En la
víspera del Tercer Domingo de Adviento, o Domingo
Gaudete, vamos a continuar con
las enseñanzas de San Josemaría Escrivá
de Balaguer sobre la Voluntad de Dios. En el post pasado estudiamos lo que dice sobre ella en Camino.
Pierre Parrocel (1670-1739). El sueño de José (Catedral de Nimes) |
Ahora
analizaremos el tema en el primer
estudio amplio y detallado que se ha hecho sobre las enseñanzas de San
Josemaría: E. Burkhard y J. López, Vida
cotidiana y santidad en la enseñanza de San Josemaría. Estudio de teología
espiritual.
Esta obra tiene tres partes: 1) La
finalidad de la vida cristiana, 2) El sujeto de la vida cristiana y 3) El
camino de la vida cristiana.
La primera parte tiene, a su vez, tres
capítulos, que desglosan tres jaculatorias que solía repetir mucho San
Josemaría: 1) Deo omnis gloria (para
Dios toda la gloria), 2) Regnare Christum
volumus (queremos que reine Cristo) y 3) Omnes cum Petro ad Iesum per Mariam (todos con Pedro a Jesús por
María). Que tratan sobre 1) Dar gloria a Dios: Contemplación en medio del mundo,
2) Que Cristo reine: Jesucristo en la cumbre de las actividades humanas, y 3)
Edificar la Iglesia: santidad y apostolado.
El tema de la “Voluntad de Dios” está desarrollado
en el primer capítulo, que tiene tres apartados: 1) La noción de “gloria de
Dios” y el acto de “dar gloria a Dios”, 2) Amar a Dios y cumplir su voluntad, y
3) Vida de oración: Contemplación en medio del mundo.
Para
comprender mejor en qué consiste, para San Josemaría, “amar a Dios y cumplir su
voluntad” (2° apartado del 1er. Capítulo de la 1ª parte), conviene encuadrar
este concepto en la visión más abarcante
de “dar a Dios toda la gloria”, que es el fin último del hombre, “para que
Cristo reine” y que “todos vayan con Pedro a Jesús por María”.
“Hemos de dar a Dios
toda la gloria. Él lo quiere: gloriam
meam alteri non dabo, mi gloria no la daré a otro (Is 42, 8). Y por eso queremos nosotros que Cristo reine, ya que per ipsum, et cum ipso, et in ipso, est tibi
Deo Patri Omnipotenti in unitate Spiritus Sancti omnis honor et gloria; por
Él, y con Él, y en Él, es para ti Dios Padre Omnipotente en unidad del Espíritu
Santo todo honor y gloria (Canon de la Misa). Y exigencia de su gloria y de su
reinado es que todos, con Pedro, vayan a Jesús por María” (San Josemaría, Instrucción del 19-III-1934).
Estas
palabras ponen de relieve el carácter
teocéntrico, cristo-céntrico y eclesial o eclesiocéntrico (y por tanto
pneumatológico) de la vida cristiana, y enuncian su "triple dimensión
–trinitaria, cristológica y eclesiológica" (cfr. Vida cotidiana…, o.c.).
Dar gloria a Dios es lo primero, sin lo
cual no puede mencionarse lo demás. “Deus semper maior”. Pero, dar gloria a
Dios, para el hombre, consiste en “conocerle” y, sobre todo, “amarle”. San
Josemaría lo expresa así: “Yo no debo tener más preocupaciones que tu
Gloria..., en una palabra, tu Amor” (Forja, 247).
En este
apartado (“Amar a Dios y cumplir su
voluntad”) los autores examinan los
actos constitutivos del acto interior de amor a Dios, y luego analizan la importancia de realizar su Voluntad con
obras (“cumplir su Voluntad”) y por
amor suyo.
Hay tres elementos del acto interior del
amor: 1) Rectitud de intención (elección), 2) Querer la Voluntad de Dios
(benevolencia) y 3) Corresponder al amor de Dios (amistad). En las enseñanzas
de san Josemaría, dar a Dios toda la gloria es obrar por amor suyo en todo lo
que se hace, y comprende los tres aspectos que se acaban de enunciar.
En primer lugar, el hombre que desea
vivir en la Voluntad de Dios elige, consciente y libremente, buscar sólo y en
todo la gloria de Dios. Dilectio
(amor) deriva de electio (elección).
Amar es escoger algo con una atención esmerada y cuidadosa.
Escogemos
a Dios y lo reconocemos como Supremo Bien, pero
también queremos su bien; es
decir, queremos lo que Él quiere: queremos su Voluntad, causa de todo bien. “Te
alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos” (Gloria en la Misa). La mejor expresión del amor de benevolencia a
Dios es la petición del Padrenuestro: "Hágase tu voluntad" (Mt 6,
10). El modelo perfecto de amor a Dios
es el amor del Hijo hecho hombre. Se manifiesta en la identificación de su
voluntad humana con la Voluntad del Padre, como Él mismo declara: "No he
venido al mundo para hacer mi voluntad, sino la Voluntad de Aquel que me ha
enviado" (Jn 6, 38). Cfr. Vida
cotidiana, o.c.
En las enseñanzas de San Josemaría las
expresiones “dar gloria a Dios” y “cumplir su voluntad” son equivalentes. Solía
rezar con palabras de una antigua oración del Misal Romano: “Quiero lo que quieras, quiero porque
quieres, quiero como quieras, quiero cuando quieras...”.
Amar la Voluntad de Dios, para San
Josemaría, es más que sólo quererla. Porque amarla es amar el mismo Dios: “Ojalá pueda decirse que la característica
que define tu vida es "amar la Voluntad de Dios” (Forja, 48).
Por
último, para realmente amar y vivir en
la Voluntad de Dios hay que
corresponder a ella con obras de amistad, de una amistad verdadera. Es un
amor mutuo, como entre amigos, pero pleno y sublime, porque Dios, al hacernos
hijos suyos y partícipes de su naturaleza, nos ha dado su mismo Amor para que
le amemos. Cfr. Vida cotidiana, o.c.
Queremos a Dios con el mismo querer de Dios.
"El amor es ser
arrebatado por el amado, la fusión en él y la identificación con él y como
él. El amor hace del amado un alter ego, o quizá mejor: hace de mí otro tú, me
identifica con el tú (sobre todo con el Tú absoluto divino) y me hace vivir su vida" (C.
CARDONA, Metafísica del bien y del mal,
Madrid 1987, p. 117).
El amor a
Dios ha de ser, por lo tanto, un amor
con todas las fuerzas y sobre todas las cosas.
“Con el Señor, la única medida es amar sin medida. De una
parte, porque jamás llegaremos a agradecer bastante lo que Él ha hecho por
nosotros; de otra, porque el mismo amor de Dios a sus criaturas se revela así:
con exceso, sin cálculo, sin fronteras” (Amigos de Dios, 232).
Los tres actos del amor interior (elección,
benevolencia y amistad), según las enseñanzas de San Josemaría, tienen necesariamente una dimensión
exterior: "No todo el que me
dice: "Señor, Señor", entrará en el Reino de los Cielos, sino el que
hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos" (Mt 7, 21).
Este
aspecto del “cumplimiento de la Voluntad
de Dios” lo analizaremos en el próximo post.
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