Antiguamente, se
solía decir que la misión de la Iglesia
es la “salus animarum”, es decir, la salvación o la salud de las almas,
entendiendo por “alma” a todo la persona humana, que es corporal y espiritual,
pero poniendo énfasis en el bien
espiritual del hombre. Esta definición de la misión de la Iglesia, como no
podía ser de otra manera, sigue siendo válida. Ahora se puede expresar de otras
formas pero, en el fondo, se viene a decir lo mismo. Por ejemplo, podemos definir
la Iglesia como “la comunión de los
hombres con Dios y entre sí, por Cristo, en el Espíritu Santo”. La misión
de la Iglesia es “ser instrumento de comunión”, o “ser sacramento universal de
salvación”.
Siervo de Dios, Romano Guardini (1885-1968) |
Lo que no podemos
perder de vista nunca es que la misión de la Iglesia es dar gloria a Dios y buscar el bien de los hombres, especialmente el bien espiritual. Es
importante subrayar esta prioridad. Todas las obras sociales y asistenciales
que hagamos con nuestros hermanos, no tendrían sentido si no buscamos, ante todo,
su bien espiritual: la salvación de su alma. Respetando siempre la libertad de
cada uno, rezamos y ponemos todos los medios posibles para que todos los hombres lleguen al conocimiento de la verdad en el
amor. Y creemos que Cristo es el único Mediador (cfr. Congregación para la
Doctrina de la Fe, Declaración Dominus
Iesus, sobre la unicidad y la universalidad salvífica de Jesucristo y de la Iglesia,
6 de agosto de 2000).
A la luz de este
principio podemos leer y meditar los textos
del Domingo XXIII del tiempo ordinario. Por ejemplo: “yo te pediré a ti cuentas de su vida” (cfr. Ez 33, 7-9); “el cumplimiento pleno de la ley consiste en
amar” (cfr. Rom 13, 8-10); “no
endurezcan su corazón” (Salmo 94); “Dios
nos confió el mensaje de la reconciliación” (Aleluya); “si tu hermano comete un pecado, ve y
amonéstalo a solas” (cfr. Mt 18, 15-20).
El hombre no es sólo entendimiento, voluntad y emociones; también es “relación”, que es constitutiva de su ser hombre: no algo añadido y accidental. Precisamente el Concilio Vaticano II puso de relieve este aspecto al fomentar la “espiritualidad de comunión”. Recordaremos la famosa frase de Romano Guardini recogida al comienzo de su libro El sentido de la Iglesia: “un acontecimiento religioso de alcance trascendental ha hecho aparición: la Iglesia nace en las almas”. Esta frase la pronunció en una conferencia que dictó al comienzo de su docencia universitaria en Bonn, en el año de 1922, hace casi cien años. María, Madre de la Iglesia, nos ayudará a tener un corazón grande para aprender a querer a nuestros hermanos, por amor a Dios.
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