Celebramos el Santísimo Nombre de María. La traducción
más común de “María” es la de “Señora”. María es la Señora por excelencia. Así
la honramos los cristianos. El Papa
Inocencio XI adopta esta festividad para la Iglesia de Occidente en 1683,
como una acción de gracias por el fin
del sitio de Viena y la derrota de los turcos por las fuerzas de Juan
Sobieski, rey de Polonia. En esta celebración los fieles encomiendan a Dios,
por la intercesión de nuestra Santa Madre, las
necesidades de la Iglesia, y dan gracias por su maternal protección y sus
innumerables beneficios.
"Nuestra Señora de la Vida", pintura de Ana Laura Salazar. Parroquia de San Josemaría en la Ciudad de México |
“María” es un
nombre lleno de dulzura. Recuerdo
que hace años, en un club de muchachos se organizaba todos los años un concurso
de repostería para las mamás de los chicos. Era una manera de invitarlas a que
conocieran el club y vieran de cerca la formación que recibían sus hijos. Cada
una de ellas preparaba un pastel y lo llevaba a la sede del club en donde se
organizaba una comida con el esperado postre para terminar. Entonces se hacía
una votación para designar cuál había sido el pastel más apreciado. Y, a la que
lo había hecho, se le daba un premio y se le nombraba, solemnemente, “la mamá más dulce”.
Nosotros, sin
necesidad de hacer un concurso parecido, tenemos la seguridad de que María es Nuestra Madre, la más Dulce de todas: la más cariñosa,
la que está siempre pendiente de cada uno de sus hijos, la que pone todos los
medios para que alcancemos la meta a la que su Hijo nos ha llamado.
Es muy fácil y
gozoso acudir a la protección de Nuestra
Señora. Podemos hacerlo con la popular oración
de San Bernardo, el “Memorare” o “Acordaos”. Muchos santos la han rezado
diariamente y, de modo especial, en los peligros.
Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María! / que jamás se ha oído decir /
que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, / implorando vuestro
auxilio, / haya sido desamparado. / Animado por esta confianza, a Vos acudo, / oh
Madre, Virgen de las vírgenes, / y gimiendo bajo el peso de mis pecados / me
atrevo a comparecer ante Vos. / Oh madre de Dios, no desechéis mis súplicas, / antes
bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. Amén.
Otra oración, muy conocida en
México, con la cual podemos también acudir con frecuencia a la Virgen, es
la siguiente:
Dulce Madre no te alejes, / tu vista de mí no apartes. / Ven conmigo a todas partes / y solo nunca me dejes. / Y ya que me proteges tanto como verdadera Madre, / haz que me bendiga el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
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