sábado, 17 de febrero de 2018

El problema de la profecía cristiana (9)


En el post anterior terminamos de reflexionar sobre la entrevista que le hicieron al Cardenal Ratzinger en 1988 sobre la profecía cristiana. En este post continuaremos analizando la profecía en los escritos de Marga.   

 

Como ya hemos tenido la ocasión de comentar, los escritos de Marga (cfr. el sitio de la VDCJ: www.vdcj.org) tienen un claro sentido profético, no solamente en el sentido de anunciarnos eventos que sucederán en el futuro, sino en el verdadero sentido de la profecía, es decir, el de ser un instrumento de Dios para comunicarnos lo que espera de nosotros en estos momentos de la historia del mundo y de la Iglesia.

En los posts anteriores hemos estudiado especialmente algunos textos los tomos III y IV de la VDCJ (Verdadera Devoción al Corazón de Jesús). Ahora continuaremos con el contenido del tomo IV a partir de la p. 28. Las negritas y lo que está entre paréntesis cuadrados [  ] es nuestro.

Veíamos que las cuatro primeras características de la VDCJ son 1) una mística para nuestro tiempo y para todos, a través de la Eucaristía 2) la sencillez y la humildad, en la vida ordinaria, siguiendo el modelo de María, 3) la aceptación de la Cruz y del camino de conversión y purificación por el que nos lleva la Virgen, y 4) la alegría que va unida a la aceptación de la Cruz, para mirar el futuro siempre con esperanza, ilusión y optimismo (cfr. El problema de la profecía cristiana nn. 4 y 5).

Las dos primeras ya las analizamos con más detenimiento. Ahora comentaremos algo más sobre la tercera y la cuarta.

El camino para llegar a Jesús siempre es la Virgen. Es el mejor atajo, como decía san Josemaría Escrivá de Balaguer:

«El principio del camino, que tiene por final la completa locura por Jesús, es un confiado amor hacia María Santísima» (Santo Rosario, prólogo).

El Señor nos aconseja colocarnos en la Patena Purísima del Corazón Inmaculado de la Virgen, pues nos la ha dado como Madre:

“Allí sufrimos el procedimiento del cambio y la purificación, de nuestra conversión, de dejar el hombre viejo para asumir el nuevo (cfr. Rm 6,6; Col 3,5-10; Ef 4,22-24), renovado (…). Esta purificación personal es preparada por manos de una Madre, por manos de mi Madre” (…). “Sin miedo, nos colocamos en las manos purísimas de María, que Ella nos preparará para el sacrificio final” (Tomo IV, p, 25).

Jesús desea que aceptemos alegremente la Cruz en nuestras vidas. Y podemos hacerlo simbólicamente acercándonos a besarla con devoción. Así, quedará grabada en nosotros la Cruz y nuestra vida no se entenderá sin la Cruz (cfr. Tomo IV, p. 26).  

Estas consideraciones sobre la Cruz me recuerdan otro texto de San Josemaría:

“Me preguntas: ¿por qué Me preguntas: ¿por qué esa Cruz de palo? —Y copio de una carta: "Al levantar la vista del microscopio la mirada va a tropezar con la Cruz negra y vacía. Esta Cruz sin Crucificado es un símbolo. Tiene una significación que los demás no verán. Y el que, cansado, estaba a punto de abandonar la tarea, vuelve a acercar los ojos al ocular y sigue trabajando: porque la Cruz solitaria está pidiendo unas espaldas que carguen con ella" (Camino, 277).

Pero es una Cruz alegre. Recientemente, el Prelado del Opus Dei, Mons. Fernando Ocáriz ha dicho:

“Últimamente estoy recordando con frecuencia una frase de san Josemaría: “No es lícito pensar que sólo se puede hacer con alegría lo que nos gusta”. No. Con la fe y con la razón, podemos cumplir libremente, amar, nuestros deberes, aunque no sean en ocasiones, lo que más nos apetezca”.

Por eso, la cuarta característica de la VDCJ es la alegría: aceptar sin miedo, junto a Nuestra Madre, todo lo que suponga la purificación que Dios tenga dispuesta para nosotros.

“Los siempre Alegres, como Ella (…)”. Pero una alegría interna que brota del fondo del alma, y que nada ni nadie podrá quitarnos (cfr. Jn 16,22), porque es la alegría de estar viviendo Su Voluntad, la Voluntad de Dios”. «Los siempre sonrientes». De los que brota siempre una palabra de ánimo y de optimismo. Nunca negativos. Siempre mirando hacia el futuro con esperanza, con ilusión y con optimismo” (Tomo IV, p. 27).

Vendrán dificultades y penas. Eso es indudable. Vendrá la Gran Tribulación. Vendrá la oscuridad en el mundo. El Papa Francisco nos los recuerda en su mensaje de Cuaresma: «Al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría» (Mt 24,12).

El 1 de julio de 2017 decía Mons. Ocáriz:

“Nuestra vida –ha dicho don Fernando– no es una novela rosa sino un poema épico, pero siempre con alegría porque contamos con la ayuda del Señor. Nunca estamos solos. Por la comunión de los santos formamos un solo Cuerpo con Jesucristo”.

Y Jesús le decía a Marga durante el retiro espiritual en el que le comunicó las características de la VDCJ:

“Aunque venga anuncios de guerras y catástrofes, vosotros estáis alegres (cfr. Sal 27,1ss; Lc 21,28), porque sabéis que al final, Su Inmaculado Corazón Triunfará en el mundo, como está triunfando en vosotros a través de esa vida de Unión mística a Su lado” (cfr. Tomo IV, p. 28).

Ahora mismo, mientras escribo este post he sentido con fuerza un “temblor”, como decimos nuestro país, de grado 7.5; y vivo en el piso 8° de un edificio de la Ciudad de México. Pero, con la gracia de Dios, tengo la confianza plena de estar en las manos de Dios y de su Madre.


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