martes, 6 de octubre de 2020

"Fratelli tutti"

Pablo, fiel a sus tradiciones y a su fe en el Dios de Israel, persigue a los cristianos. No los ve como hermanos, aunque la gran mayoría de ellos eran judíos, sino como enemigos.

"Fratelli tutti"

Pero Dios lo escogió desde el seno materno (cfr. Gal 1, 13-24) para darle a conocer el designio de su voluntad: que Él es Padre de todos los hombres, no sólo de los judíos celosos. Y lo envió a anunciar a los gentiles la Buena Nueva de que todos somos hermanos, revelada por su Hijo, Jesucristo.

Jesús, no sólo enseñó el mandamiento del amor en su predicación oral, sino que “coepit facere et docere” (Hech 1, 1), comenzó a hacer antes de enseñar; es decir, proclamo con su ejemplo que nadie queda excluido del amor de Dios y que Él quiere “que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tim 2, 4). Nos enseñó, con su vida entera, la “imaginación de la caridad”.

El Señor se preocupa por todos, sanos y enfermos, ricos y pobres, justos y pecadores, judíos y gentiles. Se hospeda en casa de Marta (cfr. Lc 10, 38-42) y convive estrechamente con los miembros de esa familia de Betania, pero también come con publicanos y pecadores; y atiende las necesidades de la cananea y del centurión de Cafarnaúm. Su corazón está abierto a todos los hombres. Nos enseña, en la práctica, que todos somos hermanos e hijos de Dios.

Este es el mensaje que el Papa Francisco ha querido recordarnos para ponerlo muy en alto, a través de su Encíclica “Fratelli tutti”. “Las siguientes páginas no pretenden resumir la doctrina sobre el amor fraterno, sino detenerse en su dimensión universal, en su apertura a todos” (n. 6). Este deseo de “fraternidad universal” y de “caridad social” no se contrapone a nuestra identidad cristiana. El Papa no pretende diluirla o modificar la verdad de que Cristo es el Único Mediador. No podemos renunciar a esta convicción, pero sí podemos vivirla respetando la “libertad de las conciencias” de todos los hombres, “veritatem facientes in caritate” (Ef 4, 15). La “libertad de conciencia”, es decir, el relativismo, el negar que Dios ha revelado en Cristo la verdad plena por la cual nos salvamos, es un error. El Papa, en su Encíclica no busca eso. Lo que quiere es mostrar su apertura a todas las religiones y culturas; a todos los hombres de buena fe. Y lo hace con palabras acordes a ese fin: “Si bien la escribí desde mis convicciones cristianas, que me alientan y me nutren, he procurado hacerlo de tal manera que la reflexión se abra al diálogo con todas las personas de buena voluntad” (n.6). 

No hay comentarios:

Publicar un comentario