Virgen del Carmen con Santa Teresa de Ávila, San Juan de la Cruz, San Simón Stock, San José, la Santísima Trinidad y las almas del purgatorio. Óleo sobre lámina de cobre. Autor desconocido. Siglo XVIII. Sala Mariana de la Pinacoteca de La Profesa, en la Ciudad de México.
Por consejo de un sacerdote amigo, desde hace dos meses, comencé a redactar, con cierta periodicidad, unas breves "cápsulas en tiempo de pandemia", especialmente dirigidas a los sacerdotes del centro de la ciudad de México. Esta ha sido la motivación para tomar de nuevo la pluma: utilizar como modelo esos escritos y ponerlos también en este blog, pues todos ellos, como es natural, se relacionan con lo que Nuestra Señora quiere que hagamos en estos momentos de la historia que nos ha tocado vivir, y así nos preparemos para "El Aviso" que, al parecer, no tardará mucho en llegar.
La motivación más inmediata ha sido la fiesta de Nuestra Señora del Carmen, que hoy celebramos. Esta circunstancia me ha recordado que la Virgen se apareció en Garabandal precisamente bajo esta advocación. ¿Porqué la habrá escogido Nuestra Madre? Según el conocimiento más o menos amplio que tengamos sobre las apariciones, cada uno podremos intentar descubrir diversas causas. Lo importante es que Ella ha querido manifestarse como Madre protectora, que desea ayudarnos en momentos difíciles, y que nos pide que le tangamos plena confianza, como lo ha hecho siempre. Pues "jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a Ella, implorado su asistencia y reclamado su socorro, haya sido abandonado" (Acordaos, Oración de San Bernardo).
Y ahora, pasemos a la "cápsula en tiempo de pandemia" que corresponde al 16 de julio. Es la n° 33 de las escritas a los sacerdotes mexicanos. Espero que estas "capsulas" puedan ayudarnos a todos a "crecer más para adentro" en el amor de Dios, y también a "salir más hacia fuera", en el amor a nuestros hermanos.
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"En aquel tiempo, Jesús dijo: “Vengan a mí, todos los que están
fatigados y agobiados por la carga, y yo les daré alivio”" (Mt 11, 28).
Al celebrar la memoria de Nuestra Señora
del Carmen, comprendemos que Jesús ha encargado a su Madre que coopere con
Él en esta tarea de aliviar y consolar. Ella, la Mujer sencilla que meditaba
las palabras y los gestos de Jesús con un corazón manso y humilde, se acerca a sus hijos continuamente
para hacer el yugo del Señor suave y su carga ligera.
Algunas veces, la Virgen se ha aparecido, de manera extraordinaria, a hombres y
mujeres escogidos, que han tenido la dicha de verla y escucharla aquí en la
tierra. Una de ellas fue en el siglo XIII, al sexto general de la Orden del
Monte Carmelo, San Simón Stock
(+1265). Según la tradición, la aparición de Nuestra Señora, rodeada de
ángeles, tuvo lugar el 16 de julio de
1251, y le mostró el santo
Escapulario de la Orden diciéndole: "Este será el privilegio
para ti y todos los carmelitas; quien muriere con él no padecerá el fuego
eterno, es decir, el que con él muriere se salvará". Este santo había
sido ermitaño en Inglaterra y luego se incorporó a la Orden de los Carmelitas
que, como sabemos nació en el siglo XII,
en el Monte Carmelo (“Karmel” = jardín), donde el profeta Elías lucho en la
defensa de la pureza del Dios de Israel, venciendo a los profetas de Baal (cfr.
1 Re 18, 20-40). Después de tres años de sequía, subió al Carmelo y, desde su
cumbre, vio cómo se acercaba una pequeña
nubecita portadora de la lluvia tan deseada, que ponía fin a aquel tiempo
de prueba. Esa pequeña nube una imagen de María Estrella del Mar y patrona de los marineros. Desde el principio, los
ermitaños carmelitas la tuvieron como
protectora y, al ser aprobados por el Papa Inocencio IV en 1247, tomaron
por nombre el de Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo.
El escapulario del Carmen se puede imponer a todos los que deseen ponerse bajo la protección
de Nuestra Madre, incluidos los no católicos. Con su ayuda podremos llevar el suave yugo de Cristo. Es un sacramental por el
que manifestamos nuestro amor a la Virgen, Madre
de la Misericordia y de la Esperanza (cfr. nuevas invocaciones de la
Letanía Lauretana, aprobadas por el Papa Francisco recientemente).
La Virgen
del Carmen está vinculada con las almas del purgatorio. Ella será
nuestra abogada y defensora en el
momento en que seamos juzgados, por ejemplo, en el momento del Aviso, en que necesitaremos la ayuda de Nuestra Madre.
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