viernes, 16 de octubre de 2020

Marcados por el Espíritu Santo

San Pablo explica a la comunidad de Éfeso que ellos, los que han recibido el Bautismo, han sido marcados con el sello del Espíritu Santo, que es la garantía de que alcanzarán la herencia prometida. Y les anima, mientras llega el momento de la liberación, al final de los tiempos, a alabar a Dios con toda el alma; para eso han sido destinados: para la alabanza continua de su gloria (cfr. Ef 1, 11-14).

La Iglesia es como una Ciudad amurallada

El Salmo 32 nos invita a repetir: “Alabemos al Señor con alegría”. “Que los justos aclamen al Señor; es propio de los justos alabarlo”. “Feliz la nación cuyo Dios es el Señor, dichoso el pueblo que escogió por suyo”.

¿Es bueno sentirse “escogidos”? ¿No es una forma de elitismo? No, por supuesto que no. La palabra "iglesia" viene del latín ecclesia, y este del griego, ekklesia (κκλησία). San Pablo usó esta palabra para referirse a la congregación de creyentes cristianos.  Es una palabra compuesta por la preposición griega ek (κ), que denota un origen y que puede traducirse independientemente como desde; y kaleo (καλέω), que significa llamar, escoger. La definición más genérica es la de "una reunión de ciudadanos llamados desde sus hogares a un lugar público"; es decir, escogidos para reunirse en una asamblea. Los ekkletoi (los llamados, los escogidos) constituyen la Ekklesia.

Si no “sentimos” profundamente el gozo de haber sido “escogidos”, “llamados” por Cristo a su Iglesia, no comprenderemos la urgencia de salir a las plazas y a los cruces de caminos para invitar a nuestros hermanos a pertenecer a la Ekklesia, y a seguir a Cristo reunidos en este Misterio de Comunión de los hombres entre sí, por Cristo, en el Espíritu Santo.

Ahora, la belleza de la Iglesia está como oculta por las consecuencias del pecado original y nuestros pecados personales. Pero llegará el momento de la liberación y, entonces, no habrá nada oculto que no llegue a descubrirse, ni nada secreto que no llegue a conocerse. La verdad “se proclamará desde las azoteas” (cfr. Lc 12, 1-7).

¿Cuál es la conclusión que podemos sacar de estos textos de la Escritura? Lo que nos dice el Señor continuamente: no temer, ser valientes para vivir como cristianos. Saber que, cada uno de nosotros, valemos toda la Sangre de Cristo. Sentir vivamente el gozo de ser suyos y de haber sido elegidos por Él. Anunciarlo en todas nuestras palabras y obras. María no se avergonzaba de ser la Madre de Jesús. Al contrario, lo manifestaba siempre, agradecida por el don recibido. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario