domingo, 19 de julio de 2020

Tres parábolas

En el Evangelio del Domingo XVI del Tiempo Ordinario, leemos tres parábolas de Jesús: la del trigo y la cizaña, la de la levadura y la del grano de mostaza. Las tres están en el Evangelio de San Mateo (cfr. Mt 13, 24-43). Meditemos en algún aspecto de cada una de ellas.

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Árbol de mostaza

En la parábola del trigo y la cizaña podemos fijarnos en una frase, aparentemente secundaria pero, a mi parecer, central: “mientras los trabajadores dormían, llegó un enemigo del dueño, sembró cizaña entre el trigo y se marchó”. Muchas veces Jesús anima a sus discípulos a estar vigilantes y en oración. El mal, el pecado, viene cuando los hombres nos dormimos y permitimos que el enemigo siembre la cizaña. “No den oportunidad (lugar) al diablo” (Ef 4, 27), dice san Pablo a los Efesios. Es difícil detectar el mal. Por eso es necesario el frecuente examen de conciencia, para apartarnos de las ocasiones de pecado y de los hábitos malos que, poco a poco, son como las raposas que destruyen la viña (cfr. Cant 2, 15).

La parábola de la semilla de mostaza –que siendo pequeña se convierte en un árbol grande, que acoge a numerosos pájaros que anidan en sus ramas–, nos recuerda a la Iglesia, que comenzó por ser muy pequeña y se ha extendido por toda la tierra. Es como un gran árbol en la que habitan toda clase de aves. Muy pronto inició ese crecimiento asombroso; desde Pentecostés: “Partos, medos, elamitas (…), les oímos hablar en nuestras propias lenguas las grandezas de Dios” (Hch 2, 9-11). Es una “Iglesia en salida”, como desea el Papa Francisco. ¡Ven Espíritu Santo y renueva tu Iglesia y la faz de la tierra!     

Por último, llegamos a la parábola de la levadura. “El Reino de los cielos se parece a un poco de levadura que tomó una mujer y la mezcló con tres medidas de harina, y toda la masa acabó por fermentar”. En esta parábola podemos fijarnos en la levadura. Las levaduras son hongos unicelulares con una gran capacidad de hacer crecer la masa, convirtiendo sus compuestos fermentables en gas dióxido de carbono. Esto hace que la masa se expanda o aumente a medida que el gas forma burbujas. Cuando se hornea la masa, la levadura muere, y las bolsas de aire quedan fijadas dando al producto horneado una textura suave y esponjosa. Es asombroso lo que puede hacer una pequeña cantidad de levadura. Esto nos hace pensar en la importancia de los detalles pequeños en nuestra vida: cuánto bien y también cuánto mal puede derivarse de cuidarlos o no.

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