lunes, 3 de agosto de 2020

La barca de Pedro zarandeada por las olas

Después de la multiplicación de los panes y los peces, Jesús se retira a orar a monte, mientras los discípulos se echan a la mar en la barca de Pedro (cfr. Mt 14, 22-36). Era como la cuarta vigilia de la noche cuando una tormenta azota con sus olas la barquichuela. Los apóstoles están llenos de temor. Saben que, si no pasa algo inusual, la barca se puede ir a pique.

Cristo en la tempestad del mar de Galilea - Brueghel, Jan (El ...
Cristo en la tempestad del mar de Galilea, de Jan Brueghel (1568-1625) 

Así está la Iglesia, zarandeada por las olas: la ola negra del laicismo, la ola roja del marxismo, en sus diversas formas, y la ola verde y viscosa de la impureza. También ahora, como entonces, somos amenazados por la tormenta, que se cierne sobre la barca de Pedro.

Hace tres años (15 de julio de 2017), durante el funeral del Cardenal J. Meisner, el arzobispo G. Gänswein, secretario del papa emérito Benedicto XVI, leía una carta suya: “Cuando el miércoles pasado me llegó por teléfono la noticia del fallecimiento del cardenal Meisner, mi primera reacción fue de incredulidad, ya que el día anterior habíamos hablado por teléfono (…).Lo que me impresionó especialmente en la última conversación con el fallecido cardenal fue la serenidad sosegada, la alegría interior y la confianza que él había encontrado. Sabemos que para él, pastor y cura apasionado, fue difícil dejar su oficio, justamente en una época en la Iglesia necesita en forma especialmente apremiante pastores convincentes que resistan la dictadura del espíritu de la época y vivan y piensen decididamente la fe. Pero mucho más me conmovió percibir que en este último período de su vida él había aprendido a soltarse y vivía cada vez más de la profunda certeza que el Señor no abandona a su Iglesia, aunque a veces la barca está a punto de zozobrar”.

¿Cuál fue el secreto del Cardenal Meisner? El mismo que el de Pedro y los demás apóstoles, cuando la barca estaba a punto de hundirse: mirar a Jesús, confiar plenamente en Él. Nos lo dice el mismo papa Benedicto: “Cuando en su última mañana el cardenal Meisner no apareció en la Misa fue encontrado muerto en su habitación. El Breviario se había escurrido de sus manos: él falleció rezando, a los ojos del Señor, en diálogo con el Señor. El modo de morir que le fue concedido señala una vez más cómo él vivió: a los ojos del Señor y en diálogo con él. Por eso podemos encomendar confiados su alma a la bondad de Dios”. María, faro esplendente, nos conducirá a puerto seguro si acudimos a ella.

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