"La festividad que hoy celebramos [La Cátedra de San Pedro en Roma] recibió de nuestros antepasados el nombre de cátedra, con el que se recuerda que al primero de los Apóstoles le fue entregada hoy la cátedra del episcopado" (San Agustín, Sermo 15 de Sanctiis).
Pedro residió en Antioquía durante algún tiempo, y luego se trasladó a Jerusalén, hasta que una sangrienta persecución interrumpió su ministerio. Herodes, decidió prender a Pedro (cfr. Hech 11, 26). "Mientras Pedro estaba encerrado en la cárcel, la Iglesia rogaba incesantemente por él a Dios" (Hech, 12, 5), como ahora nosotros rezamos por el sucesor de Pedro, Benedicto XVI.
Liberado por ministerio de un ángel, Pedro "partió hacia otro lugar" (Hech, 12, 17), que la tradición identifica con Roma, capital del orbe en aquel tiempo "a fin de que a luz de la verdad (...) se difundiera con más eficacia por todo el cuerpo del mundo desde su misma cabeza" (San León Magno, Homilía 82, 3-4).
Jesús, le había prometido: "Yo he rogado por ti para que tu fe no desfallezca" (Lc 22, 32), confirmando lo que antes, en Cesarea de Filipo, le había dicho "Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella". Esto tuvo lugar seis días antes de la Transfiguración (que recordaremos en este próximo domingo II de Cuaresma) y en el día del Yom Hakkipurim, o fiesta de la Expiación en la que el sumo sacerdote entraba por única vez en el año en el Sancta Sanctorum del Templo de Jerusalén y pronunciaba el nombre de Yahvé (YHWH), como Pedro en Cesarea ("Tú eres el Cristo el Hijo del Dios vivo").
Pedro, como todos sus sucesores, han sido testigos de la Pasión de Cristo (cfr. 1 Pe 5, 1).
"Desde que Jesucristo Señor Nuestro fundo la Iglesia, esta Madre nuestra ha estado en continua persecución. Quizá en otros tiempos las persecuciones se hacían abiertamente, y ahora se hacen muchas veces solapadamente; pero hoy como ayer se sigue combatiendo a la Iglesia. Vivimos unos tiempos de gran desconcierto para las almas. La voz de la confusión se levanta por todas partes, y con ella renacen todas las herejías que ha habido a lo largo de la historia. Una época muy parecida a la de Lutero" (Palabras de San Josemaría Escrivá de Balaguer publicadas en 1969).
Por eso, ahora, podemos hacer nuestra la consideración que hace San Josemaría en Surco (n° 344):
"Para tantos momentos de la historia, que el diablo se encarga de repetir, me parecía una consideración muy acertada aquella que me escribías sobre lealtad: "llevo todo el día en el corazón, en la cabeza y en los labios una jaculatoria: ¡Roma!"".
Meditemos unas palabras de San Pedro, en su Segunda Carta (2, 1-3), que nos ponen alerta contra los falsos profetas:
"Así como surgieron falsos profetas en el pueblo de Israel, también habrá entre vosotros falsos maestros. Éstos introducirán fraudulentamente herejías perniciosas: negando al Dueño que los rescató, atraerán sobre ellos mismos una pronta ruina. Muchos seguirán sus costumbres licenciosas, y por su causa el camino de la verdad quedará infamado; movidos por la codicia, traficarán con vosotros mediante palabras engañosas. Pero su condenación –anunciada ya desde antiguo– permanece en vigor, y su ruina está al acecho".
Concluimos con una cita de la Segunda Carta de San Pablo a Timoteo (2, 9-10), que nos recuerda el retiro silencioso de Benedicto XVI:
"Acuérdate de Jesucristo resucitado de entre los muertos, descendiente de David, como predico en mi evangelio, por el que estoy sufriendo hasta verme entre cadenas como un malhechor: ¡pero la palabra de Dios no está encadenada! Por eso, todo lo soporto por los elegidos, para que también ellos alcancen la salvación, que está en Cristo Jesús, junto con la gloria eterna".
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