viernes, 22 de enero de 2021

"Está cerca el Reino de Dios"

«Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio» (cfr. Mc 1, 14-20). Así comienza el Evangelio del Tercer Domingo del Tiempo ordinario, Domingo de la Palabra (ver nota reciente de la Sagrada Congregación para el Culto Divino), y Domingo en la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos.

Bartolomé Esteban Murillo (1618-1682),
"Ecce Homo"

Con esas palabras comienza Jesús su predicación, que es precisamente sobre la proximidad del Reino de Dios, o Reino de los Cielos. Pero, ¿qué quería el Señor decirnos con esta expresión? A lo largo de la historia de la Iglesia se han dado numerosas interpretaciones, especialmente en el último siglo. Los teólogos se han detenido en ella, porque es muy importante conocer el alcance de su significado.

Por ejemplo, desde muy joven, Joseph Ratzinger mostró un gran interés por la escatología. Como profesor de teología dogmática impartió ese curso en varias ocasiones y escribió un libro, “Escatología: la muerte y la vida eterna”. En el tomo X de sus obras completas, trata sobre la Resurrección y la Vida Eterna. Todo el pensamiento escatológico de Benedicto XVI está dentro de la teología tradicional. Por lo tanto, no se aventura a hablar de un periodo de la historia intermedio entre la Segunda Venida de Cristo (Fin de los Tiempos) y el Fin del mundo. Sin embargo, Conchita González, en una ocasión aclaró a su madre que sí parece que llegará esa etapa de un "milenio" bien entendido, según unas palabras de la Virgen: “no ha dicho fin del mundo, sino fin de los tiempos”. Entre el fin de los tiempos y el fin del mundo podría haber una nueva manifestación del Reino de Dios en la tierra.

En esta semana en que estamos rezando por la unidad en la Iglesia y considerando la importancia de la Palabra de Dios, es importante mantener la unidad sobre los conceptos centrales de la escatología cristiana -sabiendo que hay aspectos que forman parte de la revelación, que están en la Sagrada Escritura y en la Tradición, y han sido explicados por el Magisterio de modo constante a través de los siglos-, y hay también interpretaciones o añadidos por revelaciones privadas, que hay que tomar con precaución, y que no forman parte de la revelación pública y de lo que está en el depósito de la fe. 

La expresión “Reino de Dios” tiene que ver con todo esto, porque precisamente, a partir de ella se puede conocer qué es lo central y cómo hay que entender la Nueva Realidad inaugurada por Cristo. En el Nuevo Testamento y en los escritos paulinos y jónicos se trata numerosas veces sobre este tema. El Reino de Dios es el asunto central de la predicación y de la actividad del Señor. Jesús no sólo anuncia la llegada del Reino, sino que lo trae en su persona, sus obras y sus palabras (cfr. A. García-Moreno, voz Reino de Dios, en Diccionario de Teología, Eunsa, pp. 842-848). Es un mensaje de Jesús y sobre Jesús. 

“Es temporal, porque se materializa en una comunidad que lo acepta, lo vive y lo realiza en el mundo de los hombres.; es escatológico porque debe planificarse en el futuro; y es cristológico porque tiene que ver esencialmente con Jesús y sus discípulos” (Ibidem).

La venida del misterioso Reino de Dios se extiende desde los profetas del Antiguo Testamento hasta el final de los tiempos. Solamente en el futuro alcanzará su plenitud. Sin embargo, ya está presente en las palabras y acciones de Jesús. También en sus discípulos. 

El tiempo se ha cumplido [engiken]”. Esta palabra griega está en un tiempo pasado con implicaciones presentes y que, sin embargo, alude al futuro. Misteriosamente, se unen pasado, presente y futuro escatológico. 

“Esta tensión en torno al tiempo corresponde a la presencia del Reino como algo misteriosamente escondido, incomprensible a "los de fuera", pero revelado a "los de dentro". «A vosotros se os ha dado a conocer el misterio del Reino» (Mc 4, 11). Debe afirmarse, sin embargo, que la frontera entre "los de fuera" y "los de dentro" permanece fluida e in cierta hasta el fin de los tiempos” (Ibidem).

El Reino de Dios está en el mundo desde que Jesús comienza su actividad pública. Pero no es un reino temporal: «Mi reino no es de ese mundo» (Jn 18, 36). Existe ya en la tierra como realidad espiritual incoada, que es semilla y primicia de la plenitud futura.
El Reino, iniciado por la predicación y acciones de Jesús, toma forma en el mundo a través de las obras de sus discípulos. El Reino contiene una dimensión eterna. Sobre todo, es interior: está en los corazones. «El Reino de Dios no llega con signos visibles, ni dirán helo aquí o allí; porque el Reino está dentro de vosotros» (Lc 17, 20). 

El "venga a nos tu Reino", del Padrenuestro, no es una petición puramente escatológica que contemple sólo un tiempo futuro. El creyente pide también que Dios se abra paso y reine en los corazones de los hombres.

“Conviene advertir que todas las interpretaciones existentes del Reino, desde los mismos evangelistas hasta nuestros días, nunca conseguirán reflejar plenamente el alcance y las implicaciones de la predicación y la mente de Jesús acerca de ese misterio” (cfr. Ibidem).

Ya desde ahora podemos contribuir con la implantación del Reino, seguros de que, al final, nos quedaremos asombrados de los planes de Dios.
 

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