En el Tiempo de Adviento nos
preparamos para celebrar el Misterio
central de nuestra fe: la Primera Venida de Cristo al mundo.
Es un tiempo de esperanza. En la Corona de Adviento hay cuatro
velas: cuatro domingos, cuatro milenios
de expectación...". (R. GUARDINI, Verdad
y Orden. Homilías universitarias, Madrid 1960, p. 13 a 21). Es un símbolo
del tiempo que tuvo que transcurrir desde la caída del primer hombre hasta que
vino el Redentor. Habla del adventus Domini, de la llegada del
Señor, y exhorta a prepararse a esa venida.
La luz de cada vela nos acerca a la Navidad
y nos recuerda lo que ya ha pasado:
la espera y llegada del Redentor. Cada una de las velas que arden nos dice:
«Alégrate de la santa llegada y da gracias». Pero ¿dice sólo eso el Adviento?
Las venidas de Cristo
Reflexionamos sobre las tres venidas de Cristo: la Navidad, su
Glorioso Retorno y su Venida diaria, en la Eucaristía y en la Presencia suya en
nuestra alma en gracia.
«Aunque
las fiestas de la Iglesia recuerdan algo pasado, son también presente, realización viva; pues, lo que ha ocurrido
una vez en la Historia, debe volver a ocurrir una vez y otra en la vida de los
creyentes. Una vez vino el Señor, para todos; pero debe volver siempre, como
por primera vez, para cada uno» (Mons. Javier Echevarría, Carta del 28-XI-95).
Todo ocurre de una manera discreta, oculta, en un clima de silencio y recogimiento.
Muy pocos saben que Cristo está a punto de nacer.
También, cuando venga Cristo al
Final de los Tiempos, muy pocos se darán
cuenta de que se está cumpliendo el tiempo. Muy pocos apreciarán las
señales que anunciaron los profetas, repetidamente, en el Antiguo Testamento,
el mismo Cristo, y luego muchos santos y santas.
Tampoco muchos son conscientes
de que Cristo viene a nuestra alma todos
los días, en su Palabra, en su Gracia y, sobre todo, en la Eucaristía.
Liturgia de Adviento
El Adviento es un tiempo de
recomenzar la lucha por la santidad, de esperanza y alegría, de oración y
recogimiento, de penitencia y purificación.
La mejor manera de preparar el
Adviento es participar en la Santa Misa,
si es posible, todos los días. La Liturgia de Adviento es especialmente rica:
oraciones, salmos, lecturas…
Por ejemplo, le pedimos al Señor:
Fac, quaesumus Domine Deus Noster, Adventum
Christi Filii tui sollicitus espectare, ut dum venerit pulsans, orationibus
vigilantes, et in suis inveniat laudibus exultantes (Colecta de Adviento). “Señor,
Dios Nuestro, te pedimos esperar solícitos la Llegada de tu Hijo Jesucristo, vigilando con oraciones, para que nos
encuentre cantando tus alabanzas”.
“El que
viene llegará sin retraso, y ya no habrá temor en
nuestra tierra, porque él es nuestro Salvador” (Antífona de entrada, 19 de
diciembre).
El tiempo del Adviento se divide en dos partes por el 17 de
diciembre. En la primera (antes del día 17) hay también dos partes: del lunes
de la 1ª semana al jueves de la 2ª se lee en la 1ª lectura al Primer Isaías (segunda
venida de Cristo) y del jueves de la 2ª al viernes de la 3ª se lee a Juan
Bautista en el Evangelio. Del 17 al 24 de diciembre la lectura está tomada del
Segundo Isaías (anuncios esperanzadores) y el Evangelio de Mt y Lc. El Prefacio
I de Adviento resume admirablemente la espiritualidad del Adviento. Los
domingos: 1º (2ª venida de Cristo), 2º y 3º (Juan Bautista), 4º (María). En
todo el Adviento hay un tinte mariano.
Es muy oportuno repetir frecuentemente la jaculatoria:
“Ven Señor Jesús”, “Veni Domine Iesu”
(latín), “Marana tha” (griego).
Tiempo de oración y esperanza
El Adviento es tiempo de oración. La humanidad se
mantuvo en oración por cuatro milenios (corona de Adviento). Una oración llena
de expectación, llena de alegría expectante.
Lo primero es la oración. Necesitamos
paz interior, buena voluntad, recogimiento. Necesitamos estar más en sintonía
con el mundo sobrenatural. Necesitamos mantenernos en una oración llena de esperanza.
«Fomentad constantemente la virtud teologal de la esperanza. Si la caridad es fuego, y la fe
luz, la esperanza es como el calor que
mantiene la presión de la lucha interior: nos empuja adelante con deseos de
trabajar y de proseguir en el combate, porque nos asegura que alcanzaremos la
victoria» (Beato Álvaro del Portillo, 1977).
Tiempo de penitencia
Además,
el Adviento es tiempo de purificación:
parate vias Domini, rectas facite semitas
eius. «Aparejad los caminos del Señor y haced rectos sus senderos».
·
«todo valle se hinche»: confianza en Dios,
quitar las pusilanimidades;
·
«todo monte y collado se abaje»: humildad,
quitar la altivez y la soberbia;
·
«los caminos torcidos se hagan rectos»:
enderezar toda nuestra vida hacia los bienes celestiales dejando a un lado los
terrenos;
·
«los ásperos se allanen»: mansedumbre, espíritu
de servicio».
Como tres
son las malas inclinaciones que tenemos: soberbia de la vida, concupiscencia de
la carne y concupiscencia de los ojos, también tres son los actos principales de penitencia:
oración, ayuno y limosna. Pero, lo más importante, es la actitud interior: el
dolor de amor, la compunción. "Más ofende a Dios que el pecado mismo, el
que los pecadores no sientan dolor de sus pecados" (S. Juan Crisóstomo).
Hacer una buena confesión es el mejor
acto de penitencia.
Podemos dar
a la Santa Misa sentido propiciatorio
(Confiteor, Agnus Dei...); decir jaculatorias; ofrecer un trabajo bien hecho, convertido en oración.
Además, vale la pena "cursar con aprovechamiento la
asignatura del dolor" (Camino, 209,
211, 182). Aprovechar el dolor físico
(los tesoros del hombre sobre la tierra, reciedumbre, dolor voluntario), y
el dolor
moral (limitaciones, pecados, penas, sufrimientos, contrariedades...). Tienen un sentido:
purificación, brillo al alma, nos hacen vivir con templanza, eficacia
apostólica). Cfr. Lc 14, 26-27.
Las obras
de caridad también son penitencia porque cuesta
salir de uno mismo y darse a los demás; cuesta hacer un apostolado profundo y sobrenatural; cuesta corregir
a nuestros hermanos; cuesta estar vigilante y tener detalles de cariño en la
vida familiar; cuesta vencer la inercia: "quien salva el alma de un pecador, cubre la muchedumbre de sus propios
pecados".
Rorate Caeli
«Rorate caeli de super, et nubes pluant
iustus» (Ant. de entrada, 24 de diciembre). “Destilad cielos desde lo alto,
y que las nubes lluevan al justo”.
La tierra entera gime por la venida del
Salvador, que es como rocío del cielo. Es como una semilla que cae en la
tierra y en cada corazón humano.
Hay tres personajes que destacan especialmente
durante el Adviento: Juan Bautista, San José y Santa María. Los tres nos
ayudarán a acercarnos más preparados a Jesús.
Deseamos que el Señor nazca en nosotros,
para vivir y crecer con Él, y lleguemos a ser el mismo Cristo. Que se note que
renacemos para la comprensión, para el amor, que, en último término, es la
única ambición de nuestra vida.
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