Celebramos la
fiesta de la Natividad de Nuestra Señora.
En el texto evangélico de la Misa se puede leer la genealogía del Señor según San Mateo. Es la genealogía de José.
San Lucas nos presenta otra genealogía. Algunos exégetas opinan que podría ser
la de la Virgen. De cualquier manera, sabemos que Jesús era descendiente de
David y, como todos los judíos, conocía
bien quiénes eran sus antepasados, lo mismo que José y Nuestra Señora.
En un tiempo en que
los rápidos cambios culturales y sociales oscurecen
el sentido de la tradición y exponen, especialmente a las nuevas
generaciones, al riesgo de perder la relación con las propias raíces, es especialmente urgente la tarea de recordar a
los demás la memoria de su propia
identidad.
Todos sentimos la
necesidad de estar enraizados en la
historia humana, de buscar las raíces profundas de nuestra persona, de nuestra
familia, de la cultura y sociedad a la que pertenecemos. En definitiva, todos
buscamos el sentido de nuestra existencia. Pero las raíces más profundas de la humanidad, son las religiosas,
porque, en última instancia, todos los hombres estamos emparentados, formamos parte de una misma familia y somos
hijos de Dios. A la pregunta que se hace todo hombre sobre el origen de su
existencia, se puede responder de muchas maneras. Los cristianos estamos
convencidos de que Dios es la única respuesta profunda y plena. Además, creemos
que, para ser verdaderamente humana, la
cultura debe ahondar sus raíces en Jesucristo.
Meditemos unas palabras de Benedicto XVI en esta fiesta: «El pasaje evangélico que acabamos de escuchar amplía nuestros horizontes. Presenta la historia de Israel desde Abraham como una peregrinación que, con subidas y bajadas, por caminos cortos y por caminos largos, conduce en definitiva a Cristo. La genealogía con sus figuras luminosas y oscuras, con sus éxitos y sus fracasos, nos demuestra que Dios también escribe recto en los renglones torcidos de nuestra historia. Dios nos deja nuestra libertad y, sin embargo, sabe encontrar en nuestro fracaso nuevos caminos para su amor. Dios no fracasa. Así esta genealogía es una garantía de la fidelidad de Dios, una garantía de que Dios no nos deja caer y una invitación a orientar siempre de nuevo nuestra vida hacia él, a caminar siempre nuevamente hacia Cristo» (Homilía en el Santuario mariano de Mariazell, Austria, el 8-IX-2007). Jesús recibió de María su carne, su sangre, su comportamiento y su palabra; incluso su forma de pensar, la forma de su alma. A través de ella acogió la herencia de sus antepasados y el peso de su historia.
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