La Trinidad no es un misterio lejano. Es muy cercano a nosotros. Son las tres personas
más íntimas a cada uno de nosotros. Dios es “intimior intimo meo” (más íntimo que yo mismo) como decía San
Agustín. Viven en nosotros como en un templo.
Francisco Caro, La Santísima Trinidad (siglo XVII) |
En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu fuimos bautizados, y en su nombre se nos perdonan
los pecados; al comenzar y al terminar muchas oraciones, nos dirigimos al
Padre, por mediación de Jesucristo, en unidad del Espíritu Santo. Muchas veces
a lo largo del día repetimos los cristianos: Gloria al Padre, y al Hijo, y al
Espíritu Santo.
San Josemaría, en los últimos años de su
vida, leía con interés tratados sobre la Santísima Trinidad. Se lo pedía su
alma, que quería conocer mejor este Misterio central de nuestra fe.
« - - Dios es mi
Padre! - Si lo meditas, no saldrás de esta consoladora consideración. » - -
Jesús es mi Amigo entrañable! (otro Mediterráneo), que me quiere con toda la
divina locura de su Corazón. » - - El Espíritu Santo es mi Consolador!, que me
guía en el andar de todo mi camino. » Piénsalo bien. - Tú eres de Dios..., y
Dios es tuyo » (San Josemaría Escrivá de Balaguer, Forja 2).
Indudablemente,
es un signo de madurez en la vida
espiritual, tener una honda devoción trinitaria. Todos los santos la
han tenido y, algunos, han centrado su
vida en el trato amoroso de la Santísima Trinidad.
«El corazón
necesita, entonces, distinguir y adorar a cada una de las Personas divinas. De
algún modo, es un descubrimiento, el que realiza el alma en la vida
sobrenatural, como los de una criaturica que va abriendo los ojos a la
existencia. Y se entretiene amorosamente con el Padre y con el Hijo y con el
Espíritu Santo; y se somete fácilmente a la actividad del Paráclito vivificador,
que se nos entrega sin merecerlo: - los dones y las virtudes sobrenaturales!» (San
Josemaría, Amigos de Dios, 306 -
307).
Santa Catalina de Siena se distinguió
por su búsqueda decidida y constante para penetrar en el Misterio Trinitario.
«Tú, Trinidad
eterna, eres mar profundo, en el que cuanto más penetro, más descubro, y cuanto
más descubro, más te busco» (Santa Catalina de Siena, Diálogo, 167).
Sor Cristina de Arteaga (1902-1984) —religiosa
jerónima española, escritora, historiadora y poeta; hija del Marqués de
Santillana y más tarde Duque del Infantado— compara el Misterio de la Santísima
Trinidad con un Océano sin fondo.
“Océano sin fondo
de la vida divina! // Me he llegado a tus márgenes con un ansia de fe. // Di,
¿qué tiene tu abismo que a tal punto fascina? // - Océano sin fondo de la vida
divina! // Me atrajeron tus ondas... - y ya he perdido pie!” (Sor Cristina de
Arteaga, Sembrad: poesías, Ed.
Monasterio de Santa Paula, Sevilla 1982. LXXXV).
Una de las santas que más han destacado por
su devoción trinitaria es la Santa
Isabel de la Trinidad (1880-1906; canonizada por el Papa Francisco el 16 de
octubre de 2016). Poco antes de ingresar al Carmelo de Dijon, luego de esperar,
por deseo de su madre, su cumpleaños 21, Isabel Catez-Rolland escribe a su
director espiritual:
“Llevo diez días
sin poderme mover: tengo un pequeño derrame sinovial en una rodilla... No puedo
ir a la iglesia ni a comulgar, pero ¿sabe? Dios no necesita del Sacramento para
venir a mí. Pienso que lo poseo lo mismo. ¡Es algo tan bueno esta presencia de
Dios! Allí, en lo hondo, en el cielo de mi alma, es donde me gusta encontrarlo,
pues Él nunca me abandona. ‘Dios en mí y yo en Él’. ¡Sí, esto es mi vida...! Hace
tanto bien, ¿no?, pensar que, salvo por la visión, nosotros lo poseeremos ya lo
mismo que lo poseen los bienaventurados en el cielo..., que no podemos
separarnos ni alejarnos de Él... Pídale mucho que me deje poseer por entero,
arrastrar por entero...
¿Le he dicho ya cómo me llamaré en el
Carmelo? “María Isabel de la Trinidad”. Me parece que ese nombre denota una
vocación especial, ¿no le parece un nombre bonito? ¡Amo tanto ese misterio de
la Santísima Trinidad! Es un abismo en el que yo me sumerjo...
Adiós, querido señor. Le envío una
fotografía; mientras me la sacaban, pensaba en Él, así que es Él quien va en la
foto” (Santa Isabel de la Trinidad, Carta
al canónigo Angles, 14 de junio de 1901).
Los grandes santos tenían una conciencia
muy viva de la inhabitación de la Santísima Trinidad en su alma. Santa Teresa de Jesús (1515-1582), por
ejemplo, tenía un trato familiar y cercano con las Tres Personas divinas.
“No ha menester
para hablar con su Padre Eterno ir al cielo, ni para regalarse con Él. Por poco
que hable, está tan cerca que nos oirá, ni ha menester alas para ir a buscarle,
sino ponerse en soledad, y mirarle dentro
de sí, y no extrañarse de tan buen huésped, sino con gran humildad hablarle
como a padre, pedirle como a padre, contarle sus trabajos” (Camino de perfección, c. 28).
En su tercera Encíclica trinitaria, San Juan Pablo II (1920-2005) confiesa
el origen que dio lugar a esos tres escritos.
"La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre
y la comunión del Espíritu Santo estén con todos vosotros" (2 Cor 13, 13). "De esta exhortación han
partido, en cierto modo, y en ella se han inspirado las precedentes Encíclicas Redemptor hominis y Dives in misericordia, las cuales celebran el hecho de nuestra salvación
realizada en el Hijo, enviado por el Padre al mundo (...). De esta misma
exhortación arranca ahora la presente
Encíclica sobre el Espíritu Santo" (San Juan Pablo II, Dominum Vivificantem, 2).
Terminamos con unas citas breves del Papa Francisco sobre la Santísima
Trinidad.
“Pensar en que Dios
es amor nos hace mucho bien” (Francisco, 2013). “Manifestar el amor es un
reflejo de la Trinidad” (Francisco, 2014). “Todo, en la vida cristiana, gira
alrededor del misterio trinitario” (Francisco, 2015). “Dios es una familia de
Tres Personas, que aman tanto que forman una sola cosa” (Francisco, 2016). “Dios
no está lejano y cerrado en sí mismo, sino que es Vida y quiere comunicarse”
(Francisco, 2017).
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