Un consejo al lector

Desde el 11 de febrero pasado nuestra vida ha cambiado, con la renuncia de Benedicto XVI. Y, desde el 13 de marzo, quienes seguimos los mensajes del Cielo en los momentos actuales, hemos entrado en un conflicto difícil de resolver: por una parte algunos mensajes nos alertan sobre la no legitimidad del Papa actual y por otra parte, al conocerlo más, nos parece que el Papa Francisco es un hombre bueno, sencillo y muy fiel a Jesucristo y a su Iglesia.

¿Cómo saber cuál es el camino que nos lleva a la verdad? Quizá no pase mucho tiempo en que podamos decidir con seguridad a quién debemos creer. Mientas tanto, me parece que nos puede servir la siguiente reflexión.

San Josemaría Escrivá de Balaguer (1902-1975) escribió su primer libro “de un tirón” mientras hacía un rato de oración, después de celebrar su Misa habitual en una iglesia madrileña. Santo Rosario es un libro pequeño pero, aun así, nos asombra la capacidad literaria del Fundador del Opus Dei, su espontaneidad y su gran amor a la Virgen.

Ese libro, escrito durante la novena de la Inmaculada, el 5 de diciembre de 1931, es un comentario a los Misterios del Rosario. San Josemaría invita al lector a “meterse” en el misterio, para así poderlo contemplar de cerca. En el primer misterio —La Anunciación— nos ofrece varias alternativas para ser “un personaje más” en la casita de Nazaret:

“Tú eres en aquella casa lo que quieras ser: un amigo, un criado, un curioso, un vecino…”.

San Josemaría desea llevarnos por caminos de contemplación, a través de la infancia espiritual. Por eso, en un gesto muy de niño, nos dice:

“Yo, no me atrevo a ser nada. Me escondo detrás de ti y, pasmado, contemplo la escena”.

El Autor, de esta forma nos “mete” en la escena de la Encarnación, nos ayuda a contemplar el Misterio con asombro, y a valorar, “pasmados”, su trascendencia.

Muy pronto, contemplaremos de nuevo los Misterios Dolorosos del Santo Rosario: la Pasión y la Muerte del Señor. Ahora, contemplamos el Misterio de la Iglesia, con el inicio de un nuevo Pontificado. Y, según parece, también nos estamos asomando a contemplar los Misterios de los Últimos Tiempos de la Historia.

Pues bien, siguiendo el consejo de San Josemaría, me parece que podemos contemplar todo esto como niños, es decir, con una actitud un poco ingenua, si se quiere, pero también abierta y sencilla.

San Pablo nos dice: “no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor: El iluminará lo oculto de las tinieblas y pondrá de manifiesto las intenciones de los corazones” (1 Cor 4, 5), y también: “no extingáis el Espíritu, ni despreciéis las profecías; sino examinad todas las cosas, retened lo bueno” (1 Tes 5, 19-21).

Por eso, preferimos nos descartar, por el momento, nada de lo que presenciamos —como quizá hacen otros, muy en su derecho— sino esperar pacientemente que el Señor de la Historia nos aclare la verdad.

Queremos asirnos fuertemente de la mano de Dios, Nuestro Padre, escuchar con interés los secretos que nos desvela Jesús y oír la voz del Espíritu Santo, que nos aclarará lo que convenga en cada momento de la historia que presenciamos. Además, tenemos la certeza de que Nuestra Señora nos consolará  en los momentos difíciles y nos acariciará con sus manos maternales.

En los próximos posts iremos pasando revista a algunos de los hechos y palabras de nuestro nuevo Papa Francisco. Procuraremos recibir todo lo que veamos y oigamos de él, con sencillez y apertura de niños.

Por otra parte, estaremos pendientes de los mensajes y profecías de nuestro tiempo, como los que recibe María de la Divina Misericordia, que nos advierten que el verdadero Papa sigue siendo Benedicto XVI y que el actual, realmente, es el falso profeta, puesto en el Vaticano por las sectas masónicas que ahora se alegran por su victoria.

Me parece que si no vemos las cosas así, como niños, podríamos caer en una especie de esquizofrenia.

Seguramente a todos nosotros, que estamos acostumbrados a amar al Papa (sea quien sea) y a escuchar sus palabras con devoción, nos parecerá muy duro tener que desconfiar ahora del Papa Francisco. Además, esto resulta más difícil a medida que vamos conociéndolo con más detalle. Vemos que ha sido un sacerdote enamorado de Dios, muy fiel a Jesucristo y la Iglesia, inteligente y simpático. Nos atrae su forma de exponer la verdad y nos parece muy bien todo lo que dice.

Al mismo tiempo leemos, por ejemplo, las palabras graves y llenas de fuerza de Jesucristo, a través de los mensajes de María de la Divina Misericordia, que nos invitan a estar alertas para no dejarnos engañar por la suavidad y el atractivo de las palabras del impostor.

Afortunadamente, pronto podremos comprobar la verdad (en uno u otro sentido). Como los niños, al final, saldremos de nuestras dudas y nos quedaremos tranquilos cuando Nuestro Padre Dios nos explique “el cuento” y nos diga quiénes eran los buenos y quienes los malos.

No se me ocurre otra manera de llevar todo esto, que a todos nos hace sufrir en estos momentos. Esperemos con paciencia el final de la historia. Confiemos en que pronto conoceremos la verdad. Desde luego, la sabremos cuando llegue el Aviso, que nos aclarará todo con precisión y nos dejará llenos de amor y de fuerza para la siguiente misión que el Señor quiera encomendarnos.