Mañana,
con la Solemnidad de Pentecostés,
terminamos el Tiempo Pascual. Sin embargo, ahora seguimos con la secuencia de los Misterios del Rosario
que hemos comenzado. Hoy consideraremos el Segundo
Misterio de Luz.
Toda la revelación del Misterio de Cristo
tiene una unidad admirable. Ya desde el principio de la Vida pública del
Señor se manifiesta la abundancia del Amor de Dios, como se pone especialmente
de relieve en la Venida del Espíritu Santo, en Pentecostés.
Efectivamente,
Jesús realiza el primero de sus Signos de
modo sorprendente: convierte aproximadamente 600 litros de agua en el mejor
de los vinos.
El 2°
Misterio luminoso es la Autorrevelación
de Jesús en las bodas de Caná. Toda la vida de Cristo es un Misterio de
Luz. Él es la Luz del Mundo. Pero esta dimensión se manifiesta especialmente en
su Vida pública, cuando anuncia el evangelio del Reino.
“Misterio de luz es el comienzo de los signos en Caná (cf.Jn
2, 1-12), cuando Cristo, transformando el agua en vino, abre el corazón de los
discípulos a la fe gracias a la
intervención de María, la primera creyente” (RVM, n. 21).
San Juan
Pablo II, en su Carta Apostólica Rosarium
Virginis Mariae (16 de octubre de 2002), publicada para inaugurar el Año del Rosario en toda la Iglesia, resalta la presencia de María en todos
los Misterios del Rosario, también en los Misterios de Luz.
“Excepto en el de Caná, en estos misterios la presencia de María queda en el trasfondo.
Los Evangelios apenas insinúan su eventual presencia en algún que otro momento
de la predicación de Jesús (cf. Mc 3, 31-35; Jn 2, 12) y nada dicen sobre su
presencia en el Cenáculo en el momento de la institución de la Eucaristía.
Pero, de algún modo, el cometido que
desempeña en Caná acompaña toda la misión de Cristo. La revelación, que en
el Bautismo en el Jordán proviene directamente del Padre y ha resonado en el
Bautista, aparece también en labios de María en Caná y se convierte en su gran
invitación materna dirigida a la Iglesia de todos los tiempos: "Haced lo que él os diga" (Jn 2,
5). Es una exhortación que introduce muy bien las palabras y signos de Cristo
durante su vida pública, siendo como el telón
de fondo mariano de todos los "misterios de luz" (RVM, n. 21).
El Papa nos invita a meditar la vida de
Cristo teniendo presente el “telón de fondo mariano” que hay en ella: “la
presencia de María queda en el trasfondo”. Nuestra Madre está siempre dándonos
su buen consejo: “Haced lo que Él os diga”.
Toda la
vida de Cristo es un “cumplir la
voluntad de su Padre”. Y María nos anima a seguir a Jesús en ese
cumplimiento de la voluntad de Dios.
El martes pasado leíamos en la primera
lectura de la Misa un texto de los Hechos de los Apóstoles. San Pablo se
había reunido con los presbíteros de Éfeso para abrirles su corazón, en el
puerto de Mileto, antes de su marcha a Jerusalén.
El jueves 10 de marzo de 2011, el Papa
Benedicto XVI comentaba este texto a los sacerdotes de la diócesis de Roma.
En esa charla repitió 20 veces la palabra “voluntad”, refiriéndose a la
necesidad que tienen los sacerdotes (en realidad, todos los cristianos) de
buscar cumplir la voluntad de Dios en todo momento, y no nuestra propia
voluntad.
“[Somos servidores de Cristo] servidores que no hacen su voluntad, sino la voluntad del
Señor. En la Iglesia somos realmente embajadores de Cristo y servidores del
Evangelio”.
Por lo
tanto, nuestra obligación es anunciar
completa la voluntad de Dios y no un cristianismo “a la carta”, según
nuestros propios gustos o ideas teológicas preferidas.
“[El cristiano no se sustrae] al compromiso de anunciar toda
la voluntad de Dios, también la voluntad
incómoda, incluidos los temas que personalmente no le agradan tanto.
Nuestra misión es anunciar toda la voluntad de Dios, en su totalidad y
sencillez última. Pero es importante el hecho de que debemos predicar y enseñar
–como dice san Pablo–, y proponer
realmente toda la voluntad de Dios”.
Es
verdad, también, que nunca podremos acabar de conocer toda la voluntad de Dios,
en plenitud, porque nunca podremos
abarcar la grandeza del Misterio divino. Por eso, el cristiano tiene sed de
Dios. Nunca se sacia con la verdad que conoce. Siempre tiene deseos de saber más
sobre Dios y su Verdad.
“Pienso que si el mundo
de hoy tiene curiosidad de conocer todo, mucho más nosotros deberemos tener
la curiosidad de conocer la voluntad de Dios: ¿qué podría ser más interesante,
más importante, más esencial para nosotros que conocer lo que Dios quiere,
conocer la voluntad de Dios, el rostro de Dios? Esta curiosidad interior debería ser también nuestra curiosidad por
conocer mejor, de modo más completo, la voluntad de Dios. Debemos responder
y despertar esta curiosidad en los demás, curiosidad por conocer verdaderamente
toda la voluntad de Dios, y así conocer cómo podemos y cómo debemos vivir, cuál
es el camino de nuestra vida”.
El Papa
Benedicto XVI nos anima a comenzar por ahondar
en el contenido de las cuatro partes del Catecismo de la Iglesia Católica (doctrina,
liturgia, moral y oración) que nos introducen a la totalidad de la voluntad de Dios.
La Revelación de Dios es algo sencillo:
Dios se ha revelado en Cristo. Pero hay que entrar en esa sencillez: creo en
Dios, que se revela en Cristo y quiero ver y realizar su voluntad. El Espíritu
Santo nos hará comprender la sencillez última de la fe si somos dóciles a su
acción. Descubriremos que en la oscuridad aparente hay mucha Luz. Que la Verdad
es bella. La voluntad de Dios es buena, es la bondad misma.
Es necesario ser humildes, como los
siervos de las bodas de Caná, que hicieron caso al buen consejo de la Virgen,
llenaron las hidras de agua hasta los bordes y fueron testigos del gran milagro
del Señor: la conversión de 600 litros de agua en el mejor de los vinos.
Dios nos
ama y la voluntad última del Señor es gracia.
“El Evangelio es invitación a la alegría porque estamos
en la gracia, y la última palabra de Dios es la gracia”.
San
Pablo revela a los presbíteros de Éfeso su martirio inminente, y les alerta
a estar en vela: "Velad por vosotros mismos y por todo el rebaño sobre el
que el Espíritu Santo os ha puesto como guardianes para pastorear la Iglesia de
Dios, que él se adquirió con la sangre de su propio Hijo" (v. 28).
“"Velad",
nos dice [Jesús] a nosotros; tratemos de
no dormir en este tiempo, sino de estar realmente dispuestos para la
voluntad de Dios y para la presencia de su Palabra, de su Reino (…)."Velad
por vosotros mismos": estemos
atentos también a nuestra vida espiritual, a nuestro estar con Cristo. Como
he dicho en muchas ocasiones: orar y meditar la Palabra de Dios no es tiempo
perdido para la atención a las almas, sino que es condición para que podamos
estar realmente en contacto con el Señor y así hablar de primera mano del Señor
a los demás”.
Terminamos
con unas palabras del Papa Benedicto XVI sobre la importancia de seguir las mociones del Espíritu Santo
en nuestra alma.
“No es algo que hagamos nosotros solamente [nuestra misión en
la Iglesia]. Es una elección del Espíritu Santo, y en esta voluntad del
Espíritu Santo, voluntad de Dios, vivimos y buscamos cada vez más dejarnos llevar de la mano por el Espíritu Santo, por el Señor
mismo”.
María es la Esposa del Espíritu Santo. Es
Maestra de fe y docilidad para cumplir siempre y en todo momento la voluntad de
Dios.
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