En este post transcribimos la última parte de la entrevista sobre la profecía que dio el Cardenal Ratzinger en
1988.
Pero
antes, recomendamos a nuestros lectores ver dos vídeos sobre las apariciones de
la Virgen en San Sebastián de Garabandal.
Uno es un documental con escenas
originales que, al menos nosotros, no conocíamos: Historia de “Garabandal(versión completa)”. El otro es una entrevista a don
Jorge Fernández Días y al Padre José Luis Saavedra: “Garabandal, charla –coloquio en el Círculo Ecuestre de Barcelona”.
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Ahora,
continuaremos con la última parte de la entrevista
hecha a J. Ratzinger en 1988. http://www.solidaridad.net/solidaridadnet/noticia/1923/joseph-cardenal-ratzinger-el-problema-de-la-profecia-cristiana-).
Las negritas y lo que está entre
paréntesis cuadrado [] es nuestro.
Pregunta: Muchas veces se nota que existe una gran tensión entre el misticismo
puramente contemplativo y sin palabras y el misticismo profético con palabras.
Karl Rahner ha hecho notar esta tensión entre los dos tipos de mística. Algunos
pretenden que la mística contemplativa y sin palabras es la más elevada, más
pura y espiritual. En tal sentido se explican ciertos pasajes en san Juan de la
Cruz. Otros piensan que tal mística sin palabras en el fondo es extraña al
cristianismo, porque la fe cristiana es esencialmente la religión de la
Palabra.
Cardenal Ratzinger: Sí, diría que la mística cristiana tiene también una dimensión misionera. Ella no sólo busca elevar al individuo, sino que le confiere una misión, al ponerlo en contacto con el Verbo, con el Cristo que habla a través del Espíritu Santo. Santo Tomás de Aquino pone fuertemente en relieve este punto. Antes de santo Tomás se decía: primero monje y después místico, o bien, primero sacerdote y después teólogo. Tomás no acepta esto, porque el don místico abre a una misión, y la misión no es algo inferior a la contemplación, como contrariamente pensaba Aristóteles, quien consideraba la contemplación intelectual el grado más alto en la escala de los valores humanos. Éste no es un concepto cristiano, dice Tomás de Aquino, porque la forma de vida más perfecta es esa vida mixta, es decir, primero la vida mística y luego, a partir de ésta, la vida apostólica al servicio del Evangelio. Santa Teresa de Ávila ha expuesto este concepto en forma muy clara. Ella relaciona la mística con la cristología, obteniendo así una estructura misionera. Con esto no quiero excluir que el Señor pueda suscitar místicos auténticamente cristianos en el seno de la Iglesia, sino que quiero precisar que la cristología como base y medida de toda mística cristiana señala otra estructura (Cristo y el Espíritu Santo como inseparables). El «cara a cara» de Jesús con el Padre incluye «el ser para los otros», contiene en sí «el ser para todos». Si la mística es esencialmente un entrar en intimidad con Cristo, este «ser para los otros» le será impreso en lo más íntimo de sí.
Pregunta: Muchos profetas cristianos, como Catalina de Siena, Brígida de Suecia y Faustina Kowalska atribuyen a Cristo sus discursos proféticos o revelaciones. Estas revelaciones son definidas por la teología como revelaciones privadas. Este concepto aparece muy reductivo, porque la profecía siempre está dirigida a toda la Iglesia, jamás es privada.
Cardenal Ratzinger: En teología, el concepto de «privado» no significa que el mensaje se refiere únicamente a la persona que lo recibe y no a todos los otros. Es una expresión que se refiere más que nada al grado de importancia, como lo es por ejemplo en el concepto de «Misa privada». Con esto se quiere decir que las revelaciones de los místicos cristianos o de los profetas no pueden elevarse jamás al rango de la revelación bíblica, sólo podrán conducir a ésta o medirse de acuerdo a ella. Sin embargo, esto no significa que este tipo de revelaciones no sea importante para la Iglesia. Lourdes y Fátima prueban lo contrario. En definitiva, ellas nos llevan a la revelación bíblica y justamente por eso revisten una importancia segura.
Pregunta: En la historia de la Iglesia se puede constatar que no se pueden evitar heridas recíprocas, tanto por parte del profeta como por parte de los destinatarios. ¿Cómo explica este dilema?
Cardenal Ratzinger: Siempre ha sido así: el impacto profético no puede darse sin el sufrimiento que lo acompaña. El profeta está llamado a sufrir en una forma específica, es decir, estar dispuesto a sufrir y a compartir la Cruz de Cristo es la piedra de toque de su autenticidad. El profeta no busca jamás imponerse por sí mismo, pues su mensaje se verifica y se torna fértil a partir de la Cruz.
Pregunta: Es verdaderamente frustrante constatar que la mayor parte de las figuras proféticas de la Iglesia han sido rechazadas durante su vida. Casi siempre han sido criticadas o sometidas al rechazo por parte de la Iglesia. Esto es comprobable en la mayoría de los profetas y de las profetisas.
Cardenal Ratzinger: Sí, es verdad. San Ignacio de Loyola ha estado en prisión, lo mismo ocurrió con san Juan de la Cruz. Santa Brígida de Suecia ha estado a un paso de ser condenada por el concilio de Basilea; del resto es tradición de la Congregación para la Doctrina de la Fe ser en un primer momento muy cautos allí donde han afirmaciones de místicos. Esta actitud está más que justificada, porque existen muchos falsos místicos, muchos casos patológicos. Por lo tanto, es necesaria una actitud muy crítica para no correr el riesgo de caer en lo sensacional, en lo fantasioso y en la superstición. El místico se manifiesta en el sufrimiento, en la obediencia y en su capacidad de soportar, por eso su voz dura en el tiempo. En cuanto a la Iglesia, ella debe cuidarse de emitir un juicio prematuro, para evitar que merezca el reproche de «haber matado a los profetas».
Pregunta: La última pregunta es quizás un poco embarazosa. Se refiere a una figura profética contemporánea: la greco-ortodoxa Vassula Rydén. Ella es considerada por muchos creyentes, también por muchos teólogos, sacerdotes y obispos de la Iglesia católica como mensajera de Cristo. Sus mensajes, que desde 1991 están traducidos en 34 lenguas, están ampliamente difundidos en el mundo. Sin embargo, la Congregación para la Doctrina de la Fe se ha pronunciado en forma negativa al respecto. La «Notificación» de 1995, en la que junto a aspectos positivos en los escritos de Vassula, visualiza también puntos menos claros, ha sido interpretada por algunos comentaristas como una condena. ¿No es cierto?
Cardenal Ratzinger: Aquí usted toca un tema por demás delicado. No, la «Notificación» es una advertencia, no una condena. Desde un punto de vista procedimental, ninguna persona podría ser condenada sin proceso y sin ser haber sido escuchada antes. Lo que se dice es que todavía hay muchas cosas que se deben aclarar. Hay elementos apocalípticos que suscitan problemas y aspectos eclesiológicos todavía poco claros. Sus escritos contienen muchas cosas buenas, pero el grano bueno está mezclado con el malo. Es por eso que hemos invitado a los cristianos católicos a observar el todo con prudencia y a medirlo con el metro de la fe transmitida a la Iglesia.
Pregunta: ¿Existe entonces un proceso en curso para aclarar la cuestión?
Cardenal Ratzinger: Sí, y durante tal proceso de clarificación, los fieles deben mantenerse prudentes y mantener despierto el espíritu de discernimiento. Indudablemente, en los escritos se constata una evolución que no parece todavía concluida. No debemos olvidar que las expresiones y las imágenes inspiradas por el encuentro interior con Dios, también en los casos de auténtica mística, dependen siempre de la posibilidad del alma humana y de su limitación. La confianza ilimitada se pone únicamente en la efectiva Palabra de la Revelación que encontramos en la fe transmitida por la Iglesia.
Cardenal Ratzinger: Sí, diría que la mística cristiana tiene también una dimensión misionera. Ella no sólo busca elevar al individuo, sino que le confiere una misión, al ponerlo en contacto con el Verbo, con el Cristo que habla a través del Espíritu Santo. Santo Tomás de Aquino pone fuertemente en relieve este punto. Antes de santo Tomás se decía: primero monje y después místico, o bien, primero sacerdote y después teólogo. Tomás no acepta esto, porque el don místico abre a una misión, y la misión no es algo inferior a la contemplación, como contrariamente pensaba Aristóteles, quien consideraba la contemplación intelectual el grado más alto en la escala de los valores humanos. Éste no es un concepto cristiano, dice Tomás de Aquino, porque la forma de vida más perfecta es esa vida mixta, es decir, primero la vida mística y luego, a partir de ésta, la vida apostólica al servicio del Evangelio. Santa Teresa de Ávila ha expuesto este concepto en forma muy clara. Ella relaciona la mística con la cristología, obteniendo así una estructura misionera. Con esto no quiero excluir que el Señor pueda suscitar místicos auténticamente cristianos en el seno de la Iglesia, sino que quiero precisar que la cristología como base y medida de toda mística cristiana señala otra estructura (Cristo y el Espíritu Santo como inseparables). El «cara a cara» de Jesús con el Padre incluye «el ser para los otros», contiene en sí «el ser para todos». Si la mística es esencialmente un entrar en intimidad con Cristo, este «ser para los otros» le será impreso en lo más íntimo de sí.
Pregunta: Muchos profetas cristianos, como Catalina de Siena, Brígida de Suecia y Faustina Kowalska atribuyen a Cristo sus discursos proféticos o revelaciones. Estas revelaciones son definidas por la teología como revelaciones privadas. Este concepto aparece muy reductivo, porque la profecía siempre está dirigida a toda la Iglesia, jamás es privada.
Cardenal Ratzinger: En teología, el concepto de «privado» no significa que el mensaje se refiere únicamente a la persona que lo recibe y no a todos los otros. Es una expresión que se refiere más que nada al grado de importancia, como lo es por ejemplo en el concepto de «Misa privada». Con esto se quiere decir que las revelaciones de los místicos cristianos o de los profetas no pueden elevarse jamás al rango de la revelación bíblica, sólo podrán conducir a ésta o medirse de acuerdo a ella. Sin embargo, esto no significa que este tipo de revelaciones no sea importante para la Iglesia. Lourdes y Fátima prueban lo contrario. En definitiva, ellas nos llevan a la revelación bíblica y justamente por eso revisten una importancia segura.
Pregunta: En la historia de la Iglesia se puede constatar que no se pueden evitar heridas recíprocas, tanto por parte del profeta como por parte de los destinatarios. ¿Cómo explica este dilema?
Cardenal Ratzinger: Siempre ha sido así: el impacto profético no puede darse sin el sufrimiento que lo acompaña. El profeta está llamado a sufrir en una forma específica, es decir, estar dispuesto a sufrir y a compartir la Cruz de Cristo es la piedra de toque de su autenticidad. El profeta no busca jamás imponerse por sí mismo, pues su mensaje se verifica y se torna fértil a partir de la Cruz.
Pregunta: Es verdaderamente frustrante constatar que la mayor parte de las figuras proféticas de la Iglesia han sido rechazadas durante su vida. Casi siempre han sido criticadas o sometidas al rechazo por parte de la Iglesia. Esto es comprobable en la mayoría de los profetas y de las profetisas.
Cardenal Ratzinger: Sí, es verdad. San Ignacio de Loyola ha estado en prisión, lo mismo ocurrió con san Juan de la Cruz. Santa Brígida de Suecia ha estado a un paso de ser condenada por el concilio de Basilea; del resto es tradición de la Congregación para la Doctrina de la Fe ser en un primer momento muy cautos allí donde han afirmaciones de místicos. Esta actitud está más que justificada, porque existen muchos falsos místicos, muchos casos patológicos. Por lo tanto, es necesaria una actitud muy crítica para no correr el riesgo de caer en lo sensacional, en lo fantasioso y en la superstición. El místico se manifiesta en el sufrimiento, en la obediencia y en su capacidad de soportar, por eso su voz dura en el tiempo. En cuanto a la Iglesia, ella debe cuidarse de emitir un juicio prematuro, para evitar que merezca el reproche de «haber matado a los profetas».
Pregunta: La última pregunta es quizás un poco embarazosa. Se refiere a una figura profética contemporánea: la greco-ortodoxa Vassula Rydén. Ella es considerada por muchos creyentes, también por muchos teólogos, sacerdotes y obispos de la Iglesia católica como mensajera de Cristo. Sus mensajes, que desde 1991 están traducidos en 34 lenguas, están ampliamente difundidos en el mundo. Sin embargo, la Congregación para la Doctrina de la Fe se ha pronunciado en forma negativa al respecto. La «Notificación» de 1995, en la que junto a aspectos positivos en los escritos de Vassula, visualiza también puntos menos claros, ha sido interpretada por algunos comentaristas como una condena. ¿No es cierto?
Cardenal Ratzinger: Aquí usted toca un tema por demás delicado. No, la «Notificación» es una advertencia, no una condena. Desde un punto de vista procedimental, ninguna persona podría ser condenada sin proceso y sin ser haber sido escuchada antes. Lo que se dice es que todavía hay muchas cosas que se deben aclarar. Hay elementos apocalípticos que suscitan problemas y aspectos eclesiológicos todavía poco claros. Sus escritos contienen muchas cosas buenas, pero el grano bueno está mezclado con el malo. Es por eso que hemos invitado a los cristianos católicos a observar el todo con prudencia y a medirlo con el metro de la fe transmitida a la Iglesia.
Pregunta: ¿Existe entonces un proceso en curso para aclarar la cuestión?
Cardenal Ratzinger: Sí, y durante tal proceso de clarificación, los fieles deben mantenerse prudentes y mantener despierto el espíritu de discernimiento. Indudablemente, en los escritos se constata una evolución que no parece todavía concluida. No debemos olvidar que las expresiones y las imágenes inspiradas por el encuentro interior con Dios, también en los casos de auténtica mística, dependen siempre de la posibilidad del alma humana y de su limitación. La confianza ilimitada se pone únicamente en la efectiva Palabra de la Revelación que encontramos en la fe transmitida por la Iglesia.
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