viernes, 23 de abril de 2021

Sueño, servicio y fidelidad

Todos los años, desde 1964, los Sumos Pontífices envían un mensaje al Pueblo cristiano con ocasión de la Jornada Mundial de oración por las vocaciones. Este próximo domingo, también llamado del «Buen Pastor», es la 58ª Jornada.

Caravaggio, "La vocación de Mateo"

Se trata de una gran oportunidad que nos brinda el Papa para reflexionar sobre la vocación. ¿Qué es la vocación? ¿Quiénes la tienen? ¿Cómo podremos saber si tenemos vocación? y ¿cuál es la nuestra?

El Papa Francisco publicó su mensaje para este año, el 19 de marzo pasado, Solemnidad de San José. Y ha querido que todos miremos al Santo Patriarca para aprender de él a responder bien a la vocación que hemos recibido. 

Estrictamente hablando, la Jornada se refiere a la oración por las vocaciones sacerdotales y a la vida consagrada. También el papa se dirige especialmente a ellas en su mensaje. 

Sin embargo, la misma doctrina del Concilio Vaticano II, de cuyas fuentes se alimenta esta iniciativa pontificia, recuerda la llamada universal a la santidad. Todos los hombres estamos llamados por Dios a descubrir su Amor, a través del Evangelio de Jesucristo. Además, en la Iglesia, todos los fieles tenemos «vocación cristiana». 

«Vocare» significa «llamar», como sabemos. Dios llama a todos. Todos los hombres tenemos una vocación personal. Sin embargo, en la Iglesia se han abierto diversos «caminos» para responder, de modo peculiar, a la llamada divina. Hay caminos que implican una consagración —como son el sacerdocio y la vida consagrada—, que tradicionalmente se han visto como «caminos vocacionales». Pero también hay vocaciones peculiares entre los fieles laicos. Por ejemplo, en el Opus Dei, el 98% de sus miembros son laicos, y todos ellos tienen una vocación auténtica, que consiste en responder a la llamada a santificarse en medio del mundo a través del trabajo y las obligaciones propias del cristiano. Hay casados, que se santifican en su familia; y hay solteros que viven un celibato apostólico y, sin dejar su lugar de trabajo y sus circunstancias sociales y familiares, buscan la santidad de otra manera, con mayor dedicación a tareas apostólicas.

Una vez tenido en cuenta este preámbulo, veamos cuáles son las tres características que señala el Papa, y que especialmente se pueden aprender de la vocación de San José. 

La primera es «sueño». Toda vocación parte de un ideal que se descubre y que es el motor de toda la vida. San José descubrió su vocación, en parte, a través de los cuatro sueños que tuvo, que fueron acompañados de otras mociones del Espíritu Santo, hasta convertirse, como decía san Josemaría Escrivá, en un «alud arrollador». 

Normalmente, no tenemos la certeza de que precisamente esa es nuestra vocación. En el caso de José, quizá las inspiraciones que recibió fueron particularmente claras y convincentes, de modo que siguió su camino con una gran seguridad. 

Nunca se puede abandonar esta primera característica de la vocación, porque es la raíz de la que se parte. Es una maduración en la fe: una fe madura. 

El segundo rasgo de la vocación, que también vemos en San José, es el «servicio». Toda vocación es para servir, para darse, para olvidarse de uno mismo y ponerse a disposición de los planes de Dios, en la Iglesia. Los sacerdotes, por ejemplo, somos «ministros», servidores de nuestros hermanos. Pero también lo son los laicos, de otra manera, fomentando el espíritu de servicio ahí donde Dios los ha llamado.  

Actualmente, en la Iglesia, son necesarias muchas vocaciones de sacerdotes y para la vida consagrada. Pero también es necesario que todos los fieles nos decidamos a poner en práctica nuestra vocación a servir en la familia, en el trabajo, en la vida social. Todos los días podemos servir a los demás en los pequeños detalles que están a nuestro alcance. 

Por último, la tercera característica que vemos en la vocación de San José, es la «fidelidad». Cualquier vocación verdadera no es algo pasajero. Imprime en la persona un impulso que ha de durar toda la vida. El idéela de la vocación debe mantenerse en los momentos de oscuridad y tinieblas. ¿Por qué? Porque en todas las vocaciones, lo que debe estar como fundamento, es el amor a Dios. Hemos descubierto cuánto Él nos ama y nosotros queremos corresponder a ese Amor, que sólo se puede «pagar» con amor.  

San José y Nuestra Señora, que desde muy jóvenes vieron clara su vocación, nos ayudarán a descubrir la nuestra y ser fieles a ella hasta el final de nuestra vida.   


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