Estamos
terminando el mes del Corazón de Jesús
(junio), y hoy reflexionamos sobre el Tercer Misterio de dolor: la Coronación de espinas.
San Josemaría Escrivá de Balaguer, a
quien —como el lector habrá visto— citamos con frecuencia, porque nuestra
familia le debe mucho, solía rezar una oración muy sencilla y breve, pero a la
vez profunda, que dice así:
“Corazón de Jesús que me iluminas / hoy digo que mi amor y mi
bien eres / hoy me has dado tu cruz y tus espinas / hoy digo que me quieres”.
En una
ocasión, su segundo sucesor, Mons.
Javier Echevarría, precisamente el día de su cumpleaños (el de don Javier,
que nació el 16 de junio de 1932), decía que San Josemaría los consideraba
“versos muy malitos” pero que a él le servían para ser piadoso, y que los
repetía porque le salían del corazón. Son versos —continuaba don Javier— en los
que cada uno también hemos de encontrar el ritmo de nuestra vida.
Es sabido que el Corazón de Jesús se suele representar como un corazón
rodeado de una corona de espinas.
Contemplar a Cristo coronado de espinas es
contemplar al Hombre (“Ecce Homo”),
que es Dios. Es contemplar su Sagrado Corazón, es decir, los más profundos
sentimientos del Señor.
En la Misa del Corazón de Jesús, la antífona de entrada está tomada del salmo 32, y dice así:
“Los proyectos de su corazón subsisten de generación en generación, para
librar de la muerte la vida de sus fieles y reanimarlos en tiempo de hambre” (Salmo
32, 11.19).
El año pasado, a raíz de su elección como
Prelado del Opus Dei y tercer sucesor de San Josemaría, Mons. Fernando Ocáriz escribía:
“Estamos
llamados a contribuir, con iniciativa y espontaneidad, a mejorar el mundo y la
cultura de nuestro tiempo, de modo que se
abran a los planes de Dios para la humanidad: cogitationes cordis
eius, los proyectos de su corazón,
que se mantienen de generación en generación (Sal 33
[32] 11)” (Mons. Fernando Ocáriz, Carta pastoral del 14-II-2017, n. 8).
¿Cuáles
son los proyectos del Corazón de Dios, del Corazón de Jesús? Son proyectos de amor. En la 1ª lectura,
del Deuteronomio (en la Solemnidad
del Corazón de Jesús), Moisés se dirige a Israel para recordarle que Dios no lo
ha elegido por ser un pueblo numeroso (pues es el menos numeroso), sino por el amor que tiene a Israel y
para cumplir el juramento a sus padres. Dios guarda su alianza y su
misericordia hasta mil generaciones para los que lo aman [corresponden a su
amor] y guardan sus mandamientos [que son de espíritu y vida].
Benedicto
XVI, al inaugurar el Año paulino, decía que el centro del mensaje de san Pablo
está en ese texto suyo en la Carta a los Galatas: “Vivo in fide Filli Dei, qui dilexit me et tradidit semetipsum pro me”.
“El que no ama, no conoce a Dios, porque
Dios es amor” (1Jn 4, 7-16). Este amor se ha manifestado en Cristo, “para
que vivamos por Él”. Este es el secreto: permanecer en el amor.
“Jesús, confío en ti”, repetía continuamente
San Juan Pablo II. Jesús, te amo. Así de sencillo. Tú eres el que das sentido a
mi vida. Quiero vivir por ti y de ti. Quiero que seas el centro de mi vida. “Iam non ego, vivit vero in me Christus”.
“Mihi vivere Christus est, et mori
lucrum”.
La
Iglesia nos invita, después de la octava del Corpus, a conocer a Jesús en profundidad, es decir, a no
quedarnos con un conocimiento superficial, sino a ir al fondo de su Corazón
amante.
Conocer
su corazón (cogitationes cordis eius). Aunque sus pensamientos se repitan
de generación en generación, siempre son los mismos.
Es
difícil descubrir cuál es la verdadera devoción al Corazón de Jesús, porque ha sido muy desfigurada. “La Devoción al Corazón de Jesús
poco tiene que ver con la sensibilidad. Se ocupa de ella como parte del hombre,
pero no es sólo ella ni se basa en ella, ¿comprendes? Se basa sobre todo en la
voluntad. Es el amor de voluntad hacia el Corazón de Dios” (Mensaje de Jesús a Marga).
El
Corazón de Jesús nos ilumina: nos
hace también conocer mejor al hombre (a cada uno). “Gnoverim me, gnoverim te”.
“Conócete a ti mismo” (Templo de Delfos).
Nos
conocemos como personas amadas: “mi
amor y mi bien eres”. Y ¿cuál es la mayor prueba del amor? “Me has dado tu cruz
y tus espinas”. Es decir, me has hecho que comparta tus dolores, que me una a
tu corazón tan dolorido, que sufre,
que está herido, para consolarte y reparar.
El
Corazón de Cristo es un corazón
traspasado, herido, dolorido, pisoteado, ultrajado,
vilipendiado, olvidado y humillado por todos, Varón de Dolores. El
Corazón de Jesús se consume, porque el Amor no es amado. Olvidado en el oscuro
rincón de nuestro Templo, desfallece el Alma de Cristo: muere de Amor.
En la
Eucaristía late el verdadero Corazón de Dios. ¿Cómo podremos tener más devoción
al Corazón de Jesús? Amándolo en la
Eucaristía. Entregándonos como Corderos inmolados, a imitación de Cristo.
El
Corazón de Jesús, hecho Eucaristía: Lanciano
(siglo VIII). Un monje, en el momento de la Misa, dudó de la presencia real de
Cristo. Vio que la Sagrada Hostia se transformaba en carne humana y el vino en
sangre, que luego se coaguló. Estas reliquias se conservan en la catedral. En
1970 se decidió someterlas a examen científico y se comprobó que la carne es
tejido muscular del corazón (endocardio, miocardio, nervio vago, ventrículo
izquierdo). En 1973 la OMS, después de 15 meses de estudio, confirmó las
investigaciones de 1970.
También
en nuestra época podemos entronizar el Corazón de Jesús en nuestra alma y
repetir “Cor Iesu Sacratissimum et
Misericors, dona nobis pacem”. ¡Oh, Corazón de Jesús!, ¿cómo hacer que
otros te amen? ¡Corazón de Jesús, inflama de amor al mundo!
A través
de los mensajes de la Verdadera devoción
al Corazón de Jesús (cfr. vdcj.org) el Señor nos pide autenticidad (no
cumplo y miento), trato íntimo con Jesús, oración bien hecha, confianza en la
Providencia, alegría profunda, ser almas de Eucaristía, ofrecimiento de todo,
en reparación por los pecados de la humanidad, unidos a la Cruz de Cristo,
asociados a su Sacrificio salvador.
María, nos enseñará a meternos en las llagas de su Hijo, clavado en la Cruz, y coronado de
espinas.
"No estorbes
la obra del Paráclito: únete a Cristo, para purificarte, y siente, con Él, los
insultos, y los salivazos, y los bofetones..., y las espinas, y el peso de la cruz..., y los hierros rompiendo tu
carne, y las ansias de una muerte en desamparo... Y métete en el costado
abierto de Nuestro Señor Jesús hasta hallar cobijo seguro en su llagado Corazón" (Camino 58).
"Entiendo que,
por Amor, desees padecer con Cristo: poner tus espaldas entre Él y los sayones,
que le azotan; tu cabeza, y no la suya,
para las espinas; y tus pies y tus manos, para los clavos; ...o, al menos,
acompañar a nuestra Madre Santa María,
en el Calvario, y acusarte de deicida por tus pecados..., y sufrir y amar"
(Forja 758).
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