El pasaje del profeta Ezequiel
(cfr. Ez 37, 1-14), sobre los huesos secos que reviven, nos impresiona cada vez
que lo leemos. «‘Esto dice el Señor: Ven,
espíritu, desde los cuatro vientos y sopla sobre estos muertos, para que
vuelvan a la vida’». Era la de la casa de Israel, que decía: «‘Nuestros huesos están secos; pereció
nuestra esperanza y estamos destrozados’».
San Pío X (pontificado de 1903 a 1914) |
El Nuevo Israel es la Iglesia. Nosotros también podemos estar con poca
esperanza y “con los huesos secos”;
quizá especialmente durante esta prueba que ha permitido el Señor en todo el
mundo para nuestra purificación. Pero el Señor habla a los israelitas: «‘Pueblo mío, yo mismo abriré sus sepulcros,
los haré salir de ellos y los conduciré de nuevo a la tierra de Israel». De
hecho, en los siguientes versículos del capítulo 37, promete que unirá de nuevo
los dos reinos separados (Judá e Israel).
Los Padres de la Iglesia (por ejemplo, San Ireneo y San Jerónimo)
interpretan este texto de la Escritura aludiendo a los “últimos tiempos” en los
que el Señor unirá a todos los pueblos de la humanidad bajo un solo Pastor. La
unidad y la vida nueva, para todos los hombres, llegarán a realizarse algún
día, quizá no muy lejano, si lo pedimos insistentemente, como los primeros cristianos:
«Maran atha!», «¡Ven Señor, Jesús!» (cfr. 1 Cor 16, 22 y Apoc 22, 20).
San Pío X, cuya memoria se celebra el 21 de agosto,
tenía como lema «Instaurare omnia in
Christo». A los dos meses del inicio de su pontificado escribía, en la
Encíclica E supremi apostolatus cathedra
(4-X-1903): «en la gestión de nuestro pontificado tenemos un solo propósito,
Instaurare omnia in Cristo (Eph 1,
10), para que efectivamente sea omnia et
in ómnibus Christus (Col 3, 11)». Pero, ¿por qué eligió estas palabras?,
¿qué significado tenían para él?
El lema de San Pío X tiene muchos matices pero lo que él se había propuesto era restaurar la «civilización cristiana» en todos sus aspectos (ver artículo en pdf); «informar el mundo entero con el espíritu de Jesús, colocar a Cristo en la entraña de todas las cosas» (San Josemaría, Camino 105). Se trataba de someter todo a Dios: devolver a Dios la entera sociedad humana, alejada de la sabiduría de Cristo. De este modo, frente a la descristianización y secularización que se estaban llevando a cabo en nombre de la modernidad, el papa deseaba «que Cristo sea todo en todos (Col 3, 11), para la salvación eterna de los hombres, por la implantación del reino de Dios en la tierra» (Encíclica Communium rerum, 20-IV-1909). Qué Santa María Reina (22 de agosto, en este año) nos ayude a colaborar en esta misión perenne de la Iglesia, hasta la consumación escatológica.
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