Hay un viejo dicho
que dice: “el sentido común es el menos
común de los sentidos”. Y es verdad. No es fácil encontrar el sentido común
en nuestra época. Y, sin embargo, es tan necesario…
El sentido común es la capacidad para juzgar razonablemente las situaciones de la vida cotidiana y decidir con acierto. Se basa en la capacidad que tiene el hombre para conocer la verdad. El pecado, las ideologías, las elucubraciones humanas equivocadas, nos han llevado a que cada vez sea más raro encontrar personas con sentido común. Indudablemente, una persona que vive bien, tiene más facilidad para pensar bien. También se suele decir que “el que no vive como piensa acaba pensando como vive”. Los malos hábitos llevan a pensar mal, a tener poco sentido común, a engañarse a sí mismo.
Por otra parte, la
fe, la capacidad de aceptar el misterio
en nuestra vida, refuerza el sentido común natural. Un persona de fe,
aunque no tenga mucha cultura, sabe razonar mejor que un “sabio” según el
mundo, que no tenga el sentido del misterio en el que estamos envueltos, que no
se abra a la trascendencia.
Todo este preámbulo
surgió en mi mente después de leer el texto de Lc 13, 10-17. Te aconsejo meditarlo, bajo la perspectiva del
sentido común, y sacar tus propias consecuencias: «Un sábado, estaba Jesús enseñando
en una sinagoga. Había ahí una
mujer que llevaba dieciocho años enferma por causa de un espíritu malo. Estaba
encorvada y no podía enderezarse. Al verla, Jesús la llamó y le dijo: “Mujer,
quedas libre de tu enfermedad”. Le impuso las manos y, al instante, la mujer se
enderezó y empezó a alabar a Dios.
Pero el jefe de la sinagoga,
indignado de que Jesús hubiera hecho una curación en sábado, le dijo a la
gente: “Hay seis días de la semana en que se puede trabajar; vengan, pues,
durante esos días a que los curen y no el sábado”.
Entonces el Señor dijo: “¡Hipócritas! ¿Acaso no desata cada uno de
ustedes su buey o su burro del pesebre para llevarlo a abrevar, aunque sea
sábado? Y a esta hija de Abraham, a la que Satanás tuvo atada durante dieciocho
años, ¿no era bueno desatarla de esa atadura, aun en día de sábado?».
Cuando Jesús dijo esto, sus enemigos quedaron en vergüenza; en cambio, la gente [con sentido común y fe] se alegraba de todas las maravillas que él hacía”.
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