En la
liturgia del Tiempo Pascual se canta, como Secuencia, el himno “Victimae Paschali laudes”, en el que
alabamos con todas nuestras fuerzas a la Víctima Pascual, al Cordero inocente
sacrificado, Jesucristo, que ha resucitado.
“Ha resucitado
Cristo, que es mi esperanza”, pone
el himno en boca de la Magdalena. “Surrexit Christus, spes mea. Praecedet suos
in Galileam”.
Vale la
pena reproducir todo el himno en latín y en castellano, porque nos puede servir
como tema de oración en los próximos
días:
Victimae
paschali laudes
inmolent Christiani.
inmolent Christiani.
Agnus redemit
oves:
Christus innocens Patri
reconciliavit pecatores.
Christus innocens Patri
reconciliavit pecatores.
Mors et vita
duello
conflixere mirando:
dux vitae mortuus,
regnat vivus.
conflixere mirando:
dux vitae mortuus,
regnat vivus.
Dic nobis Maria,
quid vidisti in via? Sepulcrum
Christi viventis,
et gloriam vidi resurgentis,
angelicos testes, sudarium et vestes
et gloriam vidi resurgentis,
angelicos testes, sudarium et vestes
Surrexit
Christus spes mea;
precedet suos in Galileam.
Scimus Christum surrexisse
a mortuis vere.
precedet suos in Galileam.
Scimus Christum surrexisse
a mortuis vere.
Tu nobis
victor Rex, miserere.
Amen.
Alleluia.
La
traducción al castellano es la siguiente:
A la
Víctima pascual
ofrezcan alabanzas los cristianos.
ofrezcan alabanzas los cristianos.
El
Cordero redimió a las ovejas:
Cristo inocente
reconcilió a los pecadores con el Padre.
Cristo inocente
reconcilió a los pecadores con el Padre.
La muerte
y la Vida se enfrentaron
en lucha singular.
El dueño de la Vida, que había muerto,
reina vivo.
en lucha singular.
El dueño de la Vida, que había muerto,
reina vivo.
Dinos,
María, ¿qué has visto en el camino? Vi el sepulcro de Cristo viviente
y la gloria del que resucitó,
a unos ángeles, el sudario y los vestidos.
y la gloria del que resucitó,
a unos ángeles, el sudario y los vestidos.
Resucitó
Cristo, mi esperanza;
precederá en Galilea a los suyos
Sabemos que Cristo verdaderamente resucitó de entre los muertos.
precederá en Galilea a los suyos
Sabemos que Cristo verdaderamente resucitó de entre los muertos.
Tú, Rey
victorioso, ten piedad
Amen,
Aleluya.
El Papa
Benedicto XVI tiene una serie de textos sobre la Resurrección del Señor, además
de lo que ha escrito en su libro “Jesús
de Nazaret”, que son una maravilla. Además de la profunda doctrina teológica
que contienen, nos llevan como de la mano a tener una piedad sincera hacia
Cristo Resucitado, que vive y actúa en nuestra vida constantemente.
Meditemos
algunos párrafos de estos escritos. En su libro “Introducción al cristianismo” expresa las siguientes ideas
"El amor es
más fuerte que la muerte" (cfr. Cant 8,6). Amor es resurrección. El amor crea la inmortalidad. La vida
del Resucitado ya no es bios (biología)
sino zoe (espíritu). Los evangelistas no pueden expresar
adecuadamente esta nueva vida, parecen balbucear y contradecirse.
Es una vida real.
No es sólo una vida que se ve en el ámbito de la fe, como podría interpretarse
el suceso de Emaús: Cristo enciende el
corazón de los caminantes con la interpretación de la Escritura y les abre los ojos al partir el pan. El
culto divino es donde entramos en contacto con Jesús y le reconocemos. Jesús,
acercándose a nosotros, se convierte en
nuestro compañero de viaje. Los evangelistas nos hacen comprender que el
encuentro con Jesús tiene lugar en otro plano completamente nuevo. Sin embargo,
no niegan la verdad histórica de la Resurrección (cfr. J. RATZINGER, Introducción al cristianismo, pp.
263-271).
En una homilía del año 2006, el Papa Benedicto
XVI explica de la siguiente manera la Resurrección de Cristo:
“Está claro que este acontecimiento [la Resurrección del
Señor] no es un milagro cualquiera del pasado, cuya realización podría ser en
el fondo indiferente para nosotros. Es un salto cualitativo en la
historia de la "evolución" y de la vida en general hacia una nueva
vida futura, hacia un mundo nuevo que, partiendo de Cristo, entra ya
continuamente en este mundo nuestro, lo transforma y lo atrae hacia sí. Pero,
¿cómo ocurre esto? ¿Cómo puede llegar efectivamente este acontecimiento hasta
mí y atraer mi vida hacia Él y hacia lo alto? La respuesta, en un primer
momento quizás sorprendente pero completamente real, es la siguiente: dicho
acontecimiento me llega mediante la fe y el bautismo. Por eso el Bautismo
es parte de la Vigilia pascual, como se subraya también en esta celebración con
la administración de los sacramentos de la iniciación cristiana a algunos
adultos de diversos países. El Bautismo significa precisamente que no es un
asunto del pasado, sino un salto cualitativo de la historia universal que
llega hasta mí, tomándome para atraerme. El Bautismo es algo muy diverso de
un acto de socialización eclesial, de un ritual un poco fuera de moda y
complicado para acoger a las personas en la Iglesia. También es más que una
simple limpieza, una especie de purificación y embellecimiento del alma. Es
realmente muerte y resurrección, renacimiento, transformación en una nueva vida”.
(…). El gran estallido de la resurrección nos ha alcanzado en el Bautismo para
atraernos. Quedamos así asociados a una nueva dimensión de la vida en la
que, en medio de las tribulaciones de nuestro tiempo, estamos ya de algún modo
inmersos. Vivir la propia vida como un continuo entrar en este espacio
abierto: éste es el sentido del ser bautizado, del ser cristiano. Ésta es
la alegría de la Vigilia pascual. La resurrección no ha pasado, la
resurrección nos ha alcanzado e impregnado” (Benedicto XVI, Homilía,
15-IV-2006; las negritas son nuestras).
El Tiempo
Pascual es un tiempo de alegría y agradecimiento: un tiempo para tener presente
que ¡Jesús vive!, muy cerca de cada
uno: dentro de cada uno; y que podemos aprender
de Nuestra Señora a permanecer en Cristo
y a no perder la alegría que Él nos da y que en el mundo no podemos encontrar.
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