En este
último post sobre “Vivir en la Voluntad”, terminamos
de estudiar el tema en las enseñanzas de San Josemaría Escrivá de Balaguer.
Lo hemos analizado en Camino y en el
estudio complexivo de E. Burkhart y J. López.
Antoniazzo Romano. Natividad con los santos Lorenzo y Andrés (1480-1485) |
En esta
ocasión continuamos con la última parte del apartado “Amar a Dios y cumplir su voluntad” (cfr. E. Burkhard y J. López, Vida cotidiana y santidad en la enseñanza de
San Josemaría. Estudio de teología espiritual, 1ª Parte, 2° Capítulo, 2°
Apartado). Efectivamente, los autores de este estudio, después de analizar en
qué consiste “amar a Dios” (amar su
Voluntad) dedican una segunda parte a estudiar qué significa “cumplir su Voluntad”.
El comentario a las palabras del Señor: "No todo el que me dice: "Señor,
Señor", entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de
mi Padre, que está en los cielos" (Mt 7, 21), es el siguiente:
“Tu clamar "¡Señor!, ¡Señor!" ha de ir unido, de mil
formas diversas en la jornada, al deseo y al esfuerzo eficaz de cumplir la
Voluntad de Dios” (Forja, 358).
En el
estudio de E. Burkhard y J. López, se desarrolla este tema en dos secciones tituladas: 1ª) “Obras son
amores” y 2ª) “Descubrir y realizar la Voluntad de Dios”.
San Josemaría con frecuencia se refería al
siguiente texto de San Juan: "No
amemos de palabra ni con la boca, sino con obras y de verdad" (1 Jn 3, 18). Además, en un momento de su
vida, cuando era Rector del Patronato de Santa Isabel, en Madrid, e iba a dar
la Comunión a las religiosas del convento anejo, tuvo una locución intelectual
en la que el Señor le decía (como respuesta a lo que expresaba en su interior: “te
amo más que estas”): “Obras son amores,
y no buenas razones”. Es decir, los buenos deseos se han de traducir en
obras concretas de amor.
Pero
“cumplir la Voluntad de Dios” requiere hacer aquello “por amor de Dios”. “No está la santidad en el mucho hacer, sino
en el amar mucho” (Amigos de Dios,
6).
“El cumplimiento glorificador de la Voluntad divina comprende,
pues, dos aspectos: por una parte, querer la Voluntad de Dios "sea la que
sea", por amor suyo, como ya se ha comentado; y por otra, querer cumplir
la Voluntad de Dios "concretamente manifestada a cada uno", poniendo
los medios para realizarla. Estas dos aspiraciones han de ir siempre unidas en
quien quiera dar gloria a Dios” (Vida
cotidiana, o.c).
Los
autores clásicos llaman a estos dos aspectos de la Voluntad de Dios: 1) Voluntad de beneplácito o abandono en
la Providencia, y 2) Voluntad significada
(querer lo que Dios me manifiesta y quiere para mí).
“Para dar gloria a Dios es preciso querer cumplir su Voluntad significada por amor a su Voluntad de
beneplácito. Por ejemplo, para dar gloria a Dios es necesario "cumplir
los mandamientos" (Voluntad significada), pero "cumplirlos por
amor", porque se quiere la Voluntad divina (de beneplácito), sea la que
sea, y no simplemente porque son unas buenas "reglas de conducta", o
por miedo a las consecuencias negativas, o por otro motivo solamente humano” (Vida cotidiana, o.c).
Se trata,
por lo tanto, de cumplir la Voluntad de
Dios como hijos, y no como esclavos (cfr. mensajes recibidos por Luisa
Piccarreta).
“El cumplimiento de la Voluntad divina como acto de amor es la
conducta propia de un hijo de Dios,
radicalmente distinta de la de un esclavo que cumple lo que le manda su señor,
por temor al castigo. San Pablo hace ver esta diferencia cuando escribe: "No habéis recibido el espíritu de
servidumbre para obrar todavía por temor, sino que habéis recibido el Espíritu
de adopción, en virtud del cual clamamos: Abbá, ¡Padre!" (Rm 8,
14-15). Siguiendo esta enseñanza, san Josemaría insiste en que debemos
sentirnos hijos de Dios, y vivir con la ilusión de cumplir la voluntad de
nuestro Padre “Es Cristo que pasa,
17)” (Vida cotidiana, o.c).
San
Josemaría resume admirablemente toda
esta rica enseñanza en el siguiente punto de Camino:
« 815 »
¿Quieres de verdad ser santo? –Cumple el pequeño deber de cada momento: haz lo
que debes y está en lo que haces.
Para San
Josemaría, “vivir la Voluntad de Dios”
equivale a cumplir fielmente y por amor
el pequeño deber de cada instante, ya sea con Dios, con los demás o con uno
mismo.
Al adagio
clásico de Plauto “age quod agis”
(“está en lo que haces”), completado por el padre A. Petit en su libro Sacerdos rite institutus: “Age si quis agis” (“si haces algo, hazlo
efectivamente”), “el Autor agrega la sabia de la dignidad humana y cristiana: Que lo que hagas, sea lo que debes..., es
decir, la Voluntad de Dios y, por tanto, pon al hacerlo el corazón y el alma”
(Pedro Rodríguez, Edición crítica de Camino).
En Burgos, mientras San Josemaría
preparaba este capítulo de Camino
(Cosas pequeñas), escribió también esta ficha: "Santidad al alcance de todos: hacer con la mayor perfección posible las
cosas ordinarias".
Para
cumplir fielmente la Voluntad de Dios y vivir en Ella el camino es sencillo
para el hombre y la mujer que viven en medio de la calle, en los afanes del
mundo: descubre cuál es la Voluntad de Dios para ti (“haz lo que debes”, según la ley moral y la conciencia), en cada
momento, en las cosas pequeñas (en tu vida de oración, en tu vida familiar, en
tu trabajo, en el ambiente social en que te mueves…); y lleva a cabo esas acciones
“estando en ellas”, es decir,
poniendo tus cinco sentidos en aquello que realizas; haciéndolo con la perfección
humana y sobrenatural de las que seamos capaces (cfr. Forja, 713 y Amigos de Dios,
57): haciéndolo con amor. Este es el secreto de la santidad: estar atentos a la
Voluntad de Nuestro Padre, como Cristo.
Según las
enseñanzas de San Josemaría, hacer el
bien es seguir a Cristo.
“Tú, que por ser cristiano estás llamado a ser otro Cristo, ¿mereces que se repita de ti que
has venido (...) a hacer las cosas como un hijo de Dios, atento a la voluntad de su Padre (...)? ¿Estás viviendo la vida de
Cristo, en tu vida ordinaria en medio del mundo?” (Es Cristo que pasa, 21).
Y seguir
a Cristo, a través de María, que
vivió siempre en la Voluntad de Dios, cumpliendo con amor las cosas pequeñas
que tenía entre sus manos, en Nazaret y durante toda su vida. Durante el Adviento la vemos solícita y
llena de amor esperando a su Niño. Nosotros también queremos ponernos a su
lado para que nos enseñe a amar con toda nuestra alma el Querer de Dios en cada
momento de nuestra vida.
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