sábado, 28 de diciembre de 2019

El cambio de los corazones


Estamos a punto de comenzar un año nuevo y un período nuevo de la historia: los años 20’s del sigo XXI. En el siglo XX se denominó a esta época “los fabulosos veintes”. Había terminado la Primera Guerra Mundial y comenzaba una época de esperanza.    

Fra Angelico. La huida a Egipto (1451-52)

 Ahora, cien años después, nosotros también comenzamos los años 20’s con una nueva esperanza: la de querer vivir en la Voluntad de Dios cada vez más.

Hace 7 años (en 2013) comenzamos este blog que con este post llega a los 500. Durante el año 2020 es muy probable que aparezcan menos posts en el blog. En principio no saldrán todos los sábados, como ha sucedido hasta ahora, sino quizá con una frecuencia menor y posiblemente más breves. Nos queremos poner en las manos del Espíritu Santo que nos irá sugiriendo lo que debemos escribir, sin programar de antemano nuestro trabajo. Los acontecimientos en el mundo y en la Iglesia, los sucesos personales, las reflexiones y la oración en silencio, delante de la Eucaristía, nos irán marcando el camino.

En éste último post de 2019 nos centraremos en una idea: la necesidad de pedir al Señor que nos cambie los corazones para prepararnos a comenzar la Nueva Época que ya está muy cercana. Conchita de Garabandal, que cumplirá 71 años de edad en pocas semanas, presenciará el Aviso y el Milagro, que marcarán la proximidad de la Segunda Venida del Señor y del inicio del Reino Eucarístico. Pero hace falta prepararnos para esos acontecimientos.         

Quisiéramos que, en este Tiempo de Navidad,  el Amor de Dios transforme nuestros corazones para que no tengamos otra libertad más que la de amar a Dios. Quisiéramos que el Amor de Dios esté presente en nuestras mentes, nuestras palabras, nuestros corazones, nuestra vida entera, de modo que ya no vivamos nosotros, sino Cristo en nosotros (cfr. Gal 2, 20). Mañana lo pediremos, con esperanza, a la Sagrada Familia, Jesús, María y José, en la Solemnidad que celebraremos. La Iglesia es una Familia: la Familia de los hijos de Dios. Una Familia que sufre la tribulación (ver imagen de la “Huida a Egipto”), pero está llena de esperanza.    

Su esperanza está centrada en Cristo. ¿Qué esperamos? Siempre a Jesús, que viene. Vino hace 20 siglos, vendrá con gloria pronto, en su Segunda Venida. Y, además, viene cada día a visitarnos: está con nosotros; es el Emmanuel, Dios con nosotros, principalmente en la Eucaristía.

¿A qué viene Jesús? A salvarnos (Jesús = “Dios salva”). ¿De qué? De la muerte, del demonio, del pecado. Ha venido y viene al mundo “propter nos homines et propter nostram salutem”, “por nosotros y por nuestra salvación”. Pero nos salva con su Amor que llena toda nuestra persona porque “vino a los suyos y los suyos no le recibieron. Pero a los que le recibieron les dio el poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre” (Jn 1, 11-12).

Vivir en la Voluntad de Dios (ver últimos 12 posts de este blog) es vivir sintiéndonos y siendo hijos de Dios con todas sus consecuencias. Con la gracia de Dios ya podemos vivir así en esta tierra, pero podemos ir creciendo cada vez más en esta nueva vida si somos “Almas de Eucaristía” (San Josemaría Escrivá de Balaguer), si nos convertimos en una Eucaristía viviente porque dejamos que el Amor Eucarístico del Señor llene por completo nuestros corazones.

Marga, de la cual hemos transcrito en este blog muchos de los mensajes que ha recibido, nos ha hecho llegar a través del blog de la VDCJ un mensaje del 19 de diciembre de 2019 (ver mensaje). Tiene un título muy sugestivo: “El cambio de los corazones”. ¿Por qué? Porque eso es lo que hace falta para que podamos llegar a vivir la Voluntad de Dios en plenitud.

Veamos lo que nos dice la Virgen a través de esta madre de familia que tantas gracias ha recibido de Dios y es un instrumento fiel para trasmitir lo que Él y Nuestra Señora quieren que sepamos , meditamos y lo hagamos vida, en estos momentos tan importantes para la humanidad.

El “Centro” que se menciona en el mensaje es el “Centro de Espiritualidad Bethlehem” que se ha abierto recientemente (ver información sobre el Centro). Está en la Calle Tajuña esquina a la Calle Adaja, Colmenarejo, Madrid. El Señor lo pidió a Marga para difundir los mensajes de la Verdadera Devoción al Corazón de Jesús.    

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Mensaje de la Virgen María del 19-12-2019. El cambio de los corazones

En el Centro. Ante la Virgen Peregrina de Fátima 11,50h

Amada, no valgo nada, pero tú, oh Señora, me inspirarás qué decir hoy.

Virgen

Marga querida, antes hablemos tú y Yo.

Claro. Gracias, Mamá.


Esto es un Centro para el Corazón de Jesús, un “Centro de Amor”, de regalo a Jesús, como os ha gustado decir.

Pero también es una Casa para ti, donde el Señor te alberga a ti y a tu familia, y te protege de la debacle que se os viene encima a todos, a toda la Humanidad.

Tú no sales de tu asombro al estar viviendo aquí con los tuyos y así. Harás de esta Casa un lugar acogedor para los tuyos, sus amigos y para la Fundación y sus allegados. Así como para toda la gente de buena voluntad que se quiera unir o valer de tu Obra.

¡Asombrarás a tantos!

Diles hoy, quiero que les digas que no estamos nosotros para pesimismos y desesperanzas, para agoreros y cosas negativas. ¡Estamos los cristianos en el mundo de hoy para llenarlo de esperanza!

¡Nace Enmanuel! “Dios con nosotros”, y llena al mundo de sentido y de alegría de vivir.

Esperáis ahora su Segunda Venida. Pero para ello debe encontrar al mundo preparado. ¿Están preparados?

¿Estáis preparados? ¿No estáis más bien preocupados de todas las materialidades? ¿Habéis hecho un cambio de corazón?

Los corazones deben estar muy cambiados para su Venida.

Es momento de enderezar las sendas [Nota 2: Cfr. Is 40,3; Mc 1,3] y hacer un cambio personal hacia la conversión.

¿Es vuestro corazón un corazón pesimista que no vive la Alegría de su Nacimiento y su Venida?

¿Es vuestro corazón un corazón que nada en el rencor sin arrancárselo de sí, que recuerda continuamente las afrentas del hermano, que no perdona, no ama y no devuelve bien por mal? [Nota 3: Cfr. Rm 12,21].

¿Es vuestra vida una vida ociosa, que se dedica a pensar en sí mismo y no trabaja para acercar el Reino de Dios a las gentes?

Queridos, tenéis que convertiros, y convertiros primeramente vosotros, que sois los que estáis Conmigo y con Jesús, y sois los que buscáis mis Palabras. Si no las buscáis para convertiros, decidme para qué las buscáis.

El cambio de los corazones del mundo pasa por un cambio: primero de vuestros corazones.

Cuando el mundo vea cómo os habéis convertido y el amor que emana de vosotros, querrá igualmente buscar conversión. No antes. No antes.

Si no les lleváis vosotros el Anuncio del Enmanuel entre vosotros, decidme quién lo hará.

Y si no lo conocen, no podrán convertirse.

Y si no se convierten, no podrá venir a vosotros el Reino de Dios.

Es tiempo de conversión.

Es tiempo de preparar su Venida.

Es tiempo de preparar los corazones, empezando por el propio vuestro.

Es tiempo de anunciar al mundo la salvación.

Así podrá venir a Reinar. No antes.

Os necesita a vosotros, pequeño rebañito disperso.

Congregaos, congregaos alrededor de una Madre, María, la Madre de la Humanidad, la Madre de todos vosotros.

Para eso Yo suscito -dice el Señor- Centros como éste. Centros de Oración y Transformación. Centros donde mis ovejitas se congregan y se preparan para ser audaces guerreros por mi Reino.

Centros donde vienen a recibir las instrucciones de María, Madre de la Humanidad.

Centros donde Ella les prepara, como miembros congregados y unidos de su Ejército.

Ésta es mi primera instrucción para vosotros: [Nota 4: “Se supone que quiere decir que es la primera instrucción para todos, dada en el Centro”]. Quiero convertir los corazones del mundo al Corazón de Dios, y primero debéis empezar por convertir el vuestro.

He dicho, de parte de Dios.

Éste es el Tiempo de la Preparación.

Éste es el Tiempo de la Conversión.

Amén.

Gracias por haber respondido a mi Llamada.

(Esta frase abarca un agradecimiento más completo que lo escrito. Es un agradecimiento de la Virgen por nuestra actitud de escucha a Dios, de poner en práctica sus órdenes. Nuestra actitud de conversión).

¡Feliz 2020!


sábado, 21 de diciembre de 2019

Vivir en la Voluntad de Dios (12)


En este último post sobre “Vivir en la Voluntad”, terminamos de estudiar el tema en las enseñanzas de San Josemaría Escrivá de Balaguer. Lo hemos analizado en Camino y en el estudio complexivo de E. Burkhart y J. López.     

Antoniazzo Romano. Natividad con los santos Lorenzo y Andrés (1480-1485)

En esta ocasión continuamos con la última parte del apartado “Amar a Dios y cumplir su voluntad” (cfr. E. Burkhard y J. López, Vida cotidiana y santidad en la enseñanza de San Josemaría. Estudio de teología espiritual, 1ª Parte, 2° Capítulo, 2° Apartado). Efectivamente, los autores de este estudio, después de analizar en qué consiste “amar a Dios” (amar su Voluntad) dedican una segunda parte a estudiar qué significa “cumplir su Voluntad”.

El comentario a las palabras del Señor: "No todo el que me dice: "Señor, Señor", entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos" (Mt 7, 21), es el siguiente:

“Tu clamar "¡Señor!, ¡Señor!" ha de ir unido, de mil formas diversas en la jornada, al deseo y al esfuerzo eficaz de cumplir la Voluntad de Dios” (Forja, 358).

En el estudio de E. Burkhard y J. López, se desarrolla este tema en dos secciones tituladas: 1ª) “Obras son amores” y 2ª) “Descubrir y realizar la Voluntad de Dios”.

San Josemaría con frecuencia se refería al siguiente texto de San Juan: "No amemos de palabra ni con la boca, sino con obras y de verdad" (1 Jn 3, 18). Además, en un momento de su vida, cuando era Rector del Patronato de Santa Isabel, en Madrid, e iba a dar la Comunión a las religiosas del convento anejo, tuvo una locución intelectual en la que el Señor le decía (como respuesta a lo que expresaba en su interior: “te amo más que estas”): “Obras son amores, y no buenas razones”. Es decir, los buenos deseos se han de traducir en obras concretas de amor.   

Pero “cumplir la Voluntad de Dios” requiere hacer aquello “por amor de Dios”. “No está la santidad en el mucho hacer, sino en el amar mucho” (Amigos de Dios, 6).

“El cumplimiento glorificador de la Voluntad divina comprende, pues, dos aspectos: por una parte, querer la Voluntad de Dios "sea la que sea", por amor suyo, como ya se ha comentado; y por otra, querer cumplir la Voluntad de Dios "concretamente manifestada a cada uno", poniendo los medios para realizarla. Estas dos aspiraciones han de ir siempre unidas en quien quiera dar gloria a Dios” (Vida cotidiana, o.c).

Los autores clásicos llaman a estos dos aspectos de la Voluntad de Dios: 1) Voluntad de beneplácito o abandono en la Providencia, y 2) Voluntad significada (querer lo que Dios me manifiesta y quiere para mí).

“Para dar gloria a Dios es preciso querer cumplir su Voluntad significada por amor a su Voluntad de beneplácito. Por ejemplo, para dar gloria a Dios es necesario "cumplir los mandamientos" (Voluntad significada), pero "cumplirlos por amor", porque se quiere la Voluntad divina (de beneplácito), sea la que sea, y no simplemente porque son unas buenas "reglas de conducta", o por miedo a las consecuencias negativas, o por otro motivo solamente humano” (Vida cotidiana, o.c).

Se trata, por lo tanto, de cumplir la Voluntad de Dios como hijos, y no como esclavos (cfr. mensajes recibidos por Luisa Piccarreta).

“El cumplimiento de la Voluntad divina como acto de amor es la conducta propia de un hijo de Dios, radicalmente distinta de la de un esclavo que cumple lo que le manda su señor, por temor al castigo. San Pablo hace ver esta diferencia cuando escribe: "No habéis recibido el espíritu de servidumbre para obrar todavía por temor, sino que habéis recibido el Espíritu de adopción, en virtud del cual clamamos: Abbá, ¡Padre!" (Rm 8, 14-15). Siguiendo esta enseñanza, san Josemaría insiste en que debemos sentirnos hijos de Dios, y vivir con la ilusión de cumplir la voluntad de nuestro PadreEs Cristo que pasa, 17)” (Vida cotidiana, o.c).

San Josemaría resume admirablemente toda esta rica enseñanza en el siguiente punto de Camino:

«  815  »  ¿Quieres de verdad ser santo? –Cumple el pequeño deber de cada momento: haz lo que debes y está en lo que haces.

Para San Josemaría, “vivir la Voluntad de Dios” equivale a cumplir fielmente y por amor el pequeño deber de cada instante, ya sea con Dios, con los demás o con uno mismo.

Al adagio clásico de Plauto “age quod agis” (“está en lo que haces”), completado por el padre A. Petit en su libro Sacerdos rite institutus:Age si quis agis” (“si haces algo, hazlo efectivamente”), “el Autor agrega la sabia de la dignidad humana y cristiana: Que lo que hagas, sea lo que debes..., es decir, la Voluntad de Dios y, por tanto, pon al hacerlo el corazón y el alma” (Pedro Rodríguez, Edición crítica de Camino).

En Burgos, mientras San Josemaría preparaba este capítulo de Camino (Cosas pequeñas), escribió también esta ficha: "Santidad al alcance de todos: hacer con la mayor perfección posible las cosas ordinarias".

Para cumplir fielmente la Voluntad de Dios y vivir en Ella el camino es sencillo para el hombre y la mujer que viven en medio de la calle, en los afanes del mundo: descubre cuál es la Voluntad de Dios para ti (“haz lo que debes”, según la ley moral y la conciencia), en cada momento, en las cosas pequeñas (en tu vida de oración, en tu vida familiar, en tu trabajo, en el ambiente social en que te mueves…); y lleva a cabo esas acciones “estando en ellas”, es decir, poniendo tus cinco sentidos en aquello que realizas; haciéndolo con la perfección humana y sobrenatural de las que seamos capaces (cfr. Forja, 713 y Amigos de Dios, 57): haciéndolo con amor. Este es el secreto de la santidad: estar atentos a la Voluntad de Nuestro Padre, como Cristo.

Según las enseñanzas de San Josemaría, hacer el bien es seguir a Cristo.

“Tú, que por ser cristiano estás llamado a ser otro Cristo, ¿mereces que se repita de ti que has venido (...) a hacer las cosas como un hijo de Dios, atento a la voluntad de su Padre (...)? ¿Estás viviendo la vida de Cristo, en tu vida ordinaria en medio del mundo?” (Es Cristo que pasa, 21).

Y seguir a Cristo, a través de María, que vivió siempre en la Voluntad de Dios, cumpliendo con amor las cosas pequeñas que tenía entre sus manos, en Nazaret y durante toda su vida. Durante el Adviento la vemos solícita y llena de amor esperando a su Niño. Nosotros también queremos ponernos a su lado para que nos enseñe a amar con toda nuestra alma el Querer de Dios en cada momento de nuestra vida. 


sábado, 14 de diciembre de 2019

Vivir en la Voluntad de Dios (11)


En la víspera del Tercer Domingo de Adviento, o Domingo Gaudete, vamos a continuar con las enseñanzas de San Josemaría Escrivá de Balaguer sobre la Voluntad de Dios. En el post pasado estudiamos lo que dice sobre ella en Camino.     

Pierre Parrocel (1670-1739). El sueño de José (Catedral de Nimes)

Ahora analizaremos el tema en el primer estudio amplio y detallado que se ha hecho sobre las enseñanzas de San Josemaría: E. Burkhard y J. López, Vida cotidiana y santidad en la enseñanza de San Josemaría. Estudio de teología espiritual.

Esta obra tiene tres partes: 1) La finalidad de la vida cristiana, 2) El sujeto de la vida cristiana y 3) El camino de la vida cristiana.

La primera parte tiene, a su vez, tres capítulos, que desglosan tres jaculatorias que solía repetir mucho San Josemaría: 1) Deo omnis gloria (para Dios toda la gloria), 2) Regnare Christum volumus (queremos que reine Cristo) y 3) Omnes cum Petro ad Iesum per Mariam (todos con Pedro a Jesús por María). Que tratan sobre 1) Dar gloria a Dios: Contemplación en medio del mundo, 2) Que Cristo reine: Jesucristo en la cumbre de las actividades humanas, y 3) Edificar la Iglesia: santidad y apostolado.

El tema de la “Voluntad de Dios” está desarrollado en el primer capítulo, que tiene tres apartados: 1) La noción de “gloria de Dios” y el acto de “dar gloria a Dios”, 2) Amar a Dios y cumplir su voluntad, y 3) Vida de oración: Contemplación en medio del mundo.

Para comprender mejor en qué consiste, para San Josemaría, “amar a Dios y cumplir su voluntad” (2° apartado del 1er. Capítulo de la 1ª parte), conviene encuadrar este concepto en la visión más abarcante de “dar a Dios toda la gloria”, que es el fin último del hombre, “para que Cristo reine” y que “todos vayan con Pedro a Jesús por María”.

“Hemos de dar a Dios toda la gloria. Él lo quiere: gloriam meam alteri non dabo, mi gloria no la daré a otro (Is 42, 8). Y por eso queremos nosotros que Cristo reine, ya que per ipsum, et cum ipso, et in ipso, est tibi Deo Patri Omnipotenti in unitate Spiritus Sancti omnis honor et gloria; por Él, y con Él, y en Él, es para ti Dios Padre Omnipotente en unidad del Espíritu Santo todo honor y gloria (Canon de la Misa). Y exigencia de su gloria y de su reinado es que todos, con Pedro, vayan a Jesús por María” (San Josemaría, Instrucción del 19-III-1934).

Estas palabras ponen de relieve el carácter teocéntrico, cristo-céntrico y eclesial o eclesiocéntrico (y por tanto pneumatológico) de la vida cristiana, y enuncian su "triple dimensión –trinitaria, cristológica y eclesiológica" (cfr. Vida cotidiana…, o.c.).

Dar gloria a Dios es lo primero, sin lo cual  no puede mencionarse lo demás. “Deus semper maior”. Pero, dar gloria a Dios, para el hombre, consiste en “conocerle” y, sobre todo, “amarle”. San Josemaría lo expresa así: “Yo no debo tener más preocupaciones que tu Gloria..., en una palabra, tu Amor” (Forja, 247).

En este apartado (“Amar a Dios y cumplir su voluntad”) los autores examinan los actos constitutivos del acto interior de amor a Dios, y luego analizan la importancia de realizar su Voluntad con obras (“cumplir su Voluntad”) y por amor suyo.

Hay tres elementos del acto interior del amor: 1) Rectitud de intención (elección), 2) Querer la Voluntad de Dios (benevolencia) y 3) Corresponder al amor de Dios (amistad). En las enseñanzas de san Josemaría, dar a Dios toda la gloria es obrar por amor suyo en todo lo que se hace, y comprende los tres aspectos que se acaban de enunciar.

En primer lugar, el hombre que desea vivir en la Voluntad de Dios elige, consciente y libremente, buscar sólo y en todo la gloria de Dios. Dilectio (amor) deriva de electio (elección). Amar es escoger algo con una atención esmerada y cuidadosa.

Escogemos a Dios y lo reconocemos como Supremo Bien, pero también queremos su bien; es decir, queremos lo que Él quiere: queremos su Voluntad, causa de todo bien. “Te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos” (Gloria en la Misa). La mejor expresión del amor de benevolencia a Dios es la petición del Padrenuestro: "Hágase tu voluntad" (Mt 6, 10). El modelo perfecto de amor a Dios es el amor del Hijo hecho hombre. Se manifiesta en la identificación de su voluntad humana con la Voluntad del Padre, como Él mismo declara: "No he venido al mundo para hacer mi voluntad, sino la Voluntad de Aquel que me ha enviado" (Jn 6, 38). Cfr. Vida cotidiana, o.c.

En las enseñanzas de San Josemaría las expresiones “dar gloria a Dios” y “cumplir su voluntad” son equivalentes. Solía rezar con palabras de una antigua oración del Misal Romano: “Quiero lo que quieras, quiero porque quieres, quiero como quieras, quiero cuando quieras...”.

Amar la Voluntad de Dios, para San Josemaría, es más que sólo quererla. Porque amarla es amar el mismo Dios: “Ojalá pueda decirse que la característica que define tu vida es "amar la Voluntad de Dios” (Forja, 48). 
   
Por último, para realmente amar y vivir en la Voluntad de Dios hay que corresponder a ella con obras de amistad, de una amistad verdadera. Es un amor mutuo, como entre amigos, pero pleno y sublime, porque Dios, al hacernos hijos suyos y partícipes de su naturaleza, nos ha dado su mismo Amor para que le amemos. Cfr. Vida cotidiana, o.c. Queremos a Dios con el mismo querer de Dios.

"El amor es ser arrebatado por el amado, la fusión en él y la identificación con él y como él. El amor hace del amado un alter ego, o quizá mejor: hace de mí otro tú, me identifica con el tú (sobre todo con el Tú absoluto divino) y me hace vivir su vida" (C. CARDONA, Metafísica del bien y del mal, Madrid 1987, p. 117).

El amor a Dios ha de ser, por lo tanto, un amor con todas las fuerzas y sobre todas las cosas.

“Con el Señor, la única medida es amar sin medida. De una parte, porque jamás llegaremos a agradecer bastante lo que Él ha hecho por nosotros; de otra, porque el mismo amor de Dios a sus criaturas se revela así: con exceso, sin cálculo, sin fronteras” (Amigos de Dios, 232).

Los tres actos del amor interior (elección, benevolencia y amistad), según las enseñanzas de San Josemaría, tienen necesariamente una dimensión exterior: "No todo el que me dice: "Señor, Señor", entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos" (Mt 7, 21).

Este aspecto del “cumplimiento de la Voluntad de Dios” lo analizaremos en el próximo post.



sábado, 7 de diciembre de 2019

Vivir en la Voluntad de Dios (10)


En los últimos tres posts sobre este tema (10, 11 y 12) nos centraremos en las enseñanzas de San Josemaría Escrivá de Balaguer y, en la medida de lo posible, la relacionaremos con los mensajes que recibió la Sierva de Dios Luisa Piccarreta (ver posts del 5 al 9).   

Pieter Bruegel, el Viejo. El censo en Belén (1566).

En primer lugar haremos un resumen de la enseñanza de San Josemaría en Camino, utilizando los comentarios de la Edición Crítica elaboraba por Pedro Rodríguez.

Según este autor, Camino, libro publicado en 1939, tiene tres partes: 1) Coordenadas de la existencia personal del cristiano, 2) El vivir cristiano, hacia la santidad, en la Iglesia y 3) Plenitud de vida en Cristo.

En la tercera parte del libro se pueden distinguir dos secciones: una dedicada especialmente a la santidad y otra al apostolado. Es en la primera sección donde se encuadra el capítulo “Voluntad de Dios”. Veamos cómo lo describe Pedro Rodríguez:

“El Autor contempla en la primera al cristiano como un hombre, o una mujer, radicalmente comprometido con la Voluntad y la Gloria de Dios (capítulos 36 y 37), buscador de compañeros y amigos que compartan este ideal (capítulos 38), que santifica su trabajo cuidando las "cosas pequeñas" (capítulo 39), cada uno en su sitio, sin alardes (capítulo 40), sintiéndose "niño" –hijo– delante de Dios (capítulos 41-42). El Autor invita al lector a adentrarse del todo en ese camino” (Edición Crítica de Camino, Introducción a la Tercera Parte).

La Sección segunda, con la que acaba el libro está dedicada a mostrar cómo la llamada a la misión (apostolado) es inseparable de la llamada a la santidad.

“La santidad en Camino se entiende en clave de misión, de acción apostólica: es la misión la que "tira" de la santidad. El afán de santidad, la vida auténtica de oración es inoslayablemente afán apostólico. Éste es el tema de los capítulos 43-45. El Autor termina el libro hablando de la perseverancia en el camino (capítulo 46)” (Ibidem).
  
El capítulo sobre la Voluntad de Dios (n° 42) abre la tercera y última parte de Camino, que trata sobre la plenitud de la vida cristiana. Esto es significativo, si comparamos la enseñanza de San Josemaría con la de Luisa Piccarreta. También es significativo, en este sentido, entre los capítulos de la primera sección de esta parte sean estén los de: gloria de Dios (n° 37), cosas pequeñas (n° 39), infancia espiritual (n° 41) y vida de infancia (n° 42).

“Este capítulo tiene como clima histórico de fondo la convicción del Fundador de que el Opus Dei responde a una determinada manifestación de la voluntad de Dios, y esto pide en los cristianos corrientes que Dios llama a la Obra una disponibilidad total y sin fisuras, para que Dios haga en cada uno su "obra". El mensaje para todos los lectores, que no tienen por qué saber del Opus Dei y de su historia, es el mismo: la docilidad y el amor a la voluntad de Dios, cada uno desde su vocación personal y en el contexto de su experiencia humana y cristiana” (Ibidem, Introducción al capítulo “Voluntad de Dios”).   

La doctrina de este capítulo funda y dirige los últimos capítulos de Camino. Pedro Rodríguez no tiene ninguna en afirmar lo siguiente:

“El cumplimiento de la Voluntad de Dios es –como no podía ser menos– uno de los grandes temas, tal vez el gran tema de la vida y de la doctrina del Autor de Camino, como hemos tenido ocasión de ver en el comentario al punto n° 691, que es una anticipada síntesis del capítulo que ahora comienza” (Ibidem).

En ese punto es el siguiente:

«  691  »  ¿Estás sufriendo una gran tribulación? –¿Tienes contradicciones? Di, muy despacio, como paladeándola, esta oración recia y viril:
"Hágase, cúmplase, sea alabada y eternamente ensalzada la justísima y amabilísima Voluntad de Dios, sobre todas las cosas. –Amén. –Amén.".
Yo te aseguro que alcanzarás la paz.

Vale la pena también tener en cuenta el siguiente apunte de Pedro Rodríguez sobre lo que él considera la aspiración principal de San Josemaría: "Señor, tu borrico quiere merecer que le llamen 'el que ama la Voluntad de Dios'" {Cuaderno V, nº 712, 1-V-1932; que luego pasó a Forja, 422: "¿No te gustaría merecer que te llamaran 'el que ama la Voluntad de Dios'?"}.

Los textos que componen los 25 puntos del capítulo sobre la Voluntad de Dios proceden de los años 1931-32. El primero de estos puntos marca el tema desde su fundamento bíblico (n° 754) y el segundo (n° 755) alude veladamente al “clima” espiritual de plenitud al que nos hemos referido. Veamos los dos puntos.

«  754  »  Ésta es la llave para abrir la puerta y entrar en el Reino de los Cielos: "qui facit voluntatem Patris mei qui in coelis est, ipse intrabit in regnum coelorum" –el que hace la voluntad de mi Padre..., ¡ése entrará!    

«  755  »  De que tú y yo nos portemos como Dios quiere –no lo olvides– dependen muchas cosas grandes.

Cómo hemos dicho, este es sólo un breve resumen o esbozo de la doctrina de San Josemaría sobre la Voluntad de Dios en Camino.

Veamos por último algunos de los demás puntos de este capítulo, que se asemejan a los mensajes, que hemos visto, recibidos por Luisa Piccarreta.

«  758  »  La aceptación rendida de la Voluntad de Dios trae necesariamente el gozo y la paz: la felicidad en la Cruz. –Entonces se ve que el yugo de Cristo es suave y que su carga no es pesada.

«  762  »  Acto de identificación con la Voluntad de Dios:
¿Lo quieres, Señor?... ¡Yo también lo quiero!
  
 «  763  »  No dudes: deja que salga del corazón a los labios un "Fiat" –¡hágase!...– que sea la coronación del sacrificio.

«  766  »  El abandono en la Voluntad de Dios es el secreto para ser feliz en la tierra. –Di, pues: "meus cibus est, ut faciam voluntatem ejus" –mi alimento es hacer su Voluntad.

 «  774  »  Escalones: Resignarse con la Voluntad de Dios: Conformarse con la Voluntad de Dios: Querer la Voluntad de Dios: Amar la Voluntad de Dios [que equivale al “vivir” en la Voluntad de Dios de Luisa Piccarreta].

 «  778  »  Es cuestión de segundos... Piensa antes de comenzar cualquier negocio: ¿Qué quiere Dios de mí en este asunto?
Y, con la gracia divina, ¡hazlo!

Cada uno de estos puntos tiene una historia muy rica que se puede estudiar en la Edición Crítica de Camino. Terminamos con un punto de Camino en el que se relaciona a María con el cumplimiento de la voluntad de Dios.

«  497  »  Di: Madre mía –tuya, porque eres suyo por muchos títulos–, que tu amor me ate a la Cruz de tu Hijo: que no me falte la Fe, ni la valentía, ni la audacia, para cumplir la voluntad de nuestro Jesús.


sábado, 30 de noviembre de 2019

Vivir en la Voluntad de Dios (9)


Durante este mes de noviembre, que ahora terminamos, hemos dedicado todos los posts de este blog a la vida, escritos y enseñanzas de la Sierva de Dios Luisa Piccarreta.   

Filipo Lippi, La Virgen y el Niño (c.1460)

Veamos el contenido de los cuatro primeros artículos:
  •         En el primero (2 de noviembre) examinábamos la vida y los  escritos de Luisa.
  •         En el segundo (9 de noviembre) la importancia de despojarse de la propia voluntad.
  •         En el tercero (16 de noviembre) recogíamos algunos textos que mencionan la “Época Nueva” (Reino de libertad y eucarístico) que está muy cercana y en la que se cumplirá plenamente el “Tercer Fiat”.
  •         En el cuarto post (23 de noviembre) analizábamos cómo vivir en la Voluntad de Dios, según los textos de Luisa Piccarreta, equivale a vivir como hijos de Dios, es decir, poner como fundamento de nuestra vida la filiación divina.

Ahora, en este quinto artículo (30 de noviembre) continuaremos reflexionando sobre otros textos de Luisa Piccarreta que nos hacen ver la importancia que tiene Vivir en la Voluntad de Dios para llegar a ser Almas de Eucaristía, como solía decir San Josemaría Escrivá de Balaguer.

Dios no quiere que seamos siervos, sino hijos. Y nos da el derecho de poseer sus Bienes. El vivir en su Querer es el Don más grande que quiere dar a sus hijos. El Señor nos enseñará, poco a poco, a comprender qué significa vivir en su Voluntad (cfr. mensaje de Jesús del 18 de septiembre de 1924).

Jesús le hace ver a Luisa que Él desea vivir en nosotros, como en la Eucaristía. En el Sacramento Eucarístico está “aprisionado” por los accidentes del pan y del vino. En nosotros desea estar “aprisionado” por nuestros actos hechos en el Querer Divino. Estar en Gracia de Dios es maravilloso, pero, en general, se puede estar en Gracia y no vivir plenamente, en cada acto, en la Voluntad de Dios. En resumen: el Señor quiere que seamos Hostias Vivientes, cuando vivimos plenamente en su Querer. A eso estamos llamados. Dios quiere darnos este Don, ya ahora, aunque aún no lo tengamos en plenitud. Lo tendremos en la Nueva Época Eucarística (o Reino Eucarístico), de verdadera libertad.

“Hija mía, ¿acaso no vivo en la Hostia sacramental, vivo y verdadero, en alma, cuerpo, sangre y Divinidad? ¿Y por qué vivo en la Hostia en alma, cuerpo, sangre y Divinidad? Porque no hay una voluntad que se oponga a la Mía. Si Yo encontrara en la Hostia una voluntad que se opusiera a la Mía, Yo no tendría en ella vida real, ni vida perenne, y esa es también la causa por la que los accidentes sacramentales se consumen cuando me reciben, porque no encuentro una voluntad humana unida a Mí, de manera que quiera perder la suya para adquirir la Mía, sino que encuentro una voluntad que quiere actuar, que quiere hacer por su iniciativa, y Yo hago mi breve visita y me voy, mientras que, para quien vive en mi Voluntad, mi Querer y el suyo son uno solo, y si lo hago en la Hostia, mucho más puedo hacerlo en ella; a mayor motivo que encuentro un palpitar, un afecto, una correspondencia y mi ganancia, cosa que no hallo en la Hostia. Al alma que vive en mi Voluntad le es necesaria mi vida real en ella, de lo contrario ¿cómo podría vivir de mi Querer?” (5 de noviembre de 1923).   

Por lo tanto, podemos decir que el fundamento de la Vida en la Voluntad de Dios es la filiación divina (que incluye ser hijos en el Hijo, que se entregó por nosotros en la Cruz: morir a nosotros mismos, ser grano de trigo), y su plenitud la Vida Eucarística (que también está siempre referida a la Cruz y Resurrección de Cristo).

Hay cuatro grados de vivir en la Voluntad de Dios que se asemejan al modo en que cuatro personas se exponen a la luz del sol (cfr. mensaje del 26 de julio de 1926):
  •         La primera está en dentro de su casa (un poco a oscuras),
  •         La segunda sale fuera (con más luz),
  •         La tercera busca el lugar donde el sol sea más fuerte (con mucha luz), y
  •         La cuarta vuela hasta el sol y queda consumida en el mismo sol (metida en su fuego, luz y calor).

 Como hemos visto, en el Padre Nuestro pedimos que venga su Reino y se haga su Voluntad así en la tierra como en el Cielo. En la “Nueva Época” recibiremos 
  •         El Pan de la Divina Voluntad,
  •         El Pan Eucarístico y
  •         El Pan material (cfr. mensaje del 2 de mayo de 1923).

Aún está por venir ese Reino, en plenitud.

“Mi mismo pedir al Padre Celestial: «Venga, venga tu Reino, hágase tu Voluntad así en la tierra como en el Cielo», significaba que con mi venida a la tierra el Reino de mi Voluntad no se establecía en medio de las criaturas; de lo contrario habría dicho: «Padre mío, que nuestro Reino, ya establecido sobre la tierra, sea confirmado y nuestra Voluntad domine y reine». Por el contrario dije «venga». Eso quería decir que ha de venir y que las criaturas deben esperarlo con esa certeza con que esperaron al futuro Redentor, porque mi Voluntad Divina está atada y comprometida en esas palabras del «Padre nuestro», y cuando Ella se ata es más que seguro lo que promete” (5 de febrero de 1928).

Jesús quiso comunicar a Luisa esta gran noticia: que está muy cercano el Reino (de libertad, filial y eucarístico) de su Divina Voluntad. Será el Reino del que habla el prefacio de Cristo Rey: eterno y universal; de la verdad y la vida; de la santidad y la gracia; de la justicia, el amor y la paz.

“A mayor razón que todo fue preparado por Mí, no se necesitaba más que las manifestaciones de mi Reino y lo estoy haciendo. ¿Crees tú que tantas verdades que te estoy haciendo saber sobre mi «FIAT» sean para darte una simple noticia? No, no, es porque quiero que todos sepan que su Reino está cerca y conozcan sus bellas prerrogativas, para que todos deseen y suspiren por entrar a vivir en un Reino tan santo, lleno de felicidad y de todos los bienes. Por tanto, eso que a ti te parece difícil, a la potencia de nuestro «FIAT» es fácil, porque Él sabe quitar todas las dificultades y conquistar todo como quiere y cuando quiere” (5 de febrero de 1928).    

El Señor desea que muchas personas conozcan esta Gran Noticia comunicada a Luisa Piccarreta y, de otras maneras, a otros santos después de ella.

En primer lugar ha escogido a su Madre, y Madre Nuestra, por su humildad y pequeñez. Así, también ha escogido a Luisa por la misma razón. Dios escoge a los pequeños para comunicar al mundo sus grandes designios (cfr. mensaje del 10 de noviembre de 1923.   
   
Dios mediante, en los siguientes tres posts (7, 14 y 21 de diciembre), veremos cómo el mensaje que recibió la Sierva de Dios Luisa Piccarreta se asemeja mucho, en sus líneas fundamentales, al que recibió San Josemaría Escrivá de Balaguer.  


sábado, 23 de noviembre de 2019

Vivir en la Voluntad de Dios (8)


Hemos visto en los posts anteriores algo sobre Luisa Piccarreta y el mensaje que Dios ha querido darnos a través de ella. En lo esencial, consiste en Vivir en la Voluntad de Dios.   

El regreso del hijo pródigo. Bartolomé Esteban Murillo (1667-1670)

 Pero quizá nos preguntemos, ¿en qué consiste ese “Vivir en la Voluntad de Dios”? Quien tiene un poco de experiencia en la lucha por la santidad podría decir: “yo ya sé en qué consiste: hay que procurar pedir al Señor hacer su Voluntad, escuchar al Espíritu Santo en nuestra alma y, luego, esforzarse por tener rectitud de conciencia y hacer lo que vemos claro que Dios quiere de nosotros”.

Frases parecidas podríamos formular cada uno para responder la pregunta sobre la Voluntad de Dios. Sin embargo, hemos de reconocer que siempre nos quedaremos cortos y que siempre podremos profundizar más y más sobre este asunto, que es el principal de nuestra vida cristiana: ¿cómo conseguimos Vivir en la Voluntad de Dios?

La lectura de las obras de Luisa Piccarreta nos da pistas excepcionales para seguir adelante por ese camino. Por ejemplo, en 1917 recibía el siguiente mensaje de Jesús:

“¡Oh, el hermoso vivir en mi Querer! Me gusta tanto, que haré desaparecer todas las otras santidades, bajo cualquier otro aspecto de virtudes, en las futuras generaciones y haré reaparecer la santidad del vivir en mi Voluntad, que son y serán, no santidades humanas, sino divinas, y su santidad será tan alta que, como soles, eclipsarán a las estrellas más bellas de los santos de las generaciones pasadas. Por eso quiero purgar la tierra, porque es indigna de esos portentos de santidad” (20 de noviembre de 1917).

Es interesante analizar la siguiente frase: “haré desaparecer todas las otras santidades (…) en las futuras generaciones”. ¿A qué “santidades” se refiere? Parece que quiere señalar estilos de vida cristiana que, de alguna manera, se reducen a “vivir virtudes”, quizá de modo formal, meramente humano, o con poca apertura a la gracia de Dios. Los cristianos no siempre hemos seguido de manera plena al Señor. Dios juzgará a cada uno de nosotros en su empeño por buscar la santidad, pero puede ser que hayamos ido por caminos tortuosos, aunque con buena voluntad.

A Luisa, Jesús quiere llevarla por un Camino Real, es decir, por el mejor camino que puede seguir un alma en esta tierra: Amar a Dios viviendo continuamente en su Divino Querer. Tener una unidad tan grande con lo que quiere Dios para cada uno, que sólo vivamos para ese fin en cada uno de nuestros actos.

Ahora estamos en esas “generaciones futuras” de las que habla el Señor a Luisa. Ahora el Dios derrama su gracia en abundancia para que podamos Vivir en su Voluntad, asemejándonos cada vez más a nuestros primeros padres, Adán y Eva, en el Paraíso.

Ahora hay caminos de santidad egregios, a través de los cuales el Señor quiere llevar a mucha gente. El conocimiento de los mensajes que recibió Luisa Piccarreta hace casi cien años, nos ayudan a valorar los “caminos” por los que Dios quiere llevarnos ahora, si sabemos reconducir todo al deseo ardiente de unirnos de manera total al Querer de Dios.

“Hija mía, fundirte en mi Voluntad es el acto más solemne, más grande, más importante de toda tu vida. Fundirte en mi Voluntad es entrar en el ámbito de la Eternidad, abrazarla, besarla y recibir en depósito los bienes que contiene la Voluntad Eterna” (4 de enero de 1925).   

Ya veíamos anteriormente que, para poder Vivir en la Voluntad de Dios, es necesario despojarse de la propia voluntad. Es necesario estar dispuesto a que todos nuestros actos sean plenamente de Dios: qué Él actúe en nosotros. Hay que dejarle vía libre para poder decir: “Yo no soy el que vive, sino que Cristo vive en mí” (Gal 2, 20). No sólo como un buen deseo, sino en la realidad de todos los actos de mi vida.

“Vivir en mi Voluntad es vivir con una sola Voluntad, que es precisamente la de Dios, y siendo una Voluntad toda santa, toda pura, toda paz, siendo una sola voluntad la que reina, no hay contrastes, todo es paz. Las pasiones humanas tiemblan ante esta Suprema Voluntad y querrían escapar; no se atreven a moverse, ni a oponerse, viendo que ante esta Santa Voluntad tiemblan Cielos y tierra. Así que el primer paso del vivir en el Querer Divino, que pone el orden divino, está en el fondo del alma, vaciandola de lo que es humano, de tendencias, pasiones, inclinaciones y demás” (18 de septiembre de 1924).

Pero, ¿cómo lograr unirnos a la Voluntad de Dios? Si nos limitamos sólo a “hacer la Voluntad de Dios” sería como actuar con dos voluntades: con nuestra voluntad humana, que se resiste a hacer la Voluntad de Dios. Es vivir como “siervo” y no como “hijo”.   

“Y cuántos Santos, a pesar de haber alcanzado la más alta perfección, sienten esa voluntad de ellos, que les hace guerra, que los tiene oprimidos, tanto que les hace gritar: ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte (Rm 7, 24), o sea, de esta voluntad mía que quiere dar muerte al bien que quiero hacer?” (18 de septiembre de 1924).

Vivir en la Divina Voluntad tiene que ver con poner como fundamento de nuestra vida la filiación divina, que “es nuestra verdad más honda”, como decía San Josemaría Escrivá de Balaguer.

“Vivir en mi Voluntad es vivir como hijo; hacer mi Voluntad es vivir como siervo. En el primer caso, lo que es del Padre es del hijo, y muchas veces hacen más sacrificios los siervos que los hijos: a ellos les toca exponerse a servicios más fatigosos, más humildes, al frío, al calor, a viajar a pie… En efecto, ¿cuánto no han hecho mis Santos para cumplir los mandatos de mi Voluntad? Por el contrario, el hijo está con su padre, cuida de él, lo alegra con sus besos y caricias, manda a los siervos como si les mandara su Padre, si sale no va a pie, sino que viaja en carroza… Y si el hijo posee todo lo que es del padre, a los siervos no se les da más que el salario por el trabajo que han hecho, quedan libres de servir o no servir a su dueño; y si no sirven ya no tienen derecho a recibir ningún sueldo. Al contrario, entre padre e hijo nadie puede quitar esos derechos del hijo a los bienes del Padre, y ninguna ley, ni del Cielo ni de la tierra, puede anular esos derechos, ni suprimir la relación espiritual entre padre e hijo. Hija mía, vivir en mi Voluntad es el vivir que más se acerca al de los bienaventurados del Cielo, y es tan distante de hacer mi Voluntad y estar fielmente a mis órdenes, como dista el Cielo de la tierra, como la distancia que hay de hijo a siervo, de rey a súbdito” (18 de septiembre de 1924).

Luego, podemos concluir que Vivir en la Voluntad de Dios es sabernos hijos de Dios y vivir como hijos de Dios. María, Hija de Dios Padre, nos enseñará a descubrir este gran horizonte de nuestra vida cristiana que quizá lo conocemos pero no hemos profundizado en él lo suficiente.  


sábado, 16 de noviembre de 2019

Vivir en la Voluntad de Dios (7)


En los medios de comunicación y en la vida diaria solemos oír que “el mundo está muy mal”, que “nunca hemos vivido lo que estamos viviendo ahora”. Son frases que nos hacen pensar, especialmente en esta época del año en la que la Iglesia nos recuerda las verdades eternas.   

El triunfo de la Eucaristía sobre la idolatría (Peter Paul Rubens, 1626)

Quizá los hombres que vivieron en el Siglo de Hierro de la Iglesia (siglo X y parte del siglo XI) hayan dicho lo mismo que nosotros ahora. No era para menos: 55 papas y muchos de ellos poco dignos; las familias nobles de Roma se disputaban los cargos eclesiásticos... Lo mismo habrá sucedido durante el siglo XIV, en la época en la que la peste negra asoló Europa y se redujo la población un diez por ciento y, en algunos lugares, hasta un 25%.

Podríamos poner muchos más ejemplos de situaciones verdaderamente difíciles en la historia de la Iglesia y de la humanidad. Sin embargo, no podemos negar que en nuestra época el mal que hay en el mundo —el pecado— es mayor. Tiene mucha mayor resonancia. Influye en más personas. Basta leer el último libro del Cardenal Robert Sarah, Se hace tarde y anochece, para comprobarlo. Es un testimonio de un hombre lleno de esperanza y optimismo, pero que tiene la valentía de decir las cosas claras: como son.

Dios, en las revelaciones que dio a Luisa Piccarreta, le adelantó lo que sucedería en el futuro. Hace más de 90 años las palabras que el Señor le dirige son fuertes pero consoladoras.

“…Gracia más grande no podría dar en estos tiempos tan borrascosos y de carrera vertiginosa en el mal, que hacer saber que quiero dar el gran don del Reino del «Fiat» Supremo; y como confirmación de ello lo estoy preparando en ti con tantos conocimientos y dones, para que nada falte al triunfo de mi Voluntad. Por eso sé atenta al depósito de este Reino que estoy haciendo en ti” (9 de septiembre de1926).  

Hacía cinco años que había terminado la Primera Guerra Mundial. La muerte había sembrado las ciudades y campos de Europa. Y aún vendrían males mayores a este mundo: los millones de abortos, las ideologías destructivas del nazismo y el comunismo, el ateísmo fluido que existe hoy en el mundo y que daña más a la persona que cualquier otra cosa, porque se olvida totalmente de Dios. El maligno está más suelto que en ninguna otra época y los hombres vivimos como si no pasara nada.

Jesucristo, perfecto Dios y perfecto Hombre, vino a la tierra para vivir en cada instante en el Querer eterno de su Padre. Nació, creció, padeció, obró y murió en la Voluntad de Dios y, en cada uno de sus actos, recibió todos los bienes que los hombres habíamos perdido y olvidado. Así nos abrió las puertas de la esperanza a todos los hombres. La gracia de Cristo, mediante la Palabra y los Sacramentos de la Iglesia, sana la naturaleza caída, pero las raíces del mal parecen brotar con más fuerza.

El Señor anuncia a Luisa que está llegando una nueva Era en la que se ha de cumplir la Voluntad de Dios en la tierra como en el Cielo. Ahora sucede como cuando vino Jesús por primera vez al mundo: todos esperaban una nueva era de paz; el mundo estaba ansioso de un Redentor.

“El mundo está precisamente como cuando Yo debía venir al mundo, todos estaban en expectativa de un gran acontecimiento, de una era nueva, como de hecho fue. Así ahora, debiendo venir el gran acontecimiento, la era nueva en que la Voluntad de Dios se haga en la tierra como en el Cielo, todos están a la espera de una nueva era, cansados de la presente, sin saber cuál sea esa novedad, ese cambio, como no lo sabían cuando Yo vine al mundo. Esa espera es un signo cierto de que la hora está cerca, pero el signo más cierto es que Yo estoy manifestando lo que quiero hacer y que, dirigiéndome a un alma, como me dirigí a mi Madre al bajar del Cielo a la tierra, le comunico mi Voluntad y los bienes y efectos que Esta contiene, para darla como un don a toda la humanidad” (14 de julio de 1923).

San Juan Pablo II, con motivo de la celebración del Año 2000,  hablaba de una “nueva primavera” para la Iglesia. No sabemos cuánto puede tardar en llegar esa nueva Era. Ciertamente no se trata de la “New age”, esa nueva religión panteísta y esotérica que se opone al mensaje de Cristo. La nueva Época de la que le habla el Señor a Luisa es un renacimiento de la vida cristiana en todo su esplendor; una presencia de Dios y de su Divina Voluntad entre nosotros como nunca se ha visto desde la caída de Adán y Eva. En los escritos de Luisa aparece la expresión “Tercer Fiat”, que se refiere a ese decir que sí al Señor de nuevo con la fuerza del Fiat de la Creación y el de la Redención. Fiat, “Hágase” tu Voluntad así en la tierra como en el Cielo.

Jesús se dirige al mundo de los hombres con estas palabras:

“Yo te estoy preparando una era de amor, la era de mi tercer «FIAT». Tú harás tu camino para echarme y Yo te confundiré de amor, te seguiré por detrás, te saldré al paso por delante para confundirte en amor, y donde tú me has echado Yo erigiré mi trono y reinaré más que antes, pero de un modo más sorprendente, tanto que tú mismo caerás a los pies de mi trono, como atado por la fuerza de mi amor (…). Yo me ocuparé en hacer que mi «FIAT VOLUNTAS TUA» tenga cumplimiento y sea concedido, que mi Voluntad reine en la tierra, pero de un modo del todo nuevo; me ocuparé en preparar la era del tercer «FIAT», en la que mi amor brillará de una forma maravillosa e inaudita. Ah, sí, quiero confundir totalmente al hombre en amor. Por eso mantente atenta; quiero que prepares conmigo esta era de amor, celestial y divina. Nos daremos la mano y obraremos juntos” (8 de febrero de 1921).      

Esta Época nueva (en la que ya podemos vivir ahora, pero que tendrá su plenitud histórica cuando Dios quiera instaurarla en la tierra) tiene dos rasgos esenciales: 1°) el hombre vivirá en una verdadera libertad para amar a Dios y a sus hermanos (como sucedía en el Paraíso), y 2°) el culto lleno de amor a la Eucaristía que dará lugar a un verdadero Reino Eucarístico.

“¡Oh, qué libre desahogo tendrá mi Amor! Podré obrar libremente en todo, sin más estorbos. Tendré todos los sagrarios que quiera; las Hostias serán innumerables; a cada momento haremos juntos nuestra Comunión y Yo también gritaré «¡Libertad, libertad! ¡Venid todos a mi Voluntad y gozareis la verdadera libertad!» Fuera de mi Voluntad, cuántos estorbos encuentra el alma, pero en mi Voluntad, es libre, Yo la dejo libre de amarme como quiera; (…) le digo: deja tus harapos humanos, toma las vestiduras divinas; Yo no soy avaro ni celoso de guardar para mí mis bienes, quiero que tomes todo; ámame inmensamente, toma, toma todo mi amor, haz tuyo mi poder, haz tuya mi belleza. Cuanto más tomes, tanto más contento estará tu Jesús. La tierra me ofrece pocos sagrarios, le hostias son casi numeradas; y luego, los sacrilegios, las irreverencias que me hacen… ¡Oh, cómo es ofendido y obstaculizado mi Amor! Por el contrario, en mi Voluntad no hay trabas, no hay sombra de ofensa, y la criatura me da amor, reparación divina y correspondencia completa, y repara, junto conmigo, por todos los males de la familia humana. Sé atenta y no te muevas del punto en el que te llamo y quiero” (27 de febrero de 1919).

En el próximo post veremos con más detalle en qué consiste vivir en la Voluntad de Dios.