sábado, 15 de junio de 2019

La Santísima Trinidad


La Trinidad no es un misterio lejano. Es muy cercano a nosotros. Son las tres personas más íntimas a cada uno de nosotros. Dios es “intimior intimo meo” (más íntimo que yo mismo) como decía San Agustín. Viven en nosotros como en un templo.  

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Francisco Caro, La Santísima Trinidad (siglo XVII)


En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu fuimos bautizados, y en su nombre se nos perdonan los pecados; al comenzar y al terminar muchas oraciones, nos dirigimos al Padre, por mediación de Jesucristo, en unidad del Espíritu Santo. Muchas veces a lo largo del día repetimos los cristianos: Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

San Josemaría, en los últimos años de su vida, leía con interés tratados sobre la Santísima Trinidad. Se lo pedía su alma, que quería conocer mejor este Misterio central de nuestra fe.

« - - Dios es mi Padre! - Si lo meditas, no saldrás de esta consoladora consideración. » - - Jesús es mi Amigo entrañable! (otro Mediterráneo), que me quiere con toda la divina locura de su Corazón. » - - El Espíritu Santo es mi Consolador!, que me guía en el andar de todo mi camino. » Piénsalo bien. - Tú eres de Dios..., y Dios es tuyo » (San Josemaría Escrivá de Balaguer, Forja 2).

Indudablemente, es un signo de madurez en la vida espiritual, tener una honda devoción trinitaria. Todos los santos la han  tenido y, algunos, han centrado su vida en el trato amoroso de la Santísima Trinidad.

«El corazón necesita, entonces, distinguir y adorar a cada una de las Personas divinas. De algún modo, es un descubrimiento, el que realiza el alma en la vida sobrenatural, como los de una criaturica que va abriendo los ojos a la existencia. Y se entretiene amorosamente con el Padre y con el Hijo y con el Espíritu Santo; y se somete fácilmente a la actividad del Paráclito vivificador, que se nos entrega sin merecerlo: - los dones y las virtudes sobrenaturales!» (San Josemaría, Amigos de Dios, 306 - 307).

Santa Catalina de Siena se distinguió por su búsqueda decidida y constante para penetrar en el Misterio Trinitario.

«Tú, Trinidad eterna, eres mar profundo, en el que cuanto más penetro, más descubro, y cuanto más descubro, más te busco» (Santa Catalina de Siena, Diálogo, 167).

Sor Cristina de Arteaga (1902-1984) —religiosa jerónima española, escritora, historiadora y poeta; hija del Marqués de Santillana y más tarde Duque del Infantado— compara el Misterio de la Santísima Trinidad con un Océano sin fondo.

“Océano sin fondo de la vida divina! // Me he llegado a tus márgenes con un ansia de fe. // Di, ¿qué tiene tu abismo que a tal punto fascina? // - Océano sin fondo de la vida divina! // Me atrajeron tus ondas... - y ya he perdido pie!” (Sor Cristina de Arteaga, Sembrad: poesías, Ed. Monasterio de Santa Paula, Sevilla 1982. LXXXV).

Una de las santas que más han destacado por su devoción trinitaria es la Santa Isabel de la Trinidad (1880-1906; canonizada por el Papa Francisco el 16 de octubre de 2016). Poco antes de ingresar al Carmelo de Dijon, luego de esperar, por deseo de su madre, su cumpleaños 21, Isabel Catez-Rolland escribe a su director espiritual:

“Llevo diez días sin poderme mover: tengo un pequeño derrame sinovial en una rodilla... No puedo ir a la iglesia ni a comulgar, pero ¿sabe? Dios no necesita del Sacramento para venir a mí. Pienso que lo poseo lo mismo. ¡Es algo tan bueno esta presencia de Dios! Allí, en lo hondo, en el cielo de mi alma, es donde me gusta encontrarlo, pues Él nunca me abandona. ‘Dios en mí y yo en Él’. ¡Sí, esto es mi vida...! Hace tanto bien, ¿no?, pensar que, salvo por la visión, nosotros lo poseeremos ya lo mismo que lo poseen los bienaventurados en el cielo..., que no podemos separarnos ni alejarnos de Él... Pídale mucho que me deje poseer por entero, arrastrar por entero...
        ¿Le he dicho ya cómo me llamaré en el Carmelo? “María Isabel de la Trinidad”. Me parece que ese nombre denota una vocación especial, ¿no le parece un nombre bonito? ¡Amo tanto ese misterio de la Santísima Trinidad! Es un abismo en el que yo me sumerjo...
        Adiós, querido señor. Le envío una fotografía; mientras me la sacaban, pensaba en Él, así que es Él quien va en la foto” (Santa Isabel de la Trinidad, Carta al canónigo Angles, 14 de junio de 1901).

Los grandes santos tenían una conciencia muy viva de la inhabitación de la Santísima Trinidad en su alma. Santa Teresa de Jesús (1515-1582), por ejemplo, tenía un trato familiar y cercano con las Tres Personas divinas.

“No ha menester para hablar con su Padre Eterno ir al cielo, ni para regalarse con Él. Por poco que hable, está tan cerca que nos oirá, ni ha menester alas para ir a buscarle, sino ponerse en soledad, y mirarle dentro de sí, y no extrañarse de tan buen huésped, sino con gran humildad hablarle como a padre, pedirle como a padre, contarle sus trabajos” (Camino de perfección, c. 28).

En su tercera Encíclica trinitaria, San Juan Pablo II (1920-2005) confiesa el origen que dio lugar a esos tres escritos.

"La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo estén con todos vosotros" (2 Cor  13, 13). "De esta exhortación han partido, en cierto modo, y en ella se han inspirado las precedentes Encíclicas Redemptor hominis y Dives in misericordia, las cuales celebran el hecho de nuestra salvación realizada en el Hijo, enviado por el Padre al mundo (...). De esta misma exhortación arranca ahora la presente  Encíclica sobre el Espíritu Santo" (San Juan Pablo II, Dominum Vivificantem, 2).

Terminamos con unas citas breves del Papa Francisco sobre la Santísima Trinidad.

“Pensar en que Dios es amor nos hace mucho bien” (Francisco, 2013). “Manifestar el amor es un reflejo de la Trinidad” (Francisco, 2014). “Todo, en la vida cristiana, gira alrededor del misterio trinitario” (Francisco, 2015). “Dios es una familia de Tres Personas, que aman tanto que forman una sola cosa” (Francisco, 2016). “Dios no está lejano y cerrado en sí mismo, sino que es Vida y quiere comunicarse” (Francisco, 2017).


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