yo estoy, o donde yo habito (según la expresión semítica o bíblica: donde yo “me adentro”). Es nuestro centro escondido, inaprensible, ni por nuestra razón ni por la de nadie; sólo el Espíritu de Dios puede sondearlo y conocerlo. Es el lugar de la decisión, en lo más profundo de nuestras tendencias psíquicas. Es el lugar de la verdad, allí donde elegimos entre la vida y la muerte. Es el lugar del encuentro, ya que a imagen de Dios, vivimos en relación: es el lugar de la Alianza» (Catecismo de la Iglesia Católica, 2563).

«En la Biblia el corazón es el centro del hombre, donde se entrelazan todas sus dimensiones: el cuerpo y el espíritu, la interioridad de la persona y su apertura al mundo y a los otros, el entendimiento, la voluntad, la afectividad. Pues bien, si el corazón es capaz de mantener unidas estas dimensiones es porque en él es donde nos abrimos a la verdad y al amor, y dejamos que nos toquen y nos transformen en lo más hondo» (Francisco, Enc. Lumen fidei, 26).

Es importante, al acercarnos a Jesús, dirigirnos directamente a su Corazón, al centro de su Persona, que es Divina, pero en una naturaleza humana. El Corazón de Cristo es divino y humano. En Él estás también sus sentimientos. 

En la Antífona de entrada, afirmamos: “Los proyectos de su corazón subsisten de generación en generación, para librar de la muerte la vida de sus fieles y reanimarlos en tiempo de hambre”. 

¿Cuáles son los proyectos del Corazón de Cristo? Son siempre los mismos: «subsisten de generación en generación». Pero también podemos decir que se van adaptando a las necesidades históricas de los hombres: ahora, en un «tiempo de hambre» de Dios, buscan liberarnos de la muerte y darnos Vida.

«Estamos llamados a contribuir, con iniciativa y espontaneidad, a mejorar el mundo y la cultura de nuestro tiempo, de modo que se abran a los planes de Dios para la humanidadcogitationes cordis eius, los proyectos de su corazón, que se mantienen de generación en generación (Sal 33 [32] 11)» (Mons. Fernando Ocáriz, Carta pastoral del 14-II-2017, n. 8).

Un aspecto importante de la devoción al Corazón de Jesús es el desagravio, la reparación por los pecados de los hombres que han herido tanto su Corazón amante. 

El Corazón de Cristo es un corazón traspasado, herido, dolorido, pisoteado, ultrajado, vilipendiado, olvidado y humillado por todos, Varón de Dolores. El Corazón de Jesús se consume, porque el Amor no es amado. Olvidado en el oscuro rincón de nuestro Templo, desfallece el Alma de Cristo: muere de Amor. Manifestemos nuestro amor a Jesús acompañándolo, con nuestro amor, en todos los sagrarios del mundo.

Los proyectos del Corazón de Cristo son de paz y de amor. Corazón Sacratísimo de Jesús, danos la paz.  

jueves, 3 de junio de 2021

Textos para meditar en la Eucaristía

La Solemnidad de Corpus Christi y la octava que podemos celebrar hasta la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, son una ocasión única, durante el Año Litúrgico, para manifestar nuestro Amor a Jesús, en el Sacramento de la Eucaristía.

La defensa de la Eucaristía (Arte Cuzqueño)

Una forma de hacerlo es hacer oración con los escritos de la Sagrada Escritura, de los Padres de la Iglesia, del Magisterio pontificio reciente y de los santos. A continuación transcribimos diez textos que nos han parecido especialmente apropiados para meditar despacio, en silencio.


1. «El ángel de Yavé vino...y le tocó [al profeta Elías], diciendo: levántate y come, porque el camino es demasiado largo para ti. Levantose pues, y después de haber comido y bebido, y confortado con aquella comida, camino 40 días y 40 noches hasta el Horeb, el monte de Dios (3 Re 19, 7-8)». Figura de la Eucaristía. 

2. «Son mis delicias estar con los hijos de los hombres» (Prov 8,31).  Hemos de agradecer el inmenso  don-misterio de la Eucaristía.

3. «Así como el pan que procede de la tierra, recibiendo la invocación  de Dios, ya no es un  pan corriente,  sino Eucaristía..., así también nuestros cuerpos  recibiendo la Eucaristía ya no son corruptibles; tienen esperanza de la resurrección» (S. Ireneo de Lyon, Adversus haereses, PG 7 y 1027)».

3. «La adoración es la acción... de humillar nuestro espíritu ante el "Rey de la gloria" (Sal 24,9-10) y el silencio respetuoso en la presencia de Dios "siempre mayor" (S. AGUSTÍN, Sal 62,16). La adoración de Dios tres veces santo y soberanamente amable nos llena de humildad y da seguridad a nuestras súplicas» (Catecismo de la Iglesia Católica, 2628).

4. «La Iglesia vive de la Eucaristía. Esta verdad no expresa solamente una experiencia cotidiana de fe, sino que encierra en síntesis el núcleo del misterio de la Iglesia. Ésta experimenta con alegría cómo se realiza continuamente, en múltiples formas, la promesa del Señor: «He aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20); en la sagrada Eucaristía, por la transformación del pan y el vino en el cuerpo y en la sangre del Señor, se alegra de esta presencia con una intensidad única. Desde que, en Pentecostés, la Iglesia, Pueblo de la Nueva Alianza, ha empezado su peregrinación hacia la patria celeste, este divino Sacramento ha marcado sus días, llenándolos de confiada esperanza» (San Juan Pablo II, Ecclesia de Eucharistia, n. 1).

5. «Buscando por encima de todo agradar a Dios Nuestro Señor, es como mejor serviremos a los hombres» (San Josemaría). La Eucaristía es la «corriente trinitaria de amor por los hombres» (ibidem).

6. «Pues si cuando andaba en el mundo de solo tocar sus ropas sanaban los enfermos, ¿que hay que dudar que hará milagros estando tan dentro de mí, si tenemos fe viva, y nos dará lo que le pidiéremos pues está en nuestra casa?» (Sta. Teresa, Camino de perfección).

7. «Acércate a la comunión —dice San Buenaventura— aun cuando te sientas tibio, fiándolo todo de la misericordia divina, porque cuanto más enfermo se haga uno, tanto mayor necesidad tiene del médico». 

8. El Señor dijo en cierta ocasión a Santa Matilde: «Cuando te acerques a comulgar, desea tener en tu corazón todo el amor que se puede encerrar en él, que yo te lo recibiré como tú quisieras que fuese» (S. Alfonso, Práctica del amor a Jesucristo, p. 41).

9. «Celebra hoy la santa madre Iglesia fiesta del Santísimo Sacramento del Altar,  en el cual está verdaderamente el cuerpo de nuestro Salvador para gloria  de la Iglesia y honra del mundo,  para  compañía de nuestra peregrinación, para alegría de  nuestro destierro, para consolación de nuestros trabajos, para medicina de nuestras enfermedades,  para  sustento de nuestras vidas.  Y porque estas mercedes son  tan grandes, es muy alegre y grande  la fiesta que hoy hace la Iglesia» (Fray Luis de Granada, Trece sermones).

10. «Cuando se comulga —decía el Santo Cura—  se siente algo extraordinario..., un gozo..., una suavidad..., un bienestar que corre por todo el cuerpo... y lo conmueve. No podemos menos de decir con San Juan: ¡Es el Señor!... ¡Oh Dios mío! ¡Qué alegría para un cristiano, cuando al levantarse de la sagrada Mesa se lleva consigo todo el cielo en el corazón!» (Trochu, El cura de Ars, p. 55).