martes, 8 de septiembre de 2020

La genealogía del Señor

Celebramos la fiesta de la Natividad de Nuestra Señora. En el texto evangélico de la Misa se puede leer la genealogía del Señor según San Mateo. Es la genealogía de José. San Lucas nos presenta otra genealogía. Algunos exégetas opinan que podría ser la de la Virgen. De cualquier manera, sabemos que Jesús era descendiente de David y, como todos los judíos, conocía bien quiénes eran sus antepasados, lo mismo que José y Nuestra Señora.

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En un tiempo en que los rápidos cambios culturales y sociales oscurecen el sentido de la tradición y exponen, especialmente a las nuevas generaciones, al riesgo de perder la relación con las propias raíces, es especialmente urgente la tarea de recordar a los demás la memoria de su propia identidad.

Todos sentimos la necesidad de estar enraizados en la historia humana, de buscar las raíces profundas de nuestra persona, de nuestra familia, de la cultura y sociedad a la que pertenecemos. En definitiva, todos buscamos el sentido de nuestra existencia. Pero las raíces más profundas de la humanidad, son las religiosas, porque, en última instancia, todos los hombres estamos emparentados, formamos parte de una misma familia y somos hijos de Dios. A la pregunta que se hace todo hombre sobre el origen de su existencia, se puede responder de muchas maneras. Los cristianos estamos convencidos de que Dios es la única respuesta profunda y plena. Además, creemos que, para ser verdaderamente humana, la cultura debe ahondar sus raíces en Jesucristo.

Meditemos unas palabras de Benedicto XVI en esta fiesta: «El pasaje evangélico que acabamos de escuchar amplía nuestros horizontes. Presenta la historia de Israel desde Abraham como una peregrinación que, con subidas y bajadas, por caminos cortos y por caminos largos, conduce en definitiva a Cristo. La genealogía con sus figuras luminosas y oscuras, con sus éxitos y sus fracasos, nos demuestra que Dios también escribe recto en los renglones torcidos de nuestra historia. Dios nos deja nuestra libertad y, sin embargo, sabe encontrar en nuestro fracaso nuevos caminos para su amor. Dios no fracasa. Así esta genealogía es una garantía de la fidelidad de Dios, una garantía de que Dios no nos deja caer y una invitación a orientar siempre de nuevo nuestra vida hacia él, a caminar siempre nuevamente hacia Cristo» (Homilía en el Santuario mariano de Mariazell, Austria, el 8-IX-2007). Jesús recibió de María su carne, su sangre, su comportamiento y su palabra; incluso su forma de pensar, la forma de su alma. A través de ella acogió la herencia de sus antepasados y el peso de su historia. 

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