Durante
este mes de noviembre, que ahora
terminamos, hemos dedicado todos los posts
de este blog a la vida, escritos y enseñanzas de la Sierva de Dios Luisa Piccarreta.
Filipo Lippi, La Virgen y el Niño (c.1460) |
Veamos el
contenido de los cuatro primeros artículos:
- En el primero (2 de noviembre) examinábamos la vida y los escritos de Luisa.
- En el segundo (9 de noviembre) la importancia de despojarse de la propia voluntad.
- En el tercero (16 de noviembre) recogíamos algunos textos que mencionan la “Época Nueva” (Reino de libertad y eucarístico) que está muy cercana y en la que se cumplirá plenamente el “Tercer Fiat”.
- En el cuarto post (23 de noviembre) analizábamos cómo vivir en la Voluntad de Dios, según los textos de Luisa Piccarreta, equivale a vivir como hijos de Dios, es decir, poner como fundamento de nuestra vida la filiación divina.
Ahora, en
este quinto artículo (30 de
noviembre) continuaremos reflexionando sobre otros textos de Luisa Piccarreta que
nos hacen ver la importancia que tiene Vivir en la Voluntad de Dios para llegar
a ser Almas de Eucaristía, como solía
decir San Josemaría Escrivá de Balaguer.
Dios no quiere que seamos siervos, sino
hijos. Y nos da el derecho de poseer sus Bienes. El vivir en su Querer es el Don más grande que quiere dar a sus hijos.
El Señor nos enseñará, poco a poco, a comprender qué significa vivir en su
Voluntad (cfr. mensaje de Jesús del 18 de septiembre de 1924).
Jesús le
hace ver a Luisa que Él desea vivir en
nosotros, como en la Eucaristía. En el Sacramento Eucarístico está
“aprisionado” por los accidentes del pan y del vino. En nosotros desea estar
“aprisionado” por nuestros actos hechos
en el Querer Divino. Estar en Gracia de Dios es maravilloso, pero, en
general, se puede estar en Gracia y no vivir plenamente, en cada acto, en la
Voluntad de Dios. En resumen: el Señor
quiere que seamos Hostias Vivientes, cuando vivimos plenamente en su
Querer. A eso estamos llamados. Dios quiere darnos este Don, ya ahora, aunque
aún no lo tengamos en plenitud. Lo
tendremos en la Nueva Época Eucarística (o Reino Eucarístico), de verdadera
libertad.
“Hija mía, ¿acaso no vivo en la Hostia sacramental, vivo y
verdadero, en alma, cuerpo, sangre y Divinidad? ¿Y por qué vivo en la Hostia en
alma, cuerpo, sangre y Divinidad? Porque no hay una voluntad que se oponga a la
Mía. Si Yo encontrara en la Hostia una voluntad que se opusiera a la Mía, Yo no
tendría en ella vida real, ni vida perenne, y esa es también la causa por la
que los accidentes sacramentales se consumen cuando me reciben, porque no
encuentro una voluntad humana unida a Mí, de manera que quiera perder la suya
para adquirir la Mía, sino que encuentro una voluntad que quiere actuar, que
quiere hacer por su iniciativa, y Yo hago mi breve visita y me voy, mientras
que, para quien vive en mi Voluntad, mi Querer y el suyo son uno solo, y si lo hago
en la Hostia, mucho más puedo hacerlo en ella; a mayor motivo que encuentro un palpitar,
un afecto, una correspondencia y mi ganancia, cosa que no hallo en la Hostia. Al
alma que vive en mi Voluntad le es necesaria mi vida real en ella, de lo
contrario ¿cómo podría vivir de mi Querer?” (5 de noviembre de 1923).
Por lo
tanto, podemos decir que el fundamento
de la Vida en la Voluntad de Dios es la filiación divina (que incluye ser
hijos en el Hijo, que se entregó por nosotros en la Cruz: morir a nosotros
mismos, ser grano de trigo), y su
plenitud la Vida Eucarística (que también está siempre referida a la Cruz y
Resurrección de Cristo).
Hay cuatro grados de vivir en la Voluntad de
Dios que se asemejan al modo en que cuatro personas se exponen a la luz del
sol (cfr. mensaje del 26 de julio de 1926):
- La primera está en dentro de su casa (un poco a oscuras),
- La segunda sale fuera (con más luz),
- La tercera busca el lugar donde el sol sea más fuerte (con mucha luz), y
- La cuarta vuela hasta el sol y queda consumida en el mismo sol (metida en su fuego, luz y calor).
- El Pan de la Divina Voluntad,
- El Pan Eucarístico y
- El Pan material (cfr. mensaje del 2 de mayo de 1923).
Aún está
por venir ese Reino, en plenitud.
“Mi mismo pedir al Padre Celestial: «Venga, venga tu Reino,
hágase tu Voluntad así en la tierra como en el Cielo», significaba que con mi
venida a la tierra el Reino de mi Voluntad no se establecía en medio de las
criaturas; de lo contrario habría dicho: «Padre mío, que nuestro Reino, ya
establecido sobre la tierra, sea confirmado y nuestra Voluntad domine y reine».
Por el contrario dije «venga». Eso quería decir que ha de venir y que las criaturas
deben esperarlo con esa certeza con que esperaron al futuro Redentor, porque mi
Voluntad Divina está atada y comprometida en esas palabras del «Padre nuestro»,
y cuando Ella se ata es más que seguro lo que promete” (5 de febrero de 1928).
Jesús
quiso comunicar a Luisa esta gran noticia: que está muy cercano el Reino (de libertad, filial y eucarístico) de
su Divina Voluntad. Será el Reino del que habla el prefacio de Cristo Rey: eterno y universal; de la verdad y la vida;
de la santidad y la gracia; de la justicia, el amor y la paz.
“A mayor razón que todo fue preparado por Mí, no se
necesitaba más que las manifestaciones de mi Reino y lo estoy haciendo. ¿Crees
tú que tantas verdades que te estoy haciendo saber sobre mi «FIAT» sean para
darte una simple noticia? No, no, es porque quiero que todos sepan que su Reino
está cerca y conozcan sus bellas prerrogativas, para que todos deseen y
suspiren por entrar a vivir en un Reino tan santo, lleno de felicidad y de
todos los bienes. Por tanto, eso que a ti te parece difícil, a la potencia de
nuestro «FIAT» es fácil, porque Él sabe quitar todas las dificultades y
conquistar todo como quiere y cuando quiere” (5 de febrero de 1928).
El Señor desea que muchas personas conozcan
esta Gran Noticia comunicada a Luisa Piccarreta y, de otras maneras, a
otros santos después de ella.
En primer lugar ha escogido a su Madre, y
Madre Nuestra, por su humildad y pequeñez. Así, también ha escogido a Luisa
por la misma razón. Dios escoge a los
pequeños para comunicar al mundo sus grandes designios (cfr. mensaje del 10
de noviembre de 1923.
Dios
mediante, en los siguientes tres posts (7, 14 y 21 de diciembre), veremos
cómo el mensaje que recibió la Sierva de Dios Luisa Piccarreta se asemeja mucho, en sus líneas fundamentales, al
que recibió San Josemaría Escrivá de
Balaguer.
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