sábado, 19 de mayo de 2018

Misterios de Luz (2)


Mañana, con la Solemnidad de Pentecostés, terminamos el Tiempo Pascual. Sin embargo, ahora seguimos con la secuencia de los Misterios del Rosario que hemos comenzado. Hoy consideraremos el Segundo Misterio de Luz.

 

Toda la revelación del Misterio de Cristo tiene una unidad admirable. Ya desde el principio de la Vida pública del Señor se manifiesta la abundancia del Amor de Dios, como se pone especialmente de relieve en la Venida del Espíritu Santo, en Pentecostés.

Efectivamente, Jesús realiza el primero de sus Signos de modo sorprendente: convierte aproximadamente 600 litros de agua en el mejor de los vinos.

El 2° Misterio luminoso es la Autorrevelación de Jesús en las bodas de Caná. Toda la vida de Cristo es un Misterio de Luz. Él es la Luz del Mundo. Pero esta dimensión se manifiesta especialmente en su Vida pública, cuando anuncia el evangelio del Reino.

“Misterio de luz es el comienzo de los signos en Caná (cf.Jn 2, 1-12), cuando Cristo, transformando el agua en vino, abre el corazón de los discípulos a la fe gracias a la intervención de María, la primera creyente” (RVM, n. 21).

San Juan Pablo II, en su Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae (16 de octubre de 2002), publicada para inaugurar el Año del Rosario en toda la Iglesia, resalta la presencia de María en todos los Misterios del Rosario, también en los Misterios de Luz.

“Excepto en el de Caná, en estos misterios la presencia de María queda en el trasfondo. Los Evangelios apenas insinúan su eventual presencia en algún que otro momento de la predicación de Jesús (cf. Mc 3, 31-35; Jn 2, 12) y nada dicen sobre su presencia en el Cenáculo en el momento de la institución de la Eucaristía. Pero, de algún modo, el cometido que desempeña en Caná acompaña toda la misión de Cristo. La revelación, que en el Bautismo en el Jordán proviene directamente del Padre y ha resonado en el Bautista, aparece también en labios de María en Caná y se convierte en su gran invitación materna dirigida a la Iglesia de todos los tiempos: "Haced lo que él os diga" (Jn 2, 5). Es una exhortación que introduce muy bien las palabras y signos de Cristo durante su vida pública, siendo como el telón de fondo mariano de todos los "misterios de luz" (RVM, n. 21).

El Papa nos invita a meditar la vida de Cristo teniendo presente el “telón de fondo mariano” que hay en ella: “la presencia de María queda en el trasfondo”. Nuestra Madre está siempre dándonos su buen consejo: “Haced lo que Él os diga”.

Toda la vida de Cristo es un “cumplir la voluntad de su Padre”. Y María nos anima a seguir a Jesús en ese cumplimiento de la voluntad de Dios.

El martes pasado leíamos en la primera lectura de la Misa un texto de los Hechos de los Apóstoles. San Pablo se había reunido con los presbíteros de Éfeso para abrirles su corazón, en el puerto de Mileto, antes de su marcha a Jerusalén.

El jueves 10 de marzo de 2011, el Papa Benedicto XVI comentaba este texto a los sacerdotes de la diócesis de Roma. En esa charla repitió 20 veces la palabra “voluntad”, refiriéndose a la necesidad que tienen los sacerdotes (en realidad, todos los cristianos) de buscar cumplir la voluntad de Dios en todo momento, y no nuestra propia voluntad.

“[Somos servidores de Cristo] servidores que no hacen su voluntad, sino la voluntad del Señor. En la Iglesia somos realmente embajadores de Cristo y servidores del Evangelio”.

Por lo tanto, nuestra obligación es anunciar completa la voluntad de Dios y no un cristianismo “a la carta”, según nuestros propios gustos o ideas teológicas preferidas.

“[El cristiano no se sustrae] al compromiso de anunciar toda la voluntad de Dios, también la voluntad incómoda, incluidos los temas que personalmente no le agradan tanto. Nuestra misión es anunciar toda la voluntad de Dios, en su totalidad y sencillez última. Pero es importante el hecho de que debemos predicar y enseñar –como dice san Pablo–, y proponer realmente toda la voluntad de Dios”.

Es verdad, también, que nunca podremos acabar de conocer toda la voluntad de Dios, en plenitud, porque nunca podremos abarcar la grandeza del Misterio divino. Por eso, el cristiano tiene sed de Dios. Nunca se sacia con la verdad que conoce. Siempre tiene deseos de saber más sobre Dios y su Verdad.

“Pienso que si el mundo de hoy tiene curiosidad de conocer todo, mucho más nosotros deberemos tener la curiosidad de conocer la voluntad de Dios: ¿qué podría ser más interesante, más importante, más esencial para nosotros que conocer lo que Dios quiere, conocer la voluntad de Dios, el rostro de Dios? Esta curiosidad interior debería ser también nuestra curiosidad por conocer mejor, de modo más completo, la voluntad de Dios. Debemos responder y despertar esta curiosidad en los demás, curiosidad por conocer verdaderamente toda la voluntad de Dios, y así conocer cómo podemos y cómo debemos vivir, cuál es el camino de nuestra vida”.

El Papa Benedicto XVI nos anima a comenzar por ahondar en el contenido de las cuatro partes del Catecismo de la Iglesia Católica (doctrina, liturgia, moral y oración) que nos introducen a la totalidad de la voluntad de Dios.

La Revelación de Dios es algo sencillo: Dios se ha revelado en Cristo. Pero hay que entrar en esa sencillez: creo en Dios, que se revela en Cristo y quiero ver y realizar su voluntad. El Espíritu Santo nos hará comprender la sencillez última de la fe si somos dóciles a su acción. Descubriremos que en la oscuridad aparente hay mucha Luz. Que la Verdad es bella. La voluntad de Dios es buena, es la bondad misma.

Es necesario ser humildes, como los siervos de las bodas de Caná, que hicieron caso al buen consejo de la Virgen, llenaron las hidras de agua hasta los bordes y fueron testigos del gran milagro del Señor: la conversión de 600 litros de agua en el mejor de los vinos.

Dios nos ama y la voluntad última del Señor es gracia.

“El Evangelio es invitación a la alegría porque estamos en la gracia, y la última palabra de Dios es la gracia”.

San Pablo revela a los presbíteros de Éfeso su martirio inminente, y les alerta a estar en vela: "Velad por vosotros mismos y por todo el rebaño sobre el que el Espíritu Santo os ha puesto como guardianes para pastorear la Iglesia de Dios, que él se adquirió con la sangre de su propio Hijo" (v. 28).

“"Velad", nos dice [Jesús] a nosotros; tratemos de no dormir en este tiempo, sino de estar realmente dispuestos para la voluntad de Dios y para la presencia de su Palabra, de su Reino (…)."Velad por vosotros mismos": estemos atentos también a nuestra vida espiritual, a nuestro estar con Cristo. Como he dicho en muchas ocasiones: orar y meditar la Palabra de Dios no es tiempo perdido para la atención a las almas, sino que es condición para que podamos estar realmente en contacto con el Señor y así hablar de primera mano del Señor a los demás”.

Terminamos con unas palabras del Papa Benedicto XVI sobre la importancia de seguir las mociones del Espíritu Santo en nuestra alma.

“No es algo que hagamos nosotros solamente [nuestra misión en la Iglesia]. Es una elección del Espíritu Santo, y en esta voluntad del Espíritu Santo, voluntad de Dios, vivimos y buscamos cada vez más dejarnos llevar de la mano por el Espíritu Santo, por el Señor mismo”.
      
María es la Esposa del Espíritu Santo. Es Maestra de fe y docilidad para cumplir siempre y en todo momento la voluntad de Dios.
     

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