domingo, 20 de septiembre de 2020

Trabajar en la viña del Señor

El evangelio del Domingo XXV del tiempo ordinario trata sobre los trabajadores llamados a la viña del señor (cfr. Mt 20, 1-16). Además, san Pablo nos insta a llevar “una vida digna del Evangelio de Cristo” (cfr. Fil 1, 20-24.27). En ese texto, el Apóstol de las gentes abre su alma y dice que, para él, lo más cómodo sería morir, para estar con Cristo pero, por el bien de sus hermanos, se inclina por seguir trabajando en la viña del Señor.

Bartolomé Esteban Murillo (1618-1682), La Sagrada Familia con San Juan Niño

El hombre fue hecho para trabajar (cfr. Gen 2, 15). Para quienes vivimos en el mundo, el trabajo es medio de santificación. Por él nos unimos a Cristo. Dios llama a todos a su viña, aunque a distintas horas, es decir, de distintas maneras. Cada hombre, delante de Dios, es único. Cada uno de nosotros tiene una vocación personal, que se va conformando a lo largo de la vida, y hemos de descubrir. Y ese camino implica un trabajo bien hecho: requiere que, aquello de lo que nos ocupamos, pueda ser ofrecido a Dios como un sacrificio agradable en su presencia; como el sacrificio de Abel.

La pereza es el primer frente en el que tenemos que luchar cada día. De la holgazanería se siguen todos los vicios. El perezoso no lleva una vida digna del  Evangelio. "Pasé al lado del campo del flojo, caminé alrededor de la viña de un tonto: ¡ortigas por todas partes, el suelo cubierto de zarzas, el muro de piedras caído! Después de haberlo visto, reflexioné y saqué la lección: se hace una corta siesta, se alarga el rato para cruzarse de brazos; ¡pero la pobreza se aproxima a ti como un merodeador, la miseria cae sobre ti como un hombre armado!" (Prov 24, 30-34).

Cada uno debe responder ante Dios del tiempo y los dones recibidos, para hacerlos rendir lo mejor posible No caben las comparaciones y envidias. Al final, el Señor nos recompensará por el amor que hemos puesto en el trabajo encomendado; por nuestra rectitud de intención; por el empeño que hemos puesto en hacerlo lo mejor posible. No es cuestión de tener “éxito”. No es lo mismo un trabajo “que sale bien” (para quedar bien) que un trabajo “bien hecho” (de cara a Dios). El resumen de amor a las almas es: trabajar mucho, bien y con alegría. Y, sobre el descanso, recordemos lo que decía Santa Teresa: “Si no es con Dios o por Dios, no hay descanso que no canse, porque se ve ausente de su verdadero descanso, y así es cosa muy clara que, como digo, no pasa en disimulación” (Libro de su Vida, 26, 1). Sigamos el ejemplo del trabajo oculto de María en Nazaret.

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