En los escritos de Marga (cfr. sitio), como hemos visto,
hay abundante material para estudiar qué es la profecía en la Iglesia; cuál es
su estructura fundamental; cuáles son sus características principales; y cómo
distinguir la verdadera de la falsa…
En este post analizaremos algunos textos, de los mensajes de Jesús, en los que se pueden descubrir los rasgos de la verdadera
profecía, la que viene de Dios, porque es Palabra suya.
En la segunda parte,
seguiremos reflexionando sobre la
profecía según Joseph Ratzinger (cfr. la entrevista que el Cardenal J.
Ratzinger concedió a Niels Christian Hvidt sobre “El problema de la profecía cristiana” del 16 de marzo de 1988).
Las negritas y lo que está entre paréntesis
cuadrado [] es nuestro.
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El 17 de septiembre de 2014, Jesús dirige
a Marga unas palabras llenas de fuerza sobre su papel como profeta:
“Querida Marga, con ardor y con pasión he esperado este
momento (cfr. Lc 22, 15), este momento, amada, para decirte que te amo y que te elijo, pero no sólo con
pobres palabras humanas, sino con
Palabras de Dios.
¿Cuáles son las Palabras de Dios?
He aquí que Dios habla al pueblo a través de su profeta y de
los signos que hará su profeta”.
Luego,
Jesús hace alusión al carácter universal
de toda profecía.
“Querida, ¡y tan universal!, que hasta los croatas y los
cristianos del este, leerán tus escritos [Nota
263: En la nave central de la iglesia había una ceremonia de cristianos del
este], y encontrarán en ellos Bondad y Belleza, la Bondad y la Belleza de Dios,
a la que están acostumbrados”.
El 5 de diciembre de 2014, Jesús dice a
Marga que ahora, en nuestros tiempos, Dios
también suscita profetas, lo mismo que en el Antiguo Testamento:
“No
tengas miedo, porque al igual que yo conduje al pueblo de Israel, a través de
profetas mayores, menores, lo conduzco
ahora a través de vosotros, los siervos, los profetas actuales (de ahora).
En Mí
está la historia de la salvación como un
Todo, y ahora preparáis la Segunda Venida así como los anteriores
prepararon la Primera” [ver lo que dice sobre esto, más adelante, el Cardenal
Ratzinger].
Pero
Jesús también señala claramente la diferencia
entre la profecía en el Antiguo Testamento y la profecía en el Tiempo de la
Iglesia:
“No tiene nada que ver ahora, en el sentido de que,
actualmente, hay muchísima más gracia de
Dios. Ahora contáis con el Hijo, venido ya en Carne Mortal, resucitado para
la Vida Eterna con su Cuerpo Glorioso, permaneciendo en la tierra en forma de Eucaristía, inhabitando en vosotros por
medio del Espíritu Santo. Con Efusión Mayor, y cada vez más mayor, del Espíritu Santo”.
Hasta aquí lo referente al papel profético de los libros de la
VDCJ.
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Lo que
sigue es la continuación de la entrevista al Cardenal J. Ratzinger. Las negritas y lo que está entre paréntesis
cuadrados [ ] es nuestro.
Pregunta: En un cierto sentido existe una diferencia entre la profecía del Nuevo y del Antiguo Testamento, porque Cristo ha entrado en la historia. Pero si se mira a la esencia misma de la profecía, que es la de introducir en la Iglesia la Palabra escuchada desde Dios, no parece haber ninguna diferencia.
Cardenal Ratzinger: Sí, existe efectivamente una estructura común de base entre las dos profecías, que varía sólo por el vínculo con el Cristo que debe venir y el Cristo ya venido, pero que todavía debe retornar. Esta tensión teológica merece ser estudiada y mayormente profundizada: el núcleo de esta cuestión consiste en saber por qué el tiempo de la Iglesia sobre el plano estructural tiene muchas más afinidades con el Antiguo Testamento, o por lo menos es muy similar a éste, y en qué consiste la novedad aportada por la primera venida de Cristo.
Pregunta: Muchas veces se nota en la teología la tendencia a querer diferenciar en forma absoluta el Antiguo y el Nuevo Testamento. Esta diferenciación aparece con frecuencia artificial y basada en principios abstractos más que en principios concretos.
Cardenal Ratzinger: Querer radicalizar las diferencias sin querer ver la unidad interior que existe en la historia de Dios con los hombres es un error en el que los Padres de la Iglesia no han incurrido. Ellos han propuesto un triple esquema: «umbra, imago, veritas [sombra, imagen, verdad]», donde el Nuevo Testamento es la «imago», por lo que el Antiguo y el Nuevo Testamento no se contraponen uno a otro como sombra y realidad, sino que en la triada de sombra, imagen y verdad se tiene abierta la espera hacia el cumplimiento definitivo, y el tiempo del Nuevo Testamento, el tiempo de la Iglesia, como un plano ulterior más avanzado, pero siempre en el camino de la promesa. Éste es un punto que hasta hoy, según creo, no ha sido suficientemente considerado. Por el contrario, los Padres de la Iglesia han subrayado el carácter incompleto del Nuevo Testamento, en el que hasta ahora no se han cumplido todas las promesas. Cristo realmente ha venido en la carne, pero la Iglesia espera todavía su revelación en la plenitud de su gloria.
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