1. “Mors
et vita duello conflixere mirando: dux vitae mortuus regnat vivos” (Secuencia
Pascual). “Lucharon vida y muerte
en singular batalla, y, muerto el que es la Vida, triunfante se levanta”.
2. Jesús
al ver las expresiones de terror y miedo
de los discípulos, les dice: “¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en
vuestro corazón?” (cfr. Lc 24, 35-48). Son expresiones de la oscuridad que
reinaba en el mundo después del pecado original.
3. El
Viernes Santo, después de la muerte del Señor, las tinieblas cubrieron toda la tierra. Es el momento de las
tinieblas. “La noche se aproxima y el día va de caída” (cfr. Lc 24).
4. Dios no creó el mundo para vivir en las
tinieblas, sino en la Luz. Es lo primero que dice al iniciar la creación: “Fiat Lux” (cfr. Primera Lectura de la
Vigilia Pascual). La luz de los astros, de las luminarias que marcan el ritmo
del día y de la noche, fue creada al cuarto día. Así se despoja a los astros de
todo carácter divino.
5. La Luz
del primer día es distinta: es la
que hace posible la vida, la comunicación, el conocimiento, el acceso a la
verdad, hace posible la libertad y el progreso, el bien y el amor. Esa Luz es reflejo de la Gloria del Creador en la
naturaleza de las criaturas. Dios creó al mundo para el séptimo día: día del descanso en Dios, día de la libertad
de la creatura para con Dios y para con las demás creaturas, día en que se
rompen todas las ataduras terrenas.
6. Es
como si Dios hubiera encendido toda la creación, con su Luz, y poco a poco se hubiera ido apagando, a causa del
mal, que proviene de la negación de Dios por parte de la creatura, del decir
“no”.
7. El día
de la Resurrección, el primer día de la semana (el octavo día; el Domingo), es un volver a encender la Luz primigenia. Es un volver a vivir en la
presencia de Dios muy fuertemente, como Adán en el paraíso, que “vivebat fruens Deo, ex quo bono erat bonus”;
“vivía gozando de Dios, gracias a cuyo bien, era bueno”.
8.
Llegará un momento en que se vuelva a apagar esa Luz casi por completo, como
dice San Pedro en su Segunda Epístola (“quasi
lucernae lucenti in caliginoso loco”: 2 Pe 1, 19), y llegará el momento en que Jesús vuelva a encender por tercera
vez la Luz de Dios, al final de los tiempos.
9. La
oscuridad acerca de Dios y de sus valores amenaza
verdaderamente al hombre. Es la verdadera amenaza para nuestra existencia y
para el mundo en general. Si Dios y los valores, la diferencia entre el bien y
el mal, permanece en la oscuridad, entonces todas las otras iluminaciones que
nos dan un poder tan increíble, no son sólo progreso, sino amenazas que nos
ponen en peligro a nosotros y al mundo. Podemos
iluminar nuestras ciudades tan deslumbrantemente que ya no pueden verse las
estrellas del cielo. “¿Acaso no es esta una imagen de la problemática de
nuestro ser ilustrado?” (cfr. Benedicto XVI, Homilía del 7-IV-2012).
10. Pero,
¿cómo puede llegar la Luz de Cristo a nuestro corazón? Por el sacramento del bautismo y la profesión de fe el Señor ha
construido un puente para nosotros a través del cual el nuevo día viene a
nosotros. “Haec est dies quam fecit Dominus!”.
11. Por
la mano vencedora de Dios la sabiduría ha abierto la boca de los mudos y ha
soltado la lengua de los niños (cfr. Antífona
de entrada de la feria V de la Semana de Pascua).
12. Por la fe en el nombre de Jesús el
paralítico del pórtico de Salomón recobró la salud (cfr. Primera Lectura de ese
día). San Pedro pide a los judíos, que obraron por ignorancia, que se
arrepientan de sus pecados “para que vengan tiempos de consuelo de parte de
Dios y envíe a Jesús, el Mesías” (se refiere al tiempo de la restauración
universal).
13.
¡Señor, qué admirable es tu nombre
en toda la tierra! (Salmo 8).
14. Por
la Resurrección (la profesión de fe y el bautismo) somos introducidos en el Nombre de Jesús (del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo). Así se traduce la expresión grieta Eis to onoma: “introducidos en el nombre” Cfr. discurso de Pedro en
Pentecostés: ¿qué tenemos que hacer?, recibir el bautismo en el nombre de
Jesús, para poder recibir el Espíritu
Santo (cfr. Hch 2, 14-41).
15. Jesús
dice a sus discípulos el día de su
Resurrección: “Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre
los muertos al tercer día y en su nombre se proclamará la conversión para el
perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros
sois testigos de esto” (Lc 24, 35-48).
16. Conclusión: no dejar que se apague la luz de la fe y la gracia en nuestra
alma. “Adauge nobis fidem”. “Aparta
Señor de mi lo que me aparte de ti” (cfr. San Josemaría Escrivá de Balaguer).
No dejar que se apague el potencial de
nuestro bautismo. Jesús llama
“hermanos” a sus discípulos (ante la Magdalena) porque, desde su
Resurrección, podemos llamarnos de nuevo hijos de Dios. No dejar que disminuya
la fuerza evangelizadora que
llevamos dentro, por el Espíritu Santo, como sucedía en la vida de los
apóstoles (ver los Hechos que leeremos en este tiempo pascual).
17. No
dejar que esa lucecita de las velas de
la Pascua, del cirio pascual, se apague en el mundo.
18. Lo
pedimos a María, Stella Matutina, Faro Esplendente que nos ilumina para que la
oscuridad nunca nos invada, para que disipe las tinieblas de la idolatría (de
la confusión, del mal, del pecado).
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