sábado, 13 de octubre de 2018

El Tesoro de la Sabiduría


Las lecturas de la mañana (Domingo XXVIII del Tiempo Ordinario) nos hablan de la Sabiduría. ¿En qué consiste? ¿Quién puede acceder a Ella? ¿Dónde hemos de buscarla? ¿Cómo conservar ese Tesoro?

 

1. ¿En qué consiste?

La Sabiduría es Jesucristo. Es el Hijo de Dios, conocido por el Padre. En Él está toda la Sabiduría. Él es la Palabra.

Por lo tanto, cuando hablamos de la Sabiduría, nos referimos a Dios mismo. Esta Sabiduría increada es eterna. En Ella está toda la Verdad, toda la Bondad, toda la Belleza.

Nosotros, los hombres, no podemos abarcar todo el Misterio de la Sabiduría divina. Pero Dios nos abre la posibilidad de conocerla en Cristo. Jesús nos comunica, en Él mismo, la Sabiduría de Dios. Conocer a Jesucristo es conocer a Dios en toda su Sabiduría. Nunca podremos abarcar totalmente (totaliter) la Sabiduría divina, pero sí podemos acceder a toda ella (totum), en Cristo por el Espíritu Santo.

En nosotros, la palabra “Sabiduría” también se puede escribir con mayúscula, si se trata de la Sabiduría de Dios participada. Esa es la verdadera Sabiduría. Todas las demás son “sabiduría” con minúscula. Las ciencias, las artes, los conocimientos humanos, son “sabudurías”, pero no “Sabiduría”.

2. ¿Quién puede acceder a la Sabiduría?

Como hemos visto, nosotros podemos hacerlo, en Jesucristo. Conocer a Cristo es conocer la Sabiduría de Dios. En el Antiguo Testamento se menciona la Sabiduría (1ª Lectura) como lo más apetecible, lo que el hombre debe buscar con todas sus fuerzas.

“Supliqué y me fue dada la prudencia, invoqué y vino a mí el espíritu de sabiduría. La preferí a cetros y tronos y a su lado en nada tuve la riqueza. No la equiparé a la piedra más preciosa, porque todo el oro ante ella es un poco de arena y junto a ella la plata es como el barro. La quise más que a la salud y la belleza y la preferí a la misma luz, porque su resplandor no tiene ocaso. Con ella me vinieron todos los bienes juntos, tiene en sus manos riquezas incontables” (Sb 7, 7-11).

El autor del Libro de la Sabiduría escribe todo esto, inspirado por el Espíritu Santo, como preparación para la revelación de la Sabiduría en Jesucristo.

3. ¿Dónde hemos de buscar la Sabiduría?

Sólo en Jesucristo. Las semina Verbi, las semillas del Verbo (San Justino), están en muchos lugares (la creación, las religiones antiguas, etc.), pero sólo podemos encontrar plenamente la Sabiduría en el Verbo encarnado.

Las palabras de Cristo son fuente de Sabiduría. A través de ellas (el Evangelio) Dios nos da a conocer al Hijo. La Palabra se manifiesta en sus palabras.

“La palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo; penetra hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos; juzga los deseos e intenciones del corazón. Nada se le oculta; todo está patente y descubierto a los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas” (Hb 4, 12-13).

Las palabras de Cristo son como una espada de doble filo. Conocerlas, meditarlas, llevarlas a nuestra vida…, nos permiten disponernos a conocer la verdadera Sabiduría. Realmente, es el Espíritu Santo quien nos lleva al Hijo y nos llena de Sabiduría. De hecho, el primero de sus dones es precisamente el Don de Sabiduría.

4. ¿Cómo conservar el Tesoro de la Sabiduría?

En primer lugar, aprendiendo de los relatos evangélicos, como el del joven rico, que se acercó a Jesús corriendo, se arrodillo ante Él y le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?» (cfr. Mc 10, 17-30).

Las respuestas del Señor son como una “espada de doble filo” que penetra en el corazón del joven y descubre sus fortalezas y debilidades. Tiene buena intención, ha cumplido los mandamientos de la ley, pero no ha descubierto la Sabiduría del Amor, de la entrega de su vida, del desprendimiento de los bienes materiales. Se descubre que tiene un corazón todavía pequeño y que le falta la verdadera libertad interior. Su “querer” no es auténtico. Por eso se va “triste”.

Los discípulos, en cambio, han ido dando pasos para creer en Cristo y recibir su Sabiduría. Han dejado todas las cosas para seguirlo y acabarán por dar su vida por defender el Evangelio.

¿Cuál es el secreto para avanzar en la búsqueda de la Sabiduría y conservar ese Tesoro? La fe en Cristo: “Vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí” (Gal 2, 20), dice San Pablo. La Sabiduría de la Cruz es la Sabiduría del Amor. Es la Llave para descubrir todos los Tesoros que el Señor quiere darnos a conocer. «Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo» (Mc 10, 30).

La Sabiduría de la Cruz nos lleva a la Eucaristía, nuestro mayor Tesoro, porque contiene al mismo Autor de la Gracia y de la Sabiduría.    

Benedicto XVI decía el 10-III-2011 a los sacerdotes de la diócesis de Roma:

“El mundo tiene curiosidad de conocer todo, mucho más nosotros deberemos tener la curiosidad de conocer la voluntad de Dios: ¿qué podría ser más interesante, más importante, más esencial para nosotros que conocer lo que Dios quiere, conocer la voluntad de Dios, el rostro de Dios? Esta curiosidad interior debería ser también nuestra curiosidad por conocer mejor, de modo más completo, la voluntad de Dios. Debemos responder y despertar esta curiosidad en los demás, curiosidad por conocer verdaderamente toda la voluntad de Dios, y así conocer cómo podemos y cómo debemos vivir, cuál es el camino de nuestra vida” (Benedicto XVI)..

Animaba a los sacerdotes a acudir a las cuatro partes del Catecismo de la Iglesia Católica (doctrina, liturgia, moral, oración), que nos introducen a la totalidad de la voluntad de Dios.

La Revelación de Dios es algo sencillo, pero hay que entrar en esa sencillez. Ser dóciles al Espíritu Santo que nos hará comprender la sencillez última de la fe.

“Descubriremos que en la oscuridad aparente hay mucha Luz. Que la Verdad es bella. La voluntad de Dios es buena, es la bondad misma” (Benedicto XVI).

María es “Sede de la Sabiduría”. En este mes de octubre, mes del Rosario, podemos proponernos contemplar cada uno de los Misterios del Rosario para, a través de esa contemplación amorosa, descubrir la Sabiduría, por medio del ejemplo y de la intercesión de Nuestra Señora.


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