El evangelio del Domingo
XXV del tiempo ordinario trata sobre los trabajadores
llamados a la viña del señor (cfr. Mt 20, 1-16). Además, san Pablo nos
insta a llevar “una vida digna del Evangelio de Cristo” (cfr. Fil 1, 20-24.27).
En ese texto, el Apóstol de las gentes abre su alma y dice que, para él, lo más
cómodo sería morir, para estar con Cristo pero, por el bien de sus hermanos, se inclina por seguir trabajando en la viña
del Señor.
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Bartolomé Esteban Murillo (1618-1682), La Sagrada Familia con San Juan Niño
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El hombre fue hecho para trabajar (cfr. Gen 2, 15). Para quienes vivimos en el mundo, el trabajo es
medio de santificación. Por él nos unimos a Cristo. Dios llama a todos a su viña, aunque a distintas horas, es decir,
de distintas maneras. Cada hombre, delante de Dios, es único. Cada uno de
nosotros tiene una vocación personal, que se va conformando a lo largo de la
vida, y hemos de descubrir. Y ese camino
implica un trabajo bien hecho: requiere que, aquello de lo que nos
ocupamos, pueda ser ofrecido a Dios como un sacrificio agradable en su
presencia; como el sacrificio de Abel.
La pereza es el primer frente en el que tenemos que
luchar cada día. De la holgazanería se siguen todos
los vicios. El perezoso no lleva una vida digna del Evangelio. "Pasé al lado del campo del flojo, caminé alrededor de la viña de un
tonto: ¡ortigas por todas partes, el suelo cubierto de zarzas, el muro de
piedras caído! Después de haberlo visto, reflexioné y saqué la lección: se hace
una corta siesta, se alarga el rato para cruzarse de brazos; ¡pero la pobreza
se aproxima a ti como un merodeador, la miseria cae sobre ti como un hombre
armado!" (Prov 24, 30-34).
Cada uno debe
responder ante Dios del tiempo y los dones recibidos, para hacerlos rendir
lo mejor posible No caben las comparaciones y envidias. Al final, el Señor nos
recompensará por el amor que hemos puesto
en el trabajo encomendado; por nuestra rectitud de intención; por el empeño
que hemos puesto en hacerlo lo mejor posible. No es cuestión de tener “éxito”.
No es lo mismo un trabajo “que sale bien” (para quedar bien) que un trabajo “bien
hecho” (de cara a Dios). El resumen de amor a las almas es: trabajar mucho, bien y con alegría. Y,
sobre el descanso, recordemos lo que decía Santa Teresa: “Si no es con Dios o por Dios, no hay descanso que no canse, porque se
ve ausente de su verdadero descanso, y así es cosa muy clara que, como digo, no
pasa en disimulación” (Libro de su Vida, 26, 1). Sigamos el ejemplo del trabajo oculto de María en Nazaret.
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