sábado, 14 de diciembre de 2019

Vivir en la Voluntad de Dios (11)


En la víspera del Tercer Domingo de Adviento, o Domingo Gaudete, vamos a continuar con las enseñanzas de San Josemaría Escrivá de Balaguer sobre la Voluntad de Dios. En el post pasado estudiamos lo que dice sobre ella en Camino.     

Pierre Parrocel (1670-1739). El sueño de José (Catedral de Nimes)

Ahora analizaremos el tema en el primer estudio amplio y detallado que se ha hecho sobre las enseñanzas de San Josemaría: E. Burkhard y J. López, Vida cotidiana y santidad en la enseñanza de San Josemaría. Estudio de teología espiritual.

Esta obra tiene tres partes: 1) La finalidad de la vida cristiana, 2) El sujeto de la vida cristiana y 3) El camino de la vida cristiana.

La primera parte tiene, a su vez, tres capítulos, que desglosan tres jaculatorias que solía repetir mucho San Josemaría: 1) Deo omnis gloria (para Dios toda la gloria), 2) Regnare Christum volumus (queremos que reine Cristo) y 3) Omnes cum Petro ad Iesum per Mariam (todos con Pedro a Jesús por María). Que tratan sobre 1) Dar gloria a Dios: Contemplación en medio del mundo, 2) Que Cristo reine: Jesucristo en la cumbre de las actividades humanas, y 3) Edificar la Iglesia: santidad y apostolado.

El tema de la “Voluntad de Dios” está desarrollado en el primer capítulo, que tiene tres apartados: 1) La noción de “gloria de Dios” y el acto de “dar gloria a Dios”, 2) Amar a Dios y cumplir su voluntad, y 3) Vida de oración: Contemplación en medio del mundo.

Para comprender mejor en qué consiste, para San Josemaría, “amar a Dios y cumplir su voluntad” (2° apartado del 1er. Capítulo de la 1ª parte), conviene encuadrar este concepto en la visión más abarcante de “dar a Dios toda la gloria”, que es el fin último del hombre, “para que Cristo reine” y que “todos vayan con Pedro a Jesús por María”.

“Hemos de dar a Dios toda la gloria. Él lo quiere: gloriam meam alteri non dabo, mi gloria no la daré a otro (Is 42, 8). Y por eso queremos nosotros que Cristo reine, ya que per ipsum, et cum ipso, et in ipso, est tibi Deo Patri Omnipotenti in unitate Spiritus Sancti omnis honor et gloria; por Él, y con Él, y en Él, es para ti Dios Padre Omnipotente en unidad del Espíritu Santo todo honor y gloria (Canon de la Misa). Y exigencia de su gloria y de su reinado es que todos, con Pedro, vayan a Jesús por María” (San Josemaría, Instrucción del 19-III-1934).

Estas palabras ponen de relieve el carácter teocéntrico, cristo-céntrico y eclesial o eclesiocéntrico (y por tanto pneumatológico) de la vida cristiana, y enuncian su "triple dimensión –trinitaria, cristológica y eclesiológica" (cfr. Vida cotidiana…, o.c.).

Dar gloria a Dios es lo primero, sin lo cual  no puede mencionarse lo demás. “Deus semper maior”. Pero, dar gloria a Dios, para el hombre, consiste en “conocerle” y, sobre todo, “amarle”. San Josemaría lo expresa así: “Yo no debo tener más preocupaciones que tu Gloria..., en una palabra, tu Amor” (Forja, 247).

En este apartado (“Amar a Dios y cumplir su voluntad”) los autores examinan los actos constitutivos del acto interior de amor a Dios, y luego analizan la importancia de realizar su Voluntad con obras (“cumplir su Voluntad”) y por amor suyo.

Hay tres elementos del acto interior del amor: 1) Rectitud de intención (elección), 2) Querer la Voluntad de Dios (benevolencia) y 3) Corresponder al amor de Dios (amistad). En las enseñanzas de san Josemaría, dar a Dios toda la gloria es obrar por amor suyo en todo lo que se hace, y comprende los tres aspectos que se acaban de enunciar.

En primer lugar, el hombre que desea vivir en la Voluntad de Dios elige, consciente y libremente, buscar sólo y en todo la gloria de Dios. Dilectio (amor) deriva de electio (elección). Amar es escoger algo con una atención esmerada y cuidadosa.

Escogemos a Dios y lo reconocemos como Supremo Bien, pero también queremos su bien; es decir, queremos lo que Él quiere: queremos su Voluntad, causa de todo bien. “Te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos” (Gloria en la Misa). La mejor expresión del amor de benevolencia a Dios es la petición del Padrenuestro: "Hágase tu voluntad" (Mt 6, 10). El modelo perfecto de amor a Dios es el amor del Hijo hecho hombre. Se manifiesta en la identificación de su voluntad humana con la Voluntad del Padre, como Él mismo declara: "No he venido al mundo para hacer mi voluntad, sino la Voluntad de Aquel que me ha enviado" (Jn 6, 38). Cfr. Vida cotidiana, o.c.

En las enseñanzas de San Josemaría las expresiones “dar gloria a Dios” y “cumplir su voluntad” son equivalentes. Solía rezar con palabras de una antigua oración del Misal Romano: “Quiero lo que quieras, quiero porque quieres, quiero como quieras, quiero cuando quieras...”.

Amar la Voluntad de Dios, para San Josemaría, es más que sólo quererla. Porque amarla es amar el mismo Dios: “Ojalá pueda decirse que la característica que define tu vida es "amar la Voluntad de Dios” (Forja, 48). 
   
Por último, para realmente amar y vivir en la Voluntad de Dios hay que corresponder a ella con obras de amistad, de una amistad verdadera. Es un amor mutuo, como entre amigos, pero pleno y sublime, porque Dios, al hacernos hijos suyos y partícipes de su naturaleza, nos ha dado su mismo Amor para que le amemos. Cfr. Vida cotidiana, o.c. Queremos a Dios con el mismo querer de Dios.

"El amor es ser arrebatado por el amado, la fusión en él y la identificación con él y como él. El amor hace del amado un alter ego, o quizá mejor: hace de mí otro tú, me identifica con el tú (sobre todo con el Tú absoluto divino) y me hace vivir su vida" (C. CARDONA, Metafísica del bien y del mal, Madrid 1987, p. 117).

El amor a Dios ha de ser, por lo tanto, un amor con todas las fuerzas y sobre todas las cosas.

“Con el Señor, la única medida es amar sin medida. De una parte, porque jamás llegaremos a agradecer bastante lo que Él ha hecho por nosotros; de otra, porque el mismo amor de Dios a sus criaturas se revela así: con exceso, sin cálculo, sin fronteras” (Amigos de Dios, 232).

Los tres actos del amor interior (elección, benevolencia y amistad), según las enseñanzas de San Josemaría, tienen necesariamente una dimensión exterior: "No todo el que me dice: "Señor, Señor", entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos" (Mt 7, 21).

Este aspecto del “cumplimiento de la Voluntad de Dios” lo analizaremos en el próximo post.



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