La situación de incertidumbre mundial de estos momentos, nos recuerda la importancia de escuchar de nuevo los mensajes de la Virgen para estos tiempos en que vivimos. En este sentido, nos parece que podrá ayudarnos volver a leer la presentación del libro "Con Voz de Madre. Saber Escuchar", al cual hemos hecho referencia en bastantes ocasiones, en este blog.
Si se hace lo que yo
les diga, muchas almas se salvarán y tendrán paz. La guerra pronto terminará.
Pero si no dejan de ofender a Dios, otra guerra peor comenzará durante el
pontificado de Pío XI. Así les
habló la Santísima Virgen a los tres pastorcillos de Fátima en la aparición del
13 de julio de 1917. La Primera Guerra Mundial terminó tal como había dicho la
Señora, pero quedaba latente el peligro de otra guerra peor. Para impedirla,
les anuncia que vendrá a pedir la consagración de Rusia a su Inmaculado
Corazón. El 13 de junio de 1929, la Virgen cumplió su promesa y recordó a Sor
Lucía, la única vidente viva, que había llegado el momento en que Dios pide
al Santo Padre hacer la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón, en unión
con todos los obispos del mundo, prometiendo salvarla por este medio. ¿Por
qué no se hizo entonces la consagración pedida? No es este el momento de
analizar las causas, pero el hecho es que estalló la guerra anunciada y la
consagración que hizo Pío XII en plena contienda, en octubre de 1942, no fue
posible hacerla en unión con todos los obispos del mundo, y su efecto
beneficioso sólo fue parcial, en cuanto que acortó la duración del conflicto.
Pero Rusia difundió sus errores por todo el mundo, promoviendo guerras y persecuciones
a la Iglesia.
En otro lugar distinto
de Fátima, el 3 de enero de 1946, acabada ya la guerra, la Virgen María
declaraba a la vidente de Ámsterdam que estábamos en una guerra más grave: Esta
es una batalla espiritual que se pelea en todo el mundo. Es mucho peor que
cualquier guerra en el presente, ya que socava la humanidad. Una guerra,
como todos, consecuencia del pecado y de la falta de arrepentimiento.
“Hay que hacer
muchos sacrificios, mucha penitencia (…) Ya se está llenando la copa, y si no
cambiamos, nos vendrá un castigo muy grande”. Palabras del Primer Mensaje de Nuestra Señora
en Garabandal el 18 de octubre de 1961. Palabras que recuerdan las que
pronunció en Fátima en 1917. ¿Se podrá evitar todavía ese castigo o vendrá,
como vino el de la Segunda Guerra Mundial, por no secundar adecuadamente las peticiones
de la Madre celestial?
El punto clave de
todos estos anuncios es el mensaje de Garabandal, especialmente en lo que se
refiere al Aviso y al Milagro, de los que hablaremos en su momento, y todo lo
relacionado con ello. Baste saber que sobre los mensajes de Garabandal el Padre
Escalada testifica lo que a él le dijo Pablo VI: “Es urgente dar a conocer
al mundo estos mensajes”. En el mismo sentido D. Albrecht Weber, autor de
un libro en alemán sobre Garabandal, recoge lo que le manifestó Juan Pablo II
por medio de su secretario: “que el Mensaje de la Madre de Dios sea acogido
en los corazones antes de que sea demasiado tarde”. Igualmente, una sola
cosa recomienda el Padre Pío a las niñas videntes de Garabandal: “Rezad y haced
rezar, porque el mundo está en el camino de la perdición. No creen en vosotras
ni en vuestros coloquios con la blanca Señora pero creerán cuando sea demasiado
tarde”.
¿Creerán cuando sea
demasiado tarde, como dice el Padre Pío, o se podrá evitar al menos parte del
castigo anunciado? El hecho es que ya han pasado cincuenta años de los sucesos
de Garabandal y la primera parte de sus predicciones sigue vigente: muy pocas
personas conocen su mensaje o creen en lo sucedido. Si bien al comienzo hubo un
gran revuelo no sólo en España sino en muchas otras partes, pasados unos años
sucede que Garabandal no ha cambiado como ha ocurrido en Fátima. Siguen
asistiendo peregrinos de todo el mundo, pero no de forma masiva y oficial.
Cierto que en Fátima el Obispo local dejó seguir el curso de los
acontecimientos y a sólo cuatro años de las apariciones compró prudentemente el
terreno de los alrededores del lugar de las mismas, donde se construiría el
futuro santuario. Eso hizo posible que el 13 de octubre de 1930, cuando
proclamó solemnemente la veracidad de las apariciones, lo hiciera con una concurrencia
de más de cien mil peregrinos. Y que el 13 de mayo del año siguiente se
congregaran en Fátima todo el episcopado portugués en una peregrinación
nacional a la que asistieron unos trescientos mil fieles (C. BARTHAS, La
Virgen de Fátima. Madrid 1981, pp. 452-453).
Cuando las niñas de
Garabandal pedían a la Virgen un milagro para que la gente crea, Ella respondía
ya creerán, ya creerán; y estas palabras se las repitió muchas veces.
Como la Madre del Cielo no se equivoca, si es cierto que Ella se apareció en
Garabandal, llegará ese día en que ya creerán y acudirán con fe a honrar a la
Reina celestial. En ese caso, lo anunciado ocurrirá cuando los sucesos
profetizados se vayan cumpliendo, y entonces desearán ardientemente conocer y
poner en práctica los mensajes anunciados. Además de los testimonios
importantes a favor de la veracidad del Aviso por parte del Padre Pío de
Pietrelcina y de la Madre Teresa de Calcuta, hay tal cantidad de mensajes de
muy diversas procedencias que coinciden sorprendentemente en lo mismo (entre
ellos de varios santos), que resulta muy convincente considerar que estamos muy
cerca del momento en que ocurrirá lo anunciado en Garabandal.
Sin embargo, hay que
aclarar que, hasta el momento, la postura de los sucesivos Obispos de la
Diócesis de Santander ha sido la de sostener que no consta el carácter
sobrenatural de las referidas apariciones de Garabandal, aunque hay que matizar
que lo han hecho sin pronunciarse de modo oficial sobre ellas. Este dato hay
que ponderarlo en todo momento, ya que la autoridad competente para juzgar
sobre las apariciones es el Obispo del lugar y, en última instancia, la Santa
Sede. Se expondrá este tema con más detalle más adelante al tratar de la
aprobación eclesiástica.
“Ante sucesos como
los de Garabandal –comentaba
un profesor de Teología Moral-, surgen en seguida dos posiciones muy
definidas: una, la de la gente devota y sin complicaciones, que pronto se
emociona y fácilmente los cree de Dios; otra, la de los sacerdotes y otras
personas más o menos intelectuales, que en principio siempre desconfían y
fácilmente tienden a negar o a encogerse de hombros, como si eso fuera lo más inteligente.
Pero hay una tercera posición, que es indudablemente la más acertada; y esta
posición es la de acercarse seriamente a los hechos, estudiarlos con toda
imparcialidad, sin precipitaciones y sin prevenciones, buscando la verdad, que
es buscar a Dios, por encima de todo” (Respuesta del P. Lucio Rodrigo, S.J., que regentó durante años y años
la cátedra de Teología Moral, en la Universidad de Comillas (Santander), a los
miembros de la primera Comisión investigadora de Garabandal cuando acudieron en
septiembre de 1961 a pedirle su parecer. Cfr. EUSEBIO GARCÍA DE PESQUERA,
O.F.M. Se fue con prisas a la montaña. Los hechos de Garabandal, parte
I, cap IX., 2ª parte). Siguiendo esta tercera postura, este tratado no
pretende otra cosa que dar a conocer, de modo sintético y ordenado, los
mensajes de Nuestra Señora para los tiempos actuales, a la luz de lo ya
publicado, con el fin de mover a los lectores a tomarse en serio esos mensajes
y obrar en consecuencia. Conviene leerlo siguiendo el orden de exposición, para
así adentrarse paulatinamente en la comprensión del contenido de los mensajes,
su relación con los tiempos actuales y el sentido con el que Nuestra Señora quiere
que los asimilemos y los incorporemos a la propia vida.
No se han añadido
otras informaciones marianas a las tres ya señaladas. Solamente se recogen en
el Anexo II las últimas apariciones aprobadas más significativas. Especial
relevancia tienen las de Akita, en Japón, y Kibeho, en Ruanda, por su relación
con Fátima y Garabandal. Además, el trabajo se centra fundamentalmente en
mostrar los hechos que avaloran la credibilidad de lo que se dice en Garabandal,
y en mover a los lectores hacia la plegaria, la conversión, la penitencia y la
confianza en la Misericordia divina, que es el eje de todos los mensajes de
Nuestra Señora.
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