«“En
aquel tiempo, Jesús despidió a la multitud y se fue a su casa. Entonces se le
acercaron los discípulos y le dijeron: “Explícanos
la parábola de la cizaña sembrada en el campo”». Entonces, Jesús les
dice: “El sembrador de la buena semilla
es el Hijo del hombre, el campo es el mundo; la buena semilla son los
ciudadanos del Reino; la cizaña son los partidarios del demonio; el enemigo que
la siembra es del demonio; el tiempo de la cosecha es el fin del mundo, y los
segadores son los ángeles”» (cfr. Mt 13, 36-43).
Inmaculada Concepción. Antón Rafael Mengs (s.XVIII) |
San Juan
Pablo II, en una de sus catequesis, se refiere a la realidad del mal en el mundo, el
pecado, al principio y a lo largo de toda la historia humana. Lo hace
comentando una cita de la Gaudium et spes
(n. 2) sobre el mundo: “fundado y conservado por el amor
del Creador, esclavizado bajo la servidumbre del pecado, pero liberado por Cristo, crucificado y
resucitado, roto el poder del demonio, para que el mundo se transforme según el
propósito divino y llegue a su
consumación”. Y continúa el comentario del Papa: “Al intentar reconstruir
una imagen sintética del pecado, nos servimos también de todo lo que dice de él
la variada experiencia del
hombre a lo largo de los siglos. Pero no olvidamos que el pecado es en sí mismo un misterio de iniquidad [ver artículo],
cuyo comienzo en la historia, y también su desarrollo sucesivo, no se pueden comprender totalmente sin
referencia al misterio de Dios-Creador, y en particular del Creador de los
seres que están hechos a imagen y semejanza suya. Las palabras del Vaticano II
que acabamos de citar, dicen que el misterio del mal y del pecado, el "mysterium iniquitatis", no puede
comprenderse sin referencia al misterio de la redención, al "mysterium paschale" de Jesucristo,
como hemos observado desde la primera catequesis de este ciclo. Precisamente
esta "lógica de fe" se expresa ya en los símbolos más antiguos” (Audiencia, 10-XII-1986).
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