sábado, 31 de octubre de 2015

Comprender y acoger la Misericordia divina

El 8 de diciembre comenzaremos, en la Iglesia, el Año Santo, que será un Año de la Misericordia. Escucharemos hablar mucho sobre la misericordia.


Por eso, nos parece oportuno, en estas próximas semanas, profundizar en el contenido de esta palabra, particularmente en los textos de los dos últimos Papas: San Juan Pablo II y Benedicto XVI; pero también en los escritos de otros santos, como Santa Faustina Kowalska —a quien debemos el fuerte acento de los últimos pontificados sobre este tema central de nuestra fe, especialmente en la época en que vivimos—, y San Josemaría Escrivá de Balaguer, que también tiene una enseñanza muy rica sobre la Misericordia.

Además, dedicaremos algunos posts a reproducir frases sobre la Misericordia en los “Dictados de Jesús a Marga” (Tomo Rojo: “La Verdadera Devoción al Corazón de Jesús”).   

Es conocida la entrevista que le hicieron a San Juan Pablo II en Alemania poco antes de sufrir el atentado del 13 de mayo de 1981 en la Plaza de San Pedro.

En aquella ocasión, a la pregunta sobre qué cosas sucederán en la Iglesia respondió:

"Debemos de prepararnos a soportar dentro de no mucho tiempo grandes pruebas las cuales nos exigirán la disposición de nuestra vida y una dedicación total a Cristo y para Cristo. Con la oración vuestra y la mía es posible mitigar esta tribulación, pero no es posible eliminarla, porque sólo así la Iglesia puede ser efectivamente renovada. ¡Cuántas veces de la sangre ha emergido la renovación de la Iglesia! También esta vez no será diferente. Debemos de ser fuertes, prepararnos, confiar en Cristo y en su Madre Santísima" (ver Virgen de Garabandal).

Actualmente la Iglesia está bebiendo el cáliz amargo del sufrimiento, y las tinieblas de la falta de fe y de la infidelidad se esparcen cada vez más dentro de Ella (cfr. Con Voz de Madre, p. 185).

Tanto San Juan Pablo II como Benedicto XVI no se cansaron de invitar a todos los hombres a la penitencia, a la conversión y a la confianza en la Misericordia divina.

San Juan Pablo II dejó escrito el texto que debía leerse en el mensaje del Ángelus el día de la Divina Misericordia, 2 de abril del año 2005. El Papa murió en la víspera de esa fiesta. Ese texto, que es como su testamento para toda la humanidad dice lo siguiente:  

“A la humanidad, que a veces parece extraviada y dominada por el poder del mal, del egoísmo y del miedo, el Señor resucitado le ofrece como don su amor que perdona, reconcilia y suscita de nuevo la esperanza. Es un amor que convierte los corazones y da la paz. ¡Cuánta necesidad tiene el mundo de comprender y acoger la Misericordia divina!

Señor, que con tu muerte y resurrección revelas el amor del Padre, creemos en ti y con confianza te repetimos hoy: ¡Jesús, confío en ti, ten misericordia de nosotros y del mundo entero!”.

Dios quiso convertir a San Juan Pablo II en el portavoz de la Misericordia del mismo modo que quiso convertir a Santa Faustina en su secretaria. Portavoz y secretaria no hicieron sino descubrirnos los escondidos tesoros de la Misericordia que nos han sido abiertos (cfr. Cesar Uribarri, Cuando sólo queda la Misericordia. Domingo de la Divina Misericordia, actualizado el 13 de abril de 2012, publicado en Religión en Libertad.

Jesús dijo a Santa Faustina Kowalska: “Hija Mía, habla al mundo entero de la inconcebible misericordia Mía. Deseo que la Fiesta de la Misericordia sea refugio y amparo para todas las almas y, especialmente, para los pobres pecadores. Ese día están abiertas las entrañas de Mi misericordia. Derramo todo un mar de gracias sobre las almas que se acercan al manantial de Mí misericordia. El alma que se confiese y reciba la Santa Comunión obtendrá el perdón total de las culpas y de las penas. En ese día están abiertas todas las compuertas divinas a través de las cuales fluyen las gracias. Que ningún alma tema acercarse a Mí, aunque sus pecados sean como escarlata. Mi misericordia es tan grande que en toda la eternidad no la penetrará ningún intelecto humano ni angélico. Todo lo que existe ha salido de las entrañas de Mi misericordia. Cada alma respecto a mí, por toda la eternidad meditará Mi amor y Mi misericordia. La Fiesta de la Misericordia ha salido de Mis entrañas, deseo que se celebre solamente el primer domingo después de la Pascua. La humanidad no conocerá paz hasta que se dirija a la Fuente de Mi misericordia”. 


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