Una de las enfermedades de la sociedad moderna es el “activismo”. No es fácil
encontrar, en nuestro mundo, espacio para la interioridad.
El Cardenal Sarah nos muestra claramente este peligro y
nos ayuda a evitarlo explicándonos cómo
podemos guardar el silencio, indispensable para alimentar nuestra fe y
nuestro amor.
--------------------------------------------
Imagen del Dios
silencioso
“La
pregunta fundamental es la siguiente: ¿cómo puede el hombre ser realmente imagen de Dios? El hombre tiene que
entrar en el silencio. Envolviéndose en el silencio igual que Dios, que habita en un gran silencio, el hombre
se acerca al Cielo; o, más bien, deja que Dios se manifieste en él (…). La voz de Dios es silenciosa. De hecho,
el hombre tiene que tender también a convertirse en silencio” (FS, p. 24).
No hay paz sin
Dios
San Agustín, en las Confesiones, dice:
“Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que
descanse en ti”. “Sin Dios el hombre está desgarrado, angustiado, intranquilo,
agitado, y no puede lograr el descanso
interior. La auténtica vida no está en la rebelión [como afirma Albert
Camus] sino en la adoración silenciosa” (FS, p. 197).
La agitación: fuente de desdichas
El
Cardenal Sarah cita una frase de Blaise
Pascal: “Toda la desdicha de los
hombres proviene de una sola causa: no saben permanecer en reposo en un cuarto”
(Pascal).
Falta de “silencio” de Marta
“Jesús no le reprocha a Marta su ajetreo
en la concina —había que comer— sino su actitud de disipación reflejada en el
enfado con su hermana”.
Desde Orígenes
se ha interpretado la escena de Marta y María, en Betania, como la
contraposición de dos estilos de vida: activa y contemplativa. “No obstante, da
la impresión de que, en realidad, Jesús está trazando los contornos de una
pedagogía espiritual: tenemos que
procurar siempre ser María antes de convertirnos en Marta; de otra manera
corremos el riesgo de enfangarnos en un
activismo y una agitación cuyas desagradables
consecuencias nos ofrece con bastante claridad el relato evangélico: el
pánico, el temor a trabajar en solitario, una actitud interior disipada, el
enfado de Marta con María, el sentimiento de que Dios nos deja solos sin intervenir
de una manera eficaz.
Por eso Jesús le dice a Marta: “María ha escogido la mejor parte”. Le
recuerda la importancia de moderar y acallar su alma (cfr. Sal 131, 2) para permanecer a la escucha de su corazón.
Cristo la invita con ternura a detenerse para volverse hacia su propio corazón,
lugar de la auténtica acogida y morada de la ternura silenciosa de Dios, de la
que la había alejado la actividad a la que se entregaba de forma ruidosa. Toda acción debe ir precedida de una
intensa vida de oración, de contemplación, de búsqueda y escucha de la
voluntad de Dios” (FS, 31).
La dictadura
del ruido
“El
hombre carece de coherencia. Prefiere el ruido de la materia antes que el silencio del amor” (FS, p. 196).
El silencio de los sentidos
“El silencio
de la mirada consiste en saber cerrar los ojos para contemplar a Dios que
está dentro de nosotros, en las regiones profundas e íntimas de nuestro abismo
personal. Las imágenes son una droga de la que no podemos prescindir, porque
están presentes por todas partes y en todo momento. Los ojos se encuentran
enfermos, embriagados, y ya no pueden cerrarse.
También hay que taparse los oídos,
porque las imágenes sonoras los atacan y los ofenden, tanto a ellos como a
nuestra inteligencia y nuestra imaginación.
Nos resulta difícil no escuchar a este mundo en permanente gesticulación
que quiere ensordecernos y aturdirnos para hacer de nosotros restos de un
naufragio estrellados contra los arrecifes, vulgares deshechos inútiles
arrastrados hasta la orilla” (FS, p. 49).
Evitar la charlatanería
El charlatán es un ser peligroso. La lengua es como el pequeño timón de
una gran nave. Si se controla la lengua se controla el resto. La regla del
Carmelo dice: “Evítese con cuidado el mucho hablar, porque en el mucho hablar
no faltará pecado” (FS, p. 40).
Consejos de la Madre Teresa
Silencio de los ojos,
abriéndolos continuamente a la belleza y la bondad de Dios en todas partes, y
cerrándolos a los defectos de los demás y a todo lo que es pecaminoso o
perturbador para el espíritu”.
Silencio de los oídos, atentos siempre a la voz de Dios y al llanto del pobre y el necesitado,
cerrándolos a todas las voces que vienen del mal o de cuanto de negativo hay en
la naturaleza humana, por ejemplo, la murmuración, el chismorreo, los comentarios
poco caritativos.
Silencio de la lengua, para alabar a Dios y decir Su palabra, que da vida y que es la Verdad que ilumina e
inspira, aporta paz, esperanza y alegría, y evitar la autodefensa y cualquier
palabra que provoque confusión, inquietud, dolor y muerte.
Silencio de la mente,
abriéndola a la Verdad
y al conocimiento de Dios a través de la plegaria y la contemplación, como
María cuando meditó en las maravillas del Señor en su corazón, y cerrándola a
todas las mentiras, distracciones y los pensamientos destructivos, como juicios
temerarios, desconfianzas en relación con los demás, pensamientos y deseos de
venganza.
Silencio del corazón,
amando a Dios con toda el alma, la mente y la fuerza, y a los demás como Dios
los ama, deseando sólo a Dios y evitando todo egoísmo, odio, envidia, celos y
codicia” (Madre Teresa, pp. 111-112).
Imprescindibles los programas del dr Galat para los católicos que amamos a Cristo y a Su Santa Iglesia: https://youtu.be/0zPrfS9-wbk
ResponderEliminar