El Espíritu Santo es «el que viene», como Jesús, que también «vino». Decía San Ireneo de Lyon (+202) que Cristo y el Espíritu Santo son como las «dos manos del Padre». Ambas Personas Trinitarias «vienen» al mundo para salvarlo del pecado, del demonio, de la muerte. Vienen para darnos la Vida Nueva, para hacer posible que la Santísima Trinidad inhabite en nosotros.
Durante el Adviento repetimos: «¡ven, Señor Jesús!». Durante los días posteriores a la Ascensión del Señor a los Cielos, rezamos: «Veni, Sancte Spiritus!», «¡Veni, Creator Spiritus». Son dos himnos litúrgicos admirables, que nos ayudan a conocer y tratar más al Paráclito en nuestra alma.
Los primeros cristianos anhelaban la Segunda Venida de Cristo. Muchos de los primeros Padres de la Iglesia son testigos de este gran deseo de la primitiva cristiandad, de la naciente Iglesia. En nosotros, el paso de los años (centenares, miles…), quizá ha apagado este deseo perentorio. Vemos lejano ese momento o, al menos, muy incierto. A lo largo de la historia ha habido épocas en las que se ha encendido, sobre todo cuando había grandes calamidades (el año 1000, la peste negra del sigo XIV…). Ahora, en nuestro tiempo, también hay muchas voces —algunas de ellas de gran pesos— que nos invitan a no estar como dormidos, sino muy despiertos y en vela, para esperar con gozo siempre nuevo la Venida del Salvador.
Pero también hay voces autorizadas que nos hablan de una Segunda Venida del Espíritu Santo. Ya sabemos que el Espíritu vino una vez, en Pentecostés, y su presencia es constante en la Iglesia. El Gran Desconocido está siempre activo en las almas que son dóciles a su acción.
Sin embargo, así como en la vida de las personas hay momentos de efusión especial del Espíritu (por ejemplo, cuando decidimos seguir la vocación que Dios da a cada uno, o en otros momentos cruciales de la propia vida), también en la Iglesia el Espíritu actúa con mayor o menor fuerza, según las épocas y acontecimientos históricos.
En las apariciones que tuvieron lugar hace ya casi sesenta años en San Sebastián de Garabandal, La Virgen comunicó a las niñas videntes que, pronto, al menos durante la vida de una de ellas (Conchita, que tiene ahora 72 años de edad), habría como una Segunda Venida del Espíritu sobre todas las personas que vivan en el mundo cuando ocurra: es el Aviso.
El Aviso tendrá lugar junto con una manifestación exterior del poder de Dios que será como si «dos astros chocasen» en el cielo. Pero el aspecto más importante será el interior: todos veremos nuestra propia vida con gran claridad. Conoceremos el estado de nuestra alma frente a Dios. El Espíritu Santo nos iluminará para que, cada uno, tome una decisión vital: aceptar el amor de Dios o rechazarlo.
Hay mucha literatura sobre este fenómeno que también se llama «iluminación de las conciencias». Ya algunos lo han experimentado personalmente: por ejemplo, María Vallejo Nájera, en Medjugorje.
La próxima Solemnidad de Pentecostés nos puede ayudar a recordar que debemos estar preparados para esa «Segunda Venida del Espíritu» al mundo, de modo que respondamos con la fidelidad de los apóstoles y de Nuestra Madre.
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