El próximo 25 de enero celebraremos la fiesta de la Conversión de San Pablo. Ese día terminará el Octavario para la Unidad de los Cristianos, que comenzamos el 18 de enero.
En estos días hemos rezado todos —con el Romano Pontífice a la cabeza— por la unidad de los cristianos; es decir, porque pronto el Señor nos conceda el Don de la tan deseada unidad con nuestros hermanos ortodoxos (de las Iglesias Orientales, separadas de Roma por un Cisma en 1054), protestantes (de las Comunidades surgidas desde 1517 de la Reforma Protestante promovida por Lutero) y anglicanos (separación de la Iglesia de Inglaterra en el siglo XVI).
Ícono de la Madre de Dios de Fátima (San Petersburgo, Rusia) |
También rezamos por la unidad dentro de la Iglesia Católica, que es tan necesaria en el momento actual. En este sentido, son significativas las palabras que dirigía el Papa Benedicto XVI, en la Cuaresma de 2009, a los todos los Obispos de la Iglesia:
“Queridos Hermanos, por circunstancias fortuitas, en los días en que me vino a la mente escribir esta carta, tuve que interpretar y comentar en el Seminario Romano el texto de Gal 5,13-15. Percibí con sorpresa la inmediatez con que estas frases nos hablan del momento actual: «(...) Porque toda la ley se concentra en esta frase: “Amarás al prójimo como a ti mismo”. Pero, atención: que si os mordéis y devoráis unos a otros, terminaréis por destruiros mutuamente». Siempre fui propenso a considerar esta frase como una de las exageraciones retóricas que a menudo se encuentran en San Pablo. Bajo ciertos aspectos puede ser también así. Pero desgraciadamente este ‘morder y devorar’ existe también hoy en la Iglesia como expresión de una libertad mal interpretada. ¿Sorprende acaso que tampoco nosotros seamos mejores que los Gálatas? ¿Que quizás estemos amenazados por las mismas tentaciones? ¿Que debamos aprender nuevamente el justo uso de la libertad? ¿Y que una y otra vez debamos aprender la prioridad suprema: el amor?” (cfr. BENEDICTO XVI, Carta a los Obispos de la Iglesia católica, febrero 2009).
En un artículo publicado por el teólogo suizo Hans Kung, en febrero de 2009, con el título “Si el Papa fuera como Obama”, que fue distribuido en todo el mundo por The New York Times, acusa al Papa de retrógrado y de no aceptar los postulados relativistas. Por ejemplo, dice lo siguiente: “si lo quisiera, [el Papa] podría autorizar la anticoncepción de la noche a la mañana, permitir el casamiento de los sacerdotes, hacer posible el ordenamiento de mujeres y autorizar la asociación eucarística con las iglesias protestantes”. Después de mostrar lo que haría el Papa si actuara con el espíritu del presidente Obama, concluye su crítica con una solapada invitación a la insubordinación dentro de la Iglesia. (cfr. Pueblo de María, Con voz de Madre, Saber escuchar, p. 191).
Hay que añadir, además, que la Virgen en Garabandal anunció uno de los hechos más notables relacionado con el Aviso y el Milagro: la conversión de Rusia y la unión de las Iglesias. En una conversación con varios testigos el 13 de noviembre de 1965 (última aparición de la Virgen), dijo Conchita “que habrá una sola religión, que los que están separados se reunirán de nuevo”. Esto lo han oído varios testigos durante los éxtasis: "las iglesias se unirán". Conchita también ha dicho que el "Milagro" que se llevará a cabo en Garabandal después del "Aviso" coincidirá con un acontecimiento importante para la Iglesia, infrecuente, feliz y venturoso. Algunos autores han especulado sobre la posibilidad de que se trate de la unión de las Iglesias o, al menos, de un paso previo (por ejemplo, la unificación de la fecha de la celebración de la Pascua, que actualmente es distinta en las Iglesias Ortodoxa y Romana).
En las apariciones de la Virgen en Fátima, también aparece la estrecha relación que hay entre la conversión de Rusia y la unión de las Iglesias (especialmente de la Iglesia Ortodoxa). En una iglesia católica de Tsarskoe Seló (Pushkin-San Petersburgo, Rusia) se venera el ícono de la Madre de Dios de Fátima con la leyenda “En ti la Unidad” (cfr. la historia completa de esa imagen de Nuestra Señora, en Pueblo de Maria, o.c., p. 195-197 y 245).
El Papa Juan XIII, que dio un fuerte impulso al Ecumenismo, solía repetir una frase conocida al menos desde el siglo XVI: “in necessariis unitas, in dubiis libertas et in omnibus caritas” (“en las cosas necesarias unidad, en las dudosas libertad y en todas caridad”). La unidad se ha de compaginar con la libertad y siempre con la caridad.
Es necesaria la unidad en todo lo que se refiere a la Fe, contenida en las Fuentes de la Revelación (Sagrada Escritura y Tradición) y custodiada por el Magisterio de la Iglesia. A la vez, es importante respetar la libertad en las cuestiones dudosas o que no han sido definidas por el Magisterio, como lo relacionado con las revelaciones privadas, las profecías sobre los últimos tiempos, etc., en todo lo cual el Magisterio de la Iglesia deja libertad de investigación y expresión. Y, siempre, se ha de cuidar la caridad: el respeto, la apertura, el diálogo entre hermanos que saben escuchar al otro, alegrarse de los puntos de vista de los demás, y aceptar otros enfoques, sin polémicas ni críticas mordaces.
San Josemaría Escrivá de Balaguer solía decir que en la Iglesia hay un pequeño denominador en el que todos estamos de acuerdo (el depósito de la fe) y un numerador amplísimo que manifiesta la gran variedad que hay entre los hombres y también en la Iglesia. El Ecumenismo, por tanto, es cuestión de conversión personal, de oración y de caridad cristiana.
Terminamos con algunas ideas vigorosas, expresadas por Jutta Burggraf, teóloga alemana especialista en Ecumenismo, fallecida en 2010, y publicadas en Zenit, el 15 de enero de 2007.
- “No podemos acercarnos unos a otros sin una profunda conversión interior, sin buscar cada uno vivir en intimidad con Cristo. Es en él donde nos uniremos algún día”.
- “La esperada unidad no será un producto de nuestras fuerzas, sino «un don que viene de lo alto». Su verdadero protagonista es el Espíritu Santo, quien nos conduce, por los caminos que quiere, hacia la madurez cristiana”.
- “En la oración encontramos sobre todo a Dios, pero de manera especial también a los demás. Cuando rezo por alguien, le veo a través de otros ojos, ya no con aquellos llenos de sospecha o de ánimo de control, sino con los ojos de Dios. De esta manera, puedo descubrir lo bueno en cada persona, en cada planteamiento. Dejo aparte mis prejuicios y comienzo a sentir simpatía por el otro”.
- “Rezar significa, purificar el propio corazón, para que el otro verdaderamente pueda tener sitio dentro de él. Si tengo prejuicios o recelos, cualquiera que entre en ese recinto recibirá un golpe rudo. Tenemos que crear un lugar para los demás en nuestro interior. Tenemos que ofrecerles nuestro corazón como lugar hospitalario, donde puedan encontrar mucho respeto y comprensión”.
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