Jacopo de Barbari. Cristo (c. 1503) |
En los Evangelios hay muchos pasajes de la vida del Señor en los que se ve claro
su deseo de cumplir la voluntad del Padre. Veamos algunos de ellos. Destacamos
en negritas las frases que nos parecen más densas del comentario que hace
Romano Guardini.
Ante la pregunta de María y José a Jesús por haberse quedado en Jerusalén en su
visita al Templo cuando tenía 12 años de edad, el Señor les responde: “¿No sabías que es preciso que yo esté en lo
de mi Padre?” (Lc 2, 49). Guardini comenta lo siguiente.
«Ya en el
niño hay un interno tener que (...). Hay en Él un profundo impulso que no procede
de una voluntad deliberada; lo lleva, lo
sostiene, de suerte que todo obrar brota de interna necesidad —una
necesidad que no destierra la libertad, sino que hace más bien que la acción
libre brote de la más honda unidad con el ser... Lo que opera esta necesidad,
lo esencial de que procede esta unión, es
la voluntad del Padre».
Al inicio de su vida pública, nos dicen los evangelistas que Jesús, después
de su Bautismo en el Jordán, va al desierto: “El Espíritu lo impulsó al desierto (Mc 1, 12). Este es el
comentario breve de Guardini.
«Viene
sobre Él violencia, luz, ímpetu, entusiasmo. También esta violencia es voluntad
del Padre; pero es violencia del Pneuma,
del Espíritu, amor del Padre».
Más adelante, después de la conversación de Jesús con la samaritana
junto al pozo de Jacob, San Juan nos cuenta cómo los apóstoles le ofrecen de comer, pero el
Señor les dice: “Yo tengo para comer
alimentos que vosotros no sabéis (...). Mi alimento es hacer la voluntad de el
que me envió (Jn 4, 34). Y Romano Guardini dice:
«El
hambre y la sed son la más profunda expresión del hombre. Somos, efectivamente,
hambrientos por esencia. Hambrientos
de una plenitud que nos sacie eternamente».
En otra ocasión, mientras Jesús está predicando, le dicen que lo buscan su madre y
sus hermanos. El Señor responde: “¿Quién
es mi madre y quiénes son mis hermanos? (…), quien hace la voluntad de Dios ese
es mi hermano y me hermana y mi madre”
(Mc 3, 33-35). Veamos el comentario de Guardini.
«La
voluntad del Padre es una realidad. Es
como un torrente de vida que viene del Padre a Cristo. Una corriente de
sangre, de la que Él vive, más fuertemente que de la corriente de su Madre. Y
el que está dispuesto a hacer la voluntad del Padre es en Él como un latido del corazón del mismo Padre,
y se halla en una unidad de vida con Cristo más real, más profunda, más fuerte
que la que tuvo Él con su madre».
Durante la última semana de su vida, en el Templo, ante la pregunta de los judíos:
“Tú quién eres” (Jn 8, 25), Jesús les
responde, entre otras cosas, hablándoles de su Padre: “Yo hago siempre su agrado” (Jn
8, 29). La reflexión de Romano Guardini sobre este pasaje del Evangelio es la
siguiente.
«Es como
una postrera y bienaventurada expresión de su vida interior».
«Esto nos
permite echar una mirada profunda al interior de Jesús. La voluntad del Padre es el núcleo de que Él vive. La voluntad del
Padre es lo que lo impulsa, lo sostiene y guía, la fuente de donde brota, como
por necesidad, cada una de sus acciones. Es
la gran fuerza pneumática que lo llena y guía. La voluntad del Padre es en
Jesús el mandato vivo que hace de Él un enviado; y todo lo que hace recibe de
ahí sentido y unidad. La voluntad de
Dios es la comida que sacia el hambre de su ser. Es la corriente de vida
que le hace latir y en la que es recibido todo el que se conforma a esta misma
voluntad de Dios. Esta voluntad es lo
más precioso, objeto de la más profunda y delicada solicitud. Pero todo
esto es sin conjuro, sin violencia, sin dominio inerte, sino llamada de persona
a persona, libremente aceptada y realizada».
«Su vida entera, Jesús vive de la voluntad
del Padre. Pero justamente ahí es enteramente Él mismo. Justamente por no
hacer su propia voluntad, sino la del Padre, cumple lo más profundamente
propio. Esto tiene un nombre: se llama
amor. La voluntad del Padre es el amor del Padre. En su voluntad viene el
Padre a Jesús (...). Y en la aceptación de esta voluntad recibe Jesús al Padre
mismo (...). Algo que nos habla desde fuera sólo puede recibirse en el interior
propio, en el corazón, en el espíritu, cuando es el amor».
Finalmente, la oración de Cristo en Getsemani es la siguiente: “Padre mío, si es posible que se aparte de
mí este cáliz. Pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieras Tú (Mt 26,
39). Y el comentario de Guardini:
«No opera
aquí un conjuro, un poder oscuro y forzoso, sino la llamada y la respuesta:
(...) se expresa en una fórmula de contradicción (...) para confluir
inmediatamente en la más profunda y
santa unidad, en que la voluntad del Padre ha sido totalmente recibida en la
suya».
Romano Guardini, con su
profundidad y claridad habituales, nos
abre un horizonte inmenso sobre el conocimiento de Jesucristo en cuanto
hombre, que vive en la Voluntad de su Padre continuamente y, este modo de
vivir, es el Modelo para cada uno de nosotros.
María, su Madre, también nos enseña con
su vida humilde y sencilla a vivir en la Voluntad de Dios. Se lo pedimos a Ella
que es Nuestra Madre.
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