En su catequesis del 23 de enero de 2013, en el marco del Año de la Fe, Benedicto XVI ha comenzado a reflexionar sobre el Credo, es decir, sobre la solemne profesión de fe que acompaña nuestras vidas como creyentes.
A continuación ofrecemos un resumen de las principales ideas que expresó el Papa. Se puede ver el texto traducido al castellano en ZENIT.
El viaje de Abraham, nuestro padre en la fe |
A continuación ofrecemos un resumen de las principales ideas que expresó el Papa. Se puede ver el texto traducido al castellano en ZENIT.
- Creer en Dios nos abre a la infinita relación con el Señor y con su misterio.
- ¿Qué implica creer? Tres cosas: a) adherirse a Dios, b) acoger su Palabra, c) obedecer gozosamente a su revelación.
- La fe es respuesta libre del hombre a la iniciativa de Dios. Es un regalo. Es una experiencia de diálogo con Dios, que es amor.
- ¿Dónde podemos escuchar a Dios y su palabra? Fundamentalmente, en la Sagrada Escritura. La Biblia nos habla de la fe, a través de las luminosas figuras de personas que creen en Dios.
- “La fe es la certeza de lo que se espera, y prueba de lo que no se ve” (Heb 11, 1). Con los ojos de la fe vemos lo invisible y, como Abraham, esperamos contra toda esperanza (cfr. Heb 4, 18).
- Dios pide a Abraham que abandone su tierra, pero le promete que hará de él una nación grande y serán benditas en él todas las familias de la tierra (cfr. Gen 12, 2.3). Dios le concede el don de la vida que se trasmite de generación en generación y, de esta manera, se convierte en “padre de una multitud de naciones” (Gen 17, 5).
- Abraham llega a la tierra de Canaán que estaba habitada por los cananeos. Él tenía unos cien años y Sara, su mujer, era estéril. Debe vivir en la pobreza y como un extranjero. Pero cree contra toda esperanza. Así han de vivir todos los que confían en Dios, incluso cuando sus caminos aparecen misteriosos.
- Por lo tanto, cuando decimos “Creo en Dios”, decimos como Abraham: “Confío en Ti, Señor”, sin temor a perder algo de mí mismo.
- Abraham, nuestro padre en la fe, nos enseña a vivir como extranjeros y nos muestra la verdadera patria. Por la fe somos peregrinos en camino hacia la patria celestial.
- La fe nos lleva a vivir, a veces, “contra corriente”, sin seguir las modas dominantes o la opinión del momento. Somos portadores de valores eternos.
- En muchas sociedades Dios es el “gran ausente”. Los ídolos (posesión de un yo autónomo, progresos de la ciencia y la tecnología, creciente egoísmo…) llenan el corazón del hombre; aunque, en realidad, lo dejan vacío.
- Sin embargo, la sed de Dios no se extingue. Hay muchos hombres y mujeres de fe en el mundo. Son verdaderos hijos de la fe de Abraham.
- En sus últimas palabras, el Papa nos advierte que el camino de la fe “a veces es un camino difícil, que conoce también la prueba y la muerte, pero que se abre a la vida, en una transformación radical de la realidad que solo los ojos de la fe pueden ver y disfrutar en abundancia. Decir "Creo en Dios" nos impulsa, por lo tanto, a partir, a salir de nosotros mismos continuamente, al igual que Abraham, para llevar en la realidad cotidiana en que vivimos, la certeza que nos viene de la fe: la certeza, es decir, de la presencia de Dios en la historia, aún hoy; una presencia que da vida y salvación, que nos abre a un futuro con Él en pos de una plenitud de vida que nunca conocerá el ocaso”.
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