Como estoy recuperándome del Covid (pido tus oraciones) no me siento con ánimos de escribir algo más elaborado. Prefiero transcribirte un comentario de Benedicto XVI a los textos del Domingo 33° del Tiempo ordinario (16-XI-2008).
«La Palabra de Dios
de este domingo, penúltimo del año litúrgico, nos invita a estar vigilantes y activos, en espera de la vuelta del
Señor Jesús al final de los tiempos. La página del Evangelio narra la célebre parábola de los talentos, referida por
san Mateo (cf. Mt 25, 14-30). El "talento" era una antigua moneda
romana, de gran valor, y precisamente a causa de la popularidad de esta
parábola se ha convertido en sinónimo de
dote personal, que cada uno está llamado a hacer fructificar. En realidad,
el texto habla de "un hombre que, al ausentarse, llamó a sus siervos y les
encomendó su hacienda" (Mt 25, 14).
El hombre de esta
parábola representa a Cristo mismo;
los siervos son los discípulos; y los talentos son los dones que Jesús les
encomienda. Por tanto, estos dones, no sólo representan las cualidades
naturales, sino también las riquezas que
el Señor Jesús nos ha dejado como herencia para que las hagamos fructificar:
su Palabra, depositada en el santo Evangelio; el Bautismo, que nos renueva en
el Espíritu Santo; la oración -el "padrenuestro"- que elevamos a Dios
como hijos unidos en el Hijo; su perdón, que nos ha ordenado llevar a todos; y
el sacramento de su Cuerpo inmolado y de su Sangre derramada. En una palabra:
el reino de Dios, que es él mismo, presente y vivo en medio de nosotros.
Este es el tesoro que Jesús encomendó a sus amigos al final de su breve existencia terrena. La parábola de hoy insiste en la actitud interior con la que se debe acoger y valorar este don. La actitud equivocada es la del miedo: el siervo que tiene miedo de su señor y teme su regreso, esconde la moneda bajo tierra y no produce ningún fruto. Esto sucede, por ejemplo, a quien, habiendo recibido el Bautismo, la Comunión y la Confirmación, entierra después dichos dones bajo una capa de prejuicios, bajo una falsa imagen de Dios que paraliza la fe y las obras, defraudando las expectativas del Señor.
Pero la parábola da más relieve a los buenos frutos producidos por los discípulos que, felices por el don recibido, no lo mantuvieron escondido por temor y celos, sino que lo hicieron fructificar, compartiéndolo, repartiéndolo. Sí; lo que Cristo nos ha dado se multiplica dándolo. Es un tesoro que hemos recibido para gastarlo, invertirlo y compartirlo con todos, como nos enseña el apóstol san Pablo, gran administrador de los talentos de Jesús». María nos ayudará a ser "siervos buenos y fieles", para que podamos participar un día en "el gozo de nuestro Señor".
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