viernes, 18 de enero de 2013

Ver el rostro de Dios (voz del Papa)

Benedicto XVI, en su catequesis tradicional de los miércoles, nos habló, este 16 de enero pasado, del “rostro de Dios”.

El rostro de Dios
 
Hacemos un resumen de las principales ideas que expresó. 
 
Para salvar al hombre —caído en el pecado— Dios elige, no según los criterios del poder terrenal, sino simplemente por amor. Por eso eligió a Israel, un pequeño pueblo, no para excluir a los demás, sino para que sus elegidos hagan de puente que conduzca hasta Él: la elección es siempre una elección para los demás
 
Luego, dentro de Israel, se sirve de mediadores (Moisés, los jueces, los profetas…) que: 1°) comunican al pueblo su voluntad, 2°) recuerdan la necesidad de ser fieles, y 3°) mantienen viva la esperanza en las promesas. 
 
Todas las promesas se centran en la venida del Redentor. Efectivamente, Cristo, finalmente, nos muestra el “rostro de Dios”: En los discursos de despedida después de la Última Cena, Felipe le pide que les muestre al Padre, y Jesús le responde: “Felipe, el que me ha visto a mí ha visto al Padre” (Jn 14, 9). 
 
La palabra “rostro” (panim) se repite 400 veces en la Biblia y 100 de ellas se refiere al “rostro de Dios”.
 
Pero, ¿qué significa para un israelita ver el rostro de Dios? No se trata de ver su imagen. Para los israelitas está prohibido el cuto a las imágenes, por el peligro que conlleva de idolatría. Es algo más. Dios tiene un rostro que da a conocer al hombre. Tiene un “Tú” que puede entrar en relación con el hombre. 
 
El 1° de enero, la Bendición Solemne sobre el pueblo después de la Misa es una oración tomada del Libro de los Números (6, 24-26):
El Señor te bendiga y te guarde; que ilumine el Señor su rostro sobre ti y te sea propicio; que el Señor te muestre su rostro y te conceda la paz”.  
El rostro de Dios es luz que guía y fuente que da la vida.

Dios hablaba a Moisés como un amigo, pero no le permite ver su rostro, sólo su espalda. Quién ve el rostro de Dios no puede vivir. Sólo se puede ver en la otra vida. 
 
Sin embargo, en Jesús vemos el rostro de Dios. En su oración sacerdotal Jesús le dice al Padre: “les ha dado a conocer tu nombre” (cfr. Jn 17, 6-26). En la tradición patrística y medieval se utiliza una fórmula para expresar esta realidad: Jesús es el Verbum abbreviatum, la palabra corta, abreviada y sustancial del Padre.
 
Todos tenemos deseos de ver el rostro de Dios. Pero para verlo hemos de seguir a Cristo y reconocer su rostro en los pobres, en los débiles, en los que sufren. Y sólo podremos reconocerlo si el rostro del Señor se nos ha hecho familiar en la escucha de su Palabra y en la oración; y en la Eucaristía que es la Escuela para aprender a ver el rostro de Dios y entrar en relación íntima con Él, “y aprendemos al mismo tiempo a dirigir la mirada hacia el momento final de la historia, cuando Él nos llenará con la luz de su rostro. En la tierra caminamos hacia esa plenitud, a la espera gozosa que se cumpla realmente el Reino de Dios” (palabras finales de la catequesis del Papa).

Ver texto completo de la catequesis.

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