sábado, 29 de agosto de 2015

Se acerca el día feroz de la batalla

Continuamos reproduciendo algunos textos que nos preparan a la Gran Batalla que se ha establecido entre los seguidores de Cristo, teniendo como Capitana a Nuestra Señora, contra el ejército de Satanás.


Jesús a Marga (20 oct 1999)

Avanzan las huestes enemigas ganando posiciones al Ejército de Dios. Numerosas bajas pueblan ya los Campos de Batalla; todavía habrá más muertos, y tantos, que creerán que nos han derrotado finalmente. Y cuando menos se lo esperen, vendrá mi Mano Poderosa, y reviviré a los muertos del Campo de Batalla, abasteceré de nuevo a mi Ejército, y venceré sobre mis enemigos.
¡La Iglesia revivirá! Reconstruiré los Muros de mi Templo, los Muros que fueron derruidos, echados por tierra, convertidos en escombros. Yo mismo lo haré.
La Nueva Jerusalén vendrá desde el Cielo, y no habrá más llanto ya, ni dolor, sólo felicidad.
Y Gloria y Alabanza a mi Nombre Santo por parte de toda criatura de mis manos. 

Jesús a Marga (29 oct 1999)

¿Qué hacen unos soldados cuando van a ir al combate? Se entrenan fuertemente antes, para poderlo dar todo. Velad y orad para no caer en tentación.
Preparad la última estrategia. Os necesito fuertes, muy fuertes. Fortaleceos en la fe, la esperanza y la caridad.
Mirad a mi Madre, que os espera, está de brazos cruzados porque no le dais trabajo. Acudid a Ella, Ella realizará con vosotros el último entrenamiento para la última de las Batallas.
Es cruenta esta Batalla, y aparentemente será una Derrota. ¿Podré pediros que no desconfiéis de Mí? Yo me he estado manifestando para que no ocurra esto. No desconfiéis. Leed mis Mensajes, y sabed que al final, mi Corazón triunfará de mis enemigos, que estarán bajo mis pies.
Y aunque algunos sucumbáis en el combate, ofreceos a vosotros mismos como víctimas santas, puras y agradables a Mí, Dios de los Ejércitos, y vuestra oblación subirá al Cielo como ofrenda de suave olor a incienso.

La Virgen a Marga (4 dic 1999) (Mensaje completo)

Ve a la feroz batalla y diles: Revestíos con las Armas del Altísimo, tomad como coraza mi Corazón y empuñad certeramente mi Rosario, como defensa para desbancar a vuestros enemigos, que estarán bajo mis pies.
Yo, la Madre de todos, la Madre de la Humanidad lo he dicho. Porque al Señor le ha parecido bien.
¡Gloria al Señor Dios Nuestro!, ¡Gloria a su Nombre Santo!, ¡Gloria al Santo de los Santos, que quiere valerse de sus pobres criaturas para librar y vencer la última Batalla contra las tropas enemigas!
Sabed que vuestra Madre viene a librar continuamente batalla contra el enemigo, que se aferra a las almas de las que ha hecho presa y no las suelta.
Sabed que la mayoría de los hombres me desprecian cuando bajo hacia ellos, y me arrojan la inmundicia de sus odios, blasfemias e ingratitudes.
Sabed que, pese a esto, Yo continúo llamándoos y enviando a mis mensajeros, que no serán menos que Yo, correrán la misma suerte, ¡pero alegraos!, vuestros nombres están escritos en el Cielo.
Confesaos. Esta es la limpieza que quiero que me hagáis. Estad siempre blancos como la nieve. Y esperad en este estado, el día feliz de vuestra llegada al Cielo. Es peligroso ir al Campo sin llevar limpia y reluciente el alma.

Jesús a Marga (3 may 2000)

Que lo sepan las almas todas: cada vez que venís a Mí cansadas, fatigadas, agobiadas, pero confiadas, curáis mis Heridas de ingratitud, las que vosotras me hicisteis, y las que otros me hicieron. Porque no os buscáis, sino que venís a buscarme. El Dios del Consuelo, el Dios que necesita de vuestro consuelo. Venciéndoos a vosotras mismas, ganáis la batalla, y el enemigo sale nuevamente perdedor en el campo de vuestra alma. Y mi Gloria aumenta por este acto heroico de vencimiento. Y mi Corazón ensancha sus entrañas al mirar y veros allí, reverenciándome ante mi Altar, con las fuerzas humanas flaqueando, pero con las divinas venciendo. Venciendo y consolando, consolando así al Amor de tantas y tantas ingratitudes, olvidos y abandonos de las almas que pensaron: «primero yo», y olvidaron que Yo Soy su Dios, al que deben dar las primicias de todo, de su vida, al que deben dar su amor, su alabanza, su tiempo, sus obras. Así, en cada pequeño acto de vencimiento propio, Yo venzo. Multiplicad los actos de amor, los actos de vencimiento, y reverenciad así a vuestro Dios y Señor. Amén.

San Miguel a Marga (3 jun 2000)

Sí, y van a arreciar aún más las tentaciones. Sed firmes. Sed fuertes. Permaneced fieles. Yo os defiendo.
El Señor ya ha vencido, pero debe vencer en vosotros. Batalla ganada, aunque aún no ha tenido lugar.
Luchad, luchad hasta el final. Oh, final triunfante, final dichoso, final expectante de todo el Cielo, de toda la Creación.
Caminad. La senda se ha vuelto más oscura, y lo será aún más.
Daos la mano y congregaos junto a María.
Orad, inmolaos, llevad así a cabo la misión encomendada. Yo también estaré junto a todos. Yo os defenderé.

Jesús a Marga (20 oct 2000)

Mi Padre no puede contemplar ya por más tiempo el asesinato de sus propios hijos tan queridos, no puede asistir impávido a vuestra ruina, a la ruina que os estáis labrando con vuestras propias manos. Y mirad que cuando la batalla entre vosotros sea más cruenta, el odio más feroz, la destrucción más atroz, vendrá la Ráfaga Divina de Fuego a devoraros a todos los que con vuestras obras propiciasteis vuestra muerte y la de vuestros hermanos. Las obras de muerte, vuestras obras de muerte. Esos edificios que creéis haber construido teniéndolas como base, tienen los pies de barro, y mirad cómo quedarán desmoronados. No voy a consentir -dice el Señor- un minuto más de ofensa a Mí, Dios vuestro, de ofensa al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.


sábado, 22 de agosto de 2015

Santa María, Reina

La fiesta que celebramos hoy, Santa María, Reina, está en relación con la que celebrábamos el sábado pasado: la Asunción de Nuestra Señora. En ellas contemplamos los dos últimos Misterios del Rosario, que se refieren directa e inmediatamente a Nuestra Señora.


Son misterios que nos ponen delante el Triunfo de la Inmaculada, como consecuencia de la Gran Batalla que tiene lugar entre el Dragón Rojo y la Mujer, vestida de sol con la luna bajo sus pies y coronada con doce estrellas (cfr. Apoc 12, 1).

La situación del mundo y de la Iglesia en los momentos actuales, nos llevan a hacernos la siguiente pregunta: ¿estaremos ya en el tiempo de esa Gran Batalla?

Por una parte, es claro que esa Batalla ha comenzado desde el pecado de nuestros primeros padres y el protoevangelio: «Pondré enemistad entre ti y la Mujer, entre tu estirpe y la suya. Ella te herirá en la cabeza y tú acecharás su calcañar» (Gen 3, 15). Y continúa después de la Muerte de Cristo en la Cruz y su Resurrección. Satanás está como león rugiente buscando qué presa devorar (cfr. 1 Pe 5, 8).

Pero además, hay muchas señales de que, efectivamente, nos encontramos en los principios de esa Batalla Final, de la Gran Tribulación, de la que nos habló Jesús: “Habrá entonces una gran tribulación, como no la hubo desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá. Y si tales días no fuesen abreviados, no se salvaría nadie; pero en atención a los elegidos serán abreviados aquellos días” (Mt 24, 21 y 22).

Por eso, para prepararnos a ese combate, que se hace cada vez más intenso, nos parece que puede ayudarnos leer y meditar algunos textos que nos hablan de la lucha que tenemos que sostener en nuestra vida cristiana, para colaborar con Cristo y con María, a conseguir la victoria final.

Dedicaremos las próximas entradas de este blog a recoger textos de los Dictados de Jesús a Marga. Con frecuencia hemos hecho alusión a ellos, porque nos parece que son verdaderos Ecos de Garabandal. Jesús y la Virgen continúan hablando a Marga, una mujer casada y con hijos, que desde hace años viene siendo un instrumento del Señor, que nos mantiene alertas para no que está por venir. 

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En el primer tomo de los Dictados de Jesús a Marga (“La Verdadera Devoción al Corazón de Jesús”) contiene 55 referencias a la palabra “batalla”. Veamos algunas de ellas (en la mayoría de los casos no reproducimos los mensajes completos, sino sólo una parte de ellos).

Jesús a santa Faustina Kowalska: «Todas las almas que adoren mi Misericordia y propaguen su culto, animando a otras almas en la confianza en mí Misericordia, no experimentarán espanto en la hora de la muerte. Mi Misericordia las protegerá en su última batalla».

Jesús a Marga (4 ene 1999)

Están las huestes prontas a la lucha, esperando su orden, ¿dónde está el que debería ser mi Ejército?
Ejército del Salvador: disponeos al combate. La batalla será cruenta. Sólo vencerán los que me amen.
Preparaos, Yo os aviso, el tiempo ha llegado, la siega está a punto de comenzar. Preparaos con vuestra Formadora, vuestra Maestra. La Capitana espera mi orden para lanzaros al ataque, lanzaros a vosotros con Ella.
Conoced con qué cariño os ha preparado a cada uno de vosotros, según la misión que os corresponde. Que nadie desprecie su puesto en el orden del combate. Os necesito desde el primero al último.
Y tú, mi última, crece cada día, tu medida aún no alcanza a tu papel en mi Lucha.

Jesús a Marga (4 jun 1999)

Yo contemplo a los míos repletos de mis Gracias para que se dirijan a la batalla, y los encuentro jugando, creyendo que todo es un juego, mirándose al espejo para comprobar si sus posturas son las correctas. ¡Cuando mis hijos se condenan a su lado! ¡Y les dejaron precipitarse deliberadamente sus propios hermanos mayores!
Responsables de vuestros pequeños: Yo, el último día, os pediré cuentas y os diré: ¿Dónde están los que deberían haberse salvado por vuestro medio? Porque contaré entre mis elegidos y no encontraré a todos.
El mundo camina hacia su autodestrucción, hacia su condenación. Ciegos, chocarán contra el muro. ¡Advertidles!
Miradme, que Yo ya me encuentro exhausto y debilitado. Mirad que comienza ya mi Flagelación. Me tienen atado a la columna. Sed vosotros mis Manos para bendecir, para perdonar, para abrazar, para señalar el Camino, para trabajar por las cosas de mi Padre. Sed Yo, acudid al grito de vuestros pobres hermanos que agonizan en el borde de vuestros caminos. Bajad del carruaje y atendedlos.

La Virgen a Marga (5 jul 1999)

Oid la Llamada de Dios a ser vosotros su Resto para el fin de los Tiempos, los Guerreros de la Última Batalla de las Batallas. Revestíos con las Armas de Cristo. Acudid al Centro de Mandos y recibid mi Espíritu Santo, recibid también mi Santo Corazón como Coraza. ¡Y no temáis! Elegidos para tan gran fin. No desertéis. Ingresad en las filas. Voy con vosotros... Yo empiezo la Batalla, ¡seguidme!
Os quiero fieles, nunca temerosos; ardientes y puros como lirios. Así el Enemigo no podrá hacer nada. Él se revuelca de rabia, porque sabe que la tiene perdida, e intenta hacer el mayor daño posible. ¡Oídos sordos, niños!, oídos sordos al Enemigo. Que Yo os diré lo que debéis hacer. ¡Oídos abiertos a la Voz de Dios!

La Virgen a Marga (16 jul 1999)

Tú me ves llorando porque es penosa la situación de vuestro Pueblo, de vuestra humanidad. Tan sólo unos pocos centinelas permanecen alerta.
Yo os digo: Dad ahora la voz del aviso. Vienen las tropas enemigas, se acerca el día de la feroz Batalla.
Ya entran por los portones de vuestra ciudad mal amurallada. Pasan y derriban vuestra casa mal construida. No asegurasteis sobre roca vuestra construcción y fue derribada en el primer embate del enemigo.
Venid a Mí así, sin nada. El que conserve su casa, que dé cobijo a sus hermanos, pero no para acomodarlos allí, sino para que repongan fuerzas para ir prestos al combate, que se libra afuera.
Yo os doy mi avituallamiento. Tomad y comed, tomad y bebed, y, con fuerzas renovadas, id al combate habiendo recibido antes mis órdenes.


sábado, 15 de agosto de 2015

La Asunción de Nuestra Señora

El 15 de agosto de 1998, Solemnidad de la Asunción de Nuestra Señora, Marga, la vidente española sobre la cual nos hemos referido con frecuencia en este blog, recibió un mensaje de la Virgen que decía lo siguiente.

 

Mensaje del 15 de agosto de 1998

“Elevad vuestro espíritu del suelo, elevad vuestros ojos al Cielo y ascended conmigo al Paraíso. Ansiad vuestro sitio en él. Ocupadlo conmigo. Os espera.

Habrá quienes sigan retozando aquí, habrá quienes no quieran subir, quienes no os oigan. Olvidadlos, no hay tiempo. Abandonadlos a la Misericordia de Dios.

Entrad en el Arca (en Mi Corazón). Salvaos. Salvad. Dad la mano, alzad al vulgo.

Pequeños niños, ¡tan ciegos! No desoigáis mis súplicas. Se condenan, se condenan. No pequéis. No sigáis pecando. Abandonad ese camino no hecho para vosotros. Sois Templos. Sois Tabernáculos. Sois Morada de Dios Trino.

El mundo... ¡Cómo va la gente hacia su condenación! El mundo es un inmenso erial. Es cual pocilga inmunda. No podéis verlo...

¡Niños, niños! ¿Qué hacéis? ¿Qué hacéis con vuestra alma? ¿Qué hacéis con vuestra salvación?”.

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Se trata de un mensaje corto pero muy denso. La Virgen nos anima a poner nuestra mirada en lo alto, en las cosas de Dios y, concretamente, en el sitio que tenemos preparado ahí, en Dios.

Y nos aconseja que, para alcanzar esa meta, nos metamos en el Arca, es decir, en su Corazón Inmaculado.

Con insistencia nos advierte que hay muchos que van por mal camino, hacia su condenación. Aunque no lo veamos tan claramente, en la actualidad, se entabla un fuerte combate entre el bien y el mal. Es una lucha que tiene lugar fundamentalmente en las almas, de modo individual.

El mundo es un inmenso erial y María nos pide que contagiemos a los demás los deseos, las ansias, de poner nuestra mirada en el Cielo, donde está Ella Esperándonos.

El 15 de agosto de 2003 Marga volvía a recibir un mensaje corto pero sustancioso de la Virgen.

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Mensaje del 15 de agosto de 2003

“Mis manos permanecen siempre firmes sobre vosotros, mi bendición jamás os será retirada. Siempre contaréis con mi ayuda, siempre, ¡siempre! Ninguno se sienta huérfano. Sois los hijos predilectos del Rey. ¡Oh! ¡Qué mal han entendido algunos esa predilección!

Mirad, hijos, os llamo ahora, urgentemente, porque se está llevando a cabo una masacre ¡una masacre en mis filas! Y yo tengo el rostro serio y grave. Una masacre. ¡Miradles! Todos vuestros hermanos muriendo, muriendo y muriendo...

Hay muchas muertes en el campo de batalla. Aunque todo esté aparentemente tranquilo. Aunque vosotros aquí estéis como en un remanso de paz, allá, en el campo de batalla, muchos de los míos están pereciendo a manos de sus enemigos. ¡Sí! ¡Los míos! Hija, se diezma mi Ejército.

El estandarte de vuestra salvación es la Eucaristía. Aquel que porte la Eucaristía, que sea persona eucarística, hará retroceder a las hordas del Maligno.

Sed Eucaristía. Yo también era Eucaristía. Imitadme.

Nota (1)  La Virgen se me aparece como una gran Mujer que viene del Campo de Batalla de atender a los suyos. Está cansada. Ha hecho una parada para venir a contarme esto. Es como si nosotros estuviéramos ajenos a una gran guerra que está ocurriendo a nuestro alrededor. Como si estuviéramos en un remanso de paz, y afuera todo es violencia. La Virgen viene a decírnoslo. Y a requerir nuestra ayuda. Allá afuera se necesita gente. El ejército del mal va diezmando la población. Oigo aves, gritos, ruido de cruel matanza. Puedo sentir cómo están matando a los nuestros. La Virgen ha entrado y se ha apoyado descansando, aunque sigue de pie. Estoy en una tienda de campaña y la tela que hace de puerta se ha corrido y puedo ver un poco de la batalla. La Virgen no está radiante sino que está cansada, y sus ropas no rotas pero sí como de alguien que viene de trabajar y moverse mucho. Tengo que salir de la tienda pues me están llamando con premura. Entonces veo como un caballo sin jinete que me está esperando. Subo y cojo un estandarte ante el cual, los enemigos se abajan hasta el suelo, inclinan la cabeza. El estandarte es la Eucaristía.

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Relacionadas con estos dos mensajes de la Virgen, están unas palabras que dirigía el Papa Benedicto XVI el 15 de agosto de 2007, hace ocho años, en Castelgandolfo (las negritas son nuestras):

Queridos hermanos y hermanas:

En su gran obra «La ciudad de Dios», san Agustín dice en una ocasión que toda la historia humana, la historia del mundo, es una lucha entre dos amores: el amor de Dios hasta la pérdida de sí mismo, hasta la entrega de sí mismo, y el amor de sí mismo hasta el desprecio de Dios, hasta el odio de los demás. Esta misma interpretación de la historia, como lucha entre dos amores, entre el amor y el egoísmo, aparece también en la lectura tomada del Apocalipsis, que acabamos de escuchar. Aquí, estos dos amores, aparecen en dos grandes figuras. Ante todo, está el dragón rojo, fortísimo, con una manifestación impresionante e inquietante de poder sin gracia, sin amor, del egoísmo absoluto, del terror, de la violencia.

En el momento en el que san Juan escribió el Apocalipsis, para él este dragón se materializaba en el poder de los emperadores romanos anticristianos, desde Nerón hasta Domiciano. Este poder parecía ilimitado; el poder militar, político, propagandístico del imperio romano era tal que ante él la Iglesia daba la impresión de ser una mujer indefensa, sin posibilidad de supervivencia, y mucho menos de vencer. ¿Quién podía oponerse a este poder omnipresente, que parecía capaz de todo? Y, sin embargo, sabemos que al final venció la mujer indefensa, no venció el egoísmo ni el odio; venció el amor de Dios y el imperio romano se abrió a la fe cristiana.

Las palabras de la Sagrada Escritura trascienden siempre el momento histórico. De este modo, este dragón no sólo hace referencia al poder anticristiano de los perseguidores de la Iglesia de aquel tiempo, sino a las dictaduras materialistas anticristianas de todos los períodos. Vemos cómo se materializa de nuevo este poder, esta fuerza del dragón rojo, en las grandes dictadoras del siglo pasado: la dictadura del nazismo y la dictadura de Stalin tenían todo el poder, penetraban todos los rincones. Parecía imposible que, a largo plazo, la fe pudiera sobrevivir ante este dragón tan fuerte, que quería devorar al Dios hecho niño y a la mujer, la Iglesia. Pero, en realidad, también en este caso al final el amor fue más fuerte que el odio.

También hoy existe el dragón, de maneras nuevas, diferentes. Existe en la forma de las ideologías materialistas que nos dicen: es absurdo pensar en Dios; es absurdo cumplir con los mandamientos de Dios; es algo del pasado. Lo único que vale la pena es vivir la vida. Sacar de este breve momento de la vida todo lo que se puede vivir. Sólo vale el consumo, el egoísmo, la diversión. Esta es la vida. Así tenemos que vivir. Y de nuevo parece absurdo, imposible, oponerse a esta mentalidad dominante, con toda su fuerza mediática, propagandística. Hoy parece imposible seguir pensando en un Dios que ha creado al hombre y que se ha hecho niño y que sería el auténtico dominador del mundo. También ahora este dragón parece invencible, pero también ahora sigue siendo verdad que Dios es más fuerte que el dragón, que quien vence es el amor y no el egoísmo.

Tras considerar las diferentes configuraciones históricas del dragón, veamos ahora la otra imagen: la mujer vestida de sol con la luna bajo sus pies, rodeada de doce estrellas. Esta imagen también es multidimensional.

Un primer significado, sin duda, es la Virgen, María vestida de sol, es decir de Dios; María, que vive totalmente en Dios, rodeada y penetrada por la luz de Dios. Circunda de doce estrellas, es decir, de las doce tribus de Israel, de todo el Pueblo de Dios, de toda la comunión de los santos y, a sus pies, la luna, imagen de la muerte y de la mortalidad. María ha dejado tras de sí la muerte; está totalmente vestida de vida, ha sido elevada en cuerpo y alma a la gloria de Dios y de este modo, en la gloria, tras haber superado la muerte, nos dice: «Ánimo, ¡al final vence el amor!. Mi vida consistía en decir: “Soy la sierva de Dios”. Mi vida era entrega de mí misma por Dios y por el prójimo. Y esta vida de servicio ahora llega en la auténtica vida. Tened confianza, tened el valor de vivir así también vosotros, contra todas las amenazas del dragón». Este es el primer significado de la mujer que María ha llegado a ser. La «mujer vestida de sol» es el gran signo de la victoria del amor, de la victoria del bien, de la victoria de Dios. Gran signo de consuelo.

Pero, además, esta mujer que sufre, que tiene que huir, que da a luz con un grito de dolor, es también la Iglesia, la Iglesia peregrina de todos los tiempos. En todas las generaciones tiene que volver a dar a luz a Cristo, llevarle al mundo con gran dolor en este mundo que sufre. En todos los tiempos es perseguida, vive casi en el desierto perseguida por el dragón. Pero, en todos los tiempos, la Iglesia, el Pueblo de Dios, vive también de la luz de Dios y es alimentada, como dice el Evangelio, por Dios, alimentado con el pan de la santa Eucaristía. De este modo, en toda tribulación, en todas las diferentes situaciones de la Iglesia a través de los tiempos, en las diferentes partes del mundo, vence sufriendo. Y es la presencia, la garantía del amor de Dios contra todas las ideologías del odio y del egoísmo.

También hoy vemos ciertamente que el dragón quiere devorar al Dios hecho niño. No tengáis miedo por este Dios aparentemente débil. La lucha ya ha sido superada. También hoy este Dios débil es fuerte: es la verdadera fuerza. Y de este modo, la fiesta de la Asunción, es una invitación a tener confianza en Dios y a imitar a María en lo que ella misma dijo: «Soy la sierva del Señor, me pongo a disposición del Señor». Esta es la lección: seguir su camino, dar nuestra vida y no tomar la vida. Precisamente de este modo nos ponemos en el camino del amor que significa perderse, pero un perderse que en realidad es el único camino para encontrarse verdaderamente, para encontrar la auténtica vida.

Contemplemos a María, subida al cielo. Dejémonos alentar en la fe y en la fiesta de la alegría: Dios vence. La fe, aparentemente débil, es la verdadera fuerza del mundo. El amor es más fuerte que el odio. Y digamos con Isabel: «Bendita tú eres entre la mujeres». «Te imploramos con toda la Iglesia: santa María, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén».




sábado, 8 de agosto de 2015

Garabandal y los sacerdotes (2)

Continuamos con algunas anécdotas y sucesos de Garabandal, en los que intervinieron sacerdotes. Cfr. Garabandal y los sacerdotes (1). Nos basamos, principalmente, en el libro de don Eusebio García de  Pesquera, Se fue con prisas a la montaña (las negrita son nuestras).


─ Respecto a porqué el Arcángel San Miguel daba con frecuencia la Comunión a las niñas, don Eusebio Grarcía Pesquera nos comenta lo siguiente: “Consta que el ángel, en esto de las comuniones, actuaba siempre de "forma supletoria"; es decir, actuaba como "ministro extraordinario", para suplir la falta de un sacerdote que pudiese dar normalmente la comunión. Y esta falta había de ser bastante frecuente en GARABANDAL, ya que el señor cura párroco residía en Cossío, y era aquí donde celebraba misa la mayor parte de los días; subía a San Sebastián casi todas las tardes, desde que empezaron los fenómenos, más por entonces –ya queda indicado– no entraba en lo normal dar comuniones a esas horas vespertinas. Y aun ocurría más de una vez, que hasta los días en que había misa en el pueblo, las niñas no podían asistir, porque tenían que ir a ciertas faenas del campo. Tampoco los numerosos sacerdotes visitantes solucionaban la dificultad, pues casi siempre llegaban después de las horas del mediodía”.

─ Palabras de don Celestino Ortíz, médico de Santander y testigo presencial de los éxtasis que tenían las niñas durante las apariciones: "Un día de aquellos, después del éxtasis, le preguntaron a María Dolores: "¿Qué te ha dicho la aparición?" Respondió: "La Virgen me ha dicho, que haga sacrificios por la santidad de los sacerdotes, para que lleven muchas almas al camino de Cristo; que el mundo está cada día peor y necesita sacerdotes santos, para que hagan volver a muchos al buen camino. En otra ocasión, la Virgen me ha dicho que pida especialmente por los sacerdotes que quieren dejar de serlo, para que sigan siendo sacerdotes. De lo contrario, ¡qué pena sería para Ella!". El verdadero alcance de estas últimas palabras se le escapaba, sin duda, a la niña, pues por aquellas fechas no se había producido más que un débil comienzo –que ella no podía conocer desde su aldea– de lo que pronto iba a convertirse en una especie de desbandada clerical... El Concilio Vaticano II, que con sus derivaciones y el ambiente desatado, vendría a serla "ocasión" de tal desbandada, sólo era por entonces una ilusionada esperanza, el hermoso proyecto de una Iglesia que había decidido "ponerse al día" mediante un general esfuerzo de renovación. Juan XXIII tenía contagiados a todos de su optimismo y, secundándole, en todas partes se trabajaba y oraba por el feliz éxito de tan gran empresa.

─ El 12 de marzo de 1962, durante la Cuaresma, Loli (una de las videntes) habló, en un éxtasis, con el jesuita P. Luis Andreu, que había fallecido el 9 de agosto del año anterior. Loli le dijo lo siguiente: “"¡Qué gusto me da hablar contigo! Como cuando estabas vivo. Yo me pongo muy contenta cuando vienes. ¡Hace más que no te veíamos...! ¡Qué triste te pondrías tú, si fuéramos al colegio, porque ya no podríamos ver a la Virgen...! Mira, quiero una cosa... ¿Sabes el qué? Haz un MILAGRO, para que vean que hablamos contigo y con la Virgen...".  

─ El día 13 de marzo, a las 11:37 de la noche, Mari Cruz (otra de las videntes) estaba en su casa. Había recibido una carta de un sacerdote de Villaviciosa (Asturias), en la que le decía que él le pagaría pensión y estudios en un colegio de aquel pueblo, con la condición de que no volviera a ver a la Virgen, ya que esto podría traer quebraderos de cabeza con el arzobispo de Oviedo. La niña no había leído la carta, pero sí su madre; ésta puso otra vez la carta dentro del sobre y le dijo a la niña que preguntara a la Virgen, qué tenía que contestar. Mari Cruz no quería hacerlo y costó trabajo lograr que cogiera la carta. Apenas la tuvo en su mano, salió para la Calleja, se arrodilló en el sitio de costumbre, sacó la carta –en éxtasis– y la enseñaba, mirando el sobre al revés y preguntando: "¿Qué le digo...? ¿Que te seguiré viendo...? ¿Que es un sitio bueno...? Hace ya mucho que no voy con las otras tres...". Sólo podemos hacer conjeturas sobre lo dicho por la Virgen a la niña; en cambio, está bien claro que los intentos de llevar del pueblo a las videntes no apuntaban sólo hacia León. Y claro también, que Mari Cruz sufría no poco porque estaba algo marginada en la marcha de aquellos especialísimo fenómenos.

─ Relación firmada por un sacerdote, en la ciudad de Reinosa (Santander) el 23 de marzo de 1962, que acababa de visitar Garabandal: “El día 18, domingo (segundo de Cuaresma), llegaron a San Sebastián de Garabandal dos sacerdotes con un muchacho joven, que tiene una gravísima enfermedad del corazón y cuyos días –según los médicos– están contados. Uno de los dos sacerdotes (nadie sabía entonces que lo eran) era el famoso P. José Silva, el de la "Ciudad de los Muchachos", de Orense, de donde venían; vestía de americana y pantalón. Durante todo el tiempo anduvieron detrás de las niñas, atosigándolas... Hasta el punto de que el señor Brigada de la Guardia Civil tuvo que llamarles la atención varias veces (también él ignoraba su condición sacerdotal). Cuando se produjo el éxtasis de Jacinta, en casa de Conchita, se pegaron materialmente a la niña, sujetándola y poniéndole materialmente las orejas en la boca, por lograr entender algo de lo que decía. Se les llamó la atención por parte de los padres de las niñas, y al ver que no hacían ningún caso, y que una vez casi las hicieron caer a tierra, no pude contenerme y le di un fuerte empujón al que iba a la derecha de la niña (que resultó ser el P. Silva), creyéndole un seglar cualquiera... aunque no sé si no hubiera hecho lo mismo en aquel momento aunque le hubiese visto con sotana. En el acto se volvió Jacinta, y me puso el crucifijo en la boca; seguidamente hizo lo mismo con el que yo había empujado. La niña continuó su marcha, pero nosotros dos nos miramos, y comprendimos... Nos dimos un abrazo, y juntos fuimos ya hasta la iglesia. Allí los dos lloramos; y yo le pedí que me confesara (habíamos quedado solos, apoyados en el muro del atrio). Me dijo que no tenía licencias..., pero yo insistí vivamente, asegurándole que tenía verdadera necesidad. Me oyó en confesión y me preguntó por qué había hecho aquel acto: le contesté que en aquel momento sólo había pensado en defender a una niña que estaba viendo a la Santísima Virgen. Me dio la absolución. Luego fue él quien me pidió que le confesara, pues decía tener mucha necesidad, por haber abusado de su condición sacerdotal para ir delante de todos los que seguíamos a la niña, cuando tal condición le obligaba a ir detrás del último... Me dio las gracias por el empujón, y me dijo que hasta ese momento él no se había dado cuenta del verdadero mensaje que estas niñas nos vienen a dar. Finalmente me pidió, por favor, si podía despertar al señor párroco, para decir él –P. Silva– la misa de alba (no tardaría mucho en despuntar el nuevo día, 19 de marzo, fiesta de San José). No pudimos conseguir nada, porque hay prohibición del obispado de admitir a celebrar misa a los sacerdotes forasteros; pero sí pudimos comulgar y hacer la hora santa más hermosa que se puede uno imaginar. Fue fantástico. Aquel hombre dijo cosas maravillosas, y dio las gracias a las niñas, a sus padres, a todos, porque le habían hecho vivir una emoción que nunca hasta entonces hubiera pensado que podría existir. ¡Rezamos un santo rosario! Casi todos con los brazos en cruz. Esto es lo que he vivido esos días imborrables en el dichoso pueblecito”.

─ Días previos al primer aniversario de la primera aparición de la Virgen (2 de julio de 1962). En días como aquellos, no podían faltar por allí sacerdotes o religiosos. A propósito de ésta presencia, dice don Luis Navas en su relación: "Me agradó mucho contemplar las deferencias que estas niñas guardan con los sacerdotes; son dignas de Santa Teresa de Jesús. Eran cuatro los que se encontraban por el pueblo ese sábado, día 30 de junio; y la Virgen debía de estar contenta, pues, según las niñas: "A la Virgen le gusta que vengan sacerdotes y gentes sin fe" (Como en tantos otros puntos, Garabandal "se adelantaba" también saludablemente en éste de prevenir la inminente crisis de doctrina y valoración en torno a sacerdocio y sacerdotes... No podía preverse entonces la furia "desacralizadora" conque pronto iban a actuar bastantes clérigos y laicos).

─  Comentarios de don Luis Nava, también del 30 de junio de 1962. Durante una visión de Loli en su casa, permanecían respetuosamente de rodillas un P. Pasionista y un P. Carmelita: a los dos les incorporó suavemente ella, haciéndoles poner de pie. El P. Pasionista me decía al día siguiente: "Pero setenta y ocho kilos y, encima, me puse a hacer fuerza hacia abajo; pues bien, la niña me puso en pie con gran facilidad"(Maximina habla también de esto en sus cartas a la familia Pifarré; pero dice que fue Conchita la del éxtasis, lo mismo que en el caso de la uruguaya). Del P. Carmelita me edificaba su humildad y silencio; había llegado aquella misma tarde de Burgos y se la pasó casi entera atendiendo a la gente, repartiendo e imponiendo escapularios... Yo sentí una dulce emoción; me venían a la memoria aquellos meses de mayo, el de "las flores a María", de mis tiempos de estudiante en el Instituto de Burgos".

sábado, 1 de agosto de 2015

Reflexiones sobre las "fechas de los Últimos Tiempos"

Una de las cosas que nos suelen “preocupar” a todos, en general, es el tema de “las fechas” en las que se cumplirán las profecías referentes a los Últimos Tiempos.

Cronograma detallado de los Últimos Tiempos (Antonio Yagüe)

Por una parte,  siempre solemos hacer una alusión a las palabras mismas de Cristo en Mt 24, 36-37: “Pero de aquel día y hora nadie sabe, ni siquiera los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre. Porque como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre…”. O, en Mc 13, 32: “Pero de aquel día o de aquella hora nadie sabe, ni siquiera los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre”. O también, a las que trasmite san Lucas en los Hechos de los Apóstoles 1, 7: “Y Él les dijo: No os corresponde a vosotros saber los tiempos ni las épocas que el Padre ha fijado con su propia autoridad”.

Por otra parte, en Mt 16, 4 (y Lc 12, 54-65), Jesús invita a los discípulos a estar atentos a los “signos de los tiempos”, y también, en general, a “orar y vigilar” para conocer los tiempos y los momentos.

La verdadera preparación para los “últimos tiempos” y para los años que preceden la Segunda Venida de Cristo, es la preparación espiritual, es decir, la disposición a vivir plenamente nuestra fe cristiana, unidos estrechamente al Señor y a su Madre, que también es madre nuestra.

¿Cómo? A través de una intensa vida sacramental (Eucaristía, Penitencia), la meditación diaria de la Palabra de Dios en la Sagrada Escritura, y la decisión de vivir las enseñanzas de Cristo personalmente y de procurar que nuestro testimonio de fe y de amor irradie hacia nuestros hermanos lo más posible.

De esta manera, aunque no se conozcan los detalles acerca de la proximidad de los últimos tiempos, sabemos que estamos en el camino correcto y haciendo lo que Dios espera de sus hijos.

Sin embargo, como en la época de los profetas, Dios nuestro Padre, también desea que conozcamos sus planes, para que podamos estar mejor preparados, especialmente cuando lo que se acerca es un tiempo de Gran Tribulación y prueba para nuestra fe. Es lógico que nos brinde toda su ayuda y nos proporcione los medios necesarios para nuestra santificación y la salvación del mundo.

¿Cómo lo hace? En primer lugar, a través de las inspiraciones ordinarias del Espíritu Santo, que nos hace descubrir “los signos de los tiempos” de modo ordinario: cuando observamos lo que ocurre en el mundo, cuando llevamos a nuestra oración lo que vemos a nuestro alrededor, cuando escuchamos y meditamos la Sagrada Escritura, y escuchamos la voz de Dios que nos invita a estar alertas y en oración…

Es decir, los sucesos históricos, el estudio de la Sagrada Escritura, la oración y reflexión personal, nos indican que los tiempos en que vivimos son “especiales”.

Es muy llamativo el modo en que “se pone a Dios entre paréntesis” en nuestro mundo, cuando no se le rechaza abiertamente. Aunque, gracias a Dios, hay muchas personas buenas y con una gran fe, también hay que reconocer que el mal ha impregnado nuestro mundo como nunca antes lo había hecho.

A todos nos preocupa la situación de la humanidad y también la situación de la Iglesia, que es nuestra madre y a la que vemos en la actualidad tan atacada por fuera y por dentro.

A lo anterior, se une un hecho sorprendente: la insistente preocupación de Nuestra Señora en comunicarse con sus hijos, de mil maneras, para traernos sus palabras de consuelo, pero también de advertencia. Son numerosos los lugares donde actualmente se manifiesta la presencia maternal de María, por medio de apariciones, locuciones y mensajes a todo tipo de personas, ordinariamente a los más humildes, como ha sido la constante en las apariciones marianas a lo largo de la historia.

Muchos de esos mensajes, aunque no hayan sido aprobados aun oficialmente por la Iglesia, tienen características casi evidentes de veracidad, como los dados en las apariciones en Garabandal y Medjugorje.

Es importante, por lo tanto, no despreciar esas intervenciones de Nuestra Madre en el mundo actual, porque Ella desea comunicarse con nosotros. Lo hace de manera ordinaria (de modo espiritual, en la oración), pero también de manera extraordinaria (que, cada vez va siendo más “ordinaria”).

Desde que los apóstoles comenzaron a difundir el mensaje cristiano, hubo hombres que se preocuparon por investigar su coherencia interna y sus repercusiones en la vida. Los teólogos (los primeros fueron san Juan y san Pablo) tratan de “bucear” en la fe de Jesucristo.  Así, esta reflexión en la fe (intellectus fidei), ha producido frutos maravillosos en la historia de la Iglesia. Pensemos en la obra teológica de san Agustín o santo Tomás de Aquino. Pensemos también en la maravillosa síntesis de la doctrina cristiana que es el Catecismo de la Iglesia Católica.

Aunque la verdad revelada siempre permanece igual en su contenido esencial y en su sentido “eodem sensu eamdemque sententia”, como decía san Vicente de Lerins, el Espíritu Santo va llevando a la Iglesia hacia una mayor explicitación del depósito de la fe, de modo que entendamos con mayor profundidad el plan de Dios. 

Ahora, también hay teólogos (quizá en un sentido más amplio: hombres que buscan la verdad sobre Dios y sobre sus planes de salvación), que continúan reflexionando sobre nuestra fe y descubriendo nuevos matices del Designio de Dios para la salvación de los hombres.

En este sentido, cabe mirar la obra del Dr. Antonio Yagüe que, en los últimos años, ha llevado a cabo una investigación muy seria y abundante sobre los últimos tiempos, es decir, sobre los tiempos que precederán inmediatamente la Segunda Venida de Jesucristo al mundo.

Conoce a fondo muchas de las apariciones marianas de nuestra época (especialmente, quizá, las de Nuestra Señora de Guadalupe, en México; Garabandal, en Cantabria, España; y, más recientemente, las de la Santa Montaña, en Puerto Rico).

Tiene también un manejo excepcional de la Sagrada Escritura, particularmente de algunos de los libros ─Evangelios, Daniel, Ezequiel, Apocalipsis…─, que contienen los textos fundamentales sobre la Segunda Venida del Señor.

Además, es Doctor en Geología y gran conocedor de la Astronomía Sagrada, la ciencia que desarrollaron los antiguos y que, ahora, gracias a las tecnologías modernas, se puede utilizar como un instrumento muy valioso para conocer los designios divinos. La Sagrada Escritura enseña que “los cielos fueron dispuestos con inteligencia” (Prov 3, 19), de forma que “proclaman la gloria de Dios” (Salmo 19, 1). Hasta ahora se ha visto el cielo sobre todo desde la Astrología, que es una perversión de la Astronomía Sagrada. Pero hay que advertir que se puede reconocer la sabiduría divina de las estrellas en sus nombres y en su disposición y orden en el firmamento.

Antonio Yagüe ha estudiado detenidamente el cielo (las constelaciones, las estrellas, las conjunciones planetarias…) que vieron los Magos de Oriente en el Nacimiento de Jesús y, como resultado de ese estudio, ha hecho hallazgos impresionantes en su precisión y coherencia, que llevan a concluir que la Sabiduría divina no sólo quiso que la Primera Venida de Cristo quedara impresa en el firmamento y anunciara el Nacimiento del Señor, sino que también ahora podamos predecir los sucesos que tendrán lugar en la Segunda Venida de Jesucristo, como Rey, para juzgar a vivos y muertos.

A partir de la pauta que siguieron los Reyes Magos, para conocer el Nacimiento de Cristo, podemos descubrir las señales celestiales que apunten a la próxima Venida de Nuestro Señor, pues Él mismo anuncio que, poco antes de su Venida, habrá “signos en el sol, la luna y las estrellas” (Lc 21, 25).   

Recientemente ha publicado en su página de internet unos cronogramas que son un resultado de las  “hipótesis proféticas” que ha establecido, fruto de sus investigaciones. Cualquier hipótesis es una aproximación a la realidad final. Desconocemos cuál sea, pero podemos aventurar hipótesis, que nos ayuden a “vigilar y orar” en continua confrontación con los datos de la historia real.

Antonio Yagüe sostiene que “las hipótesis proféticas son escenarios posibles y fundamentados de cumplimiento de las profecías sagradas. Para elaborar una hipótesis se parte de datos de la Sagrada Escritura, de las Apariciones Marianas contrastadas, de la Astronomía Sagrada, de profecías de santos o beatos, de hechos históricos y de mucha reflexión y oración sobre estos ingredientes”.

Los hechos básicos en los que se enmarcan los cronogramas no son “inventos” de Antonio Yagüe, sino “hallazgos” suyos. Si, finalmente, se cumplen esas hipótesis y cronogramas, no harán más que confirmar la Sabiduría Divina, que todo lo hace con admirable perfección y exactitud.

El que la Virgen haya dicho en Garabandal que el Milagro que tendrá lugar ahí será un jueves ─y no un miércoles o un lunes─ no da lo mismo. Tampoco es casual que la Virgen de Guadalupe tenga estrellas en su manto, ni que el Apocalipsis mencione como algo central, en los últimos tiempos, la “gran señal de la Mujer”.

De esta manera, Antonio Yagüe ha llegado a la conclusión de que la fecha del Milagro anunciado por la Virgen en Garabandal es muy probable que sea el jueves 13 de abril de 2017, y que el día de la Segunda Venida del Señor será uno poco antes del 21 de diciembre de 2020, que es el primer día del año 490 (70 semanas de año de la profecía de Daniel) desde el 12 de diciembre de 1531 (aparición de la Virgen de Guadalupe).  

El sorprendente encaje entre la profecía de Daniel, el día de la aparición de la Virgen en el Tepeyac, y las señales que vieron los Reyes Magos en el Nacimiento de Cristo, no es una mera casualidad: es parte de las señales claras que nos da Dios a través de la sintonía que hay entre la Palabra de Dios, las señales del firmamento y las apariciones de su Madre, para que conozcamos los tiempos y momentos que Él ha destinado a su próximo Retorno. Pero esta no es la única sorpresa, sino la primera de una larga lista. 

Todo se ajusta y se relaciona; todo tiene sentido cuando se saben leer los “signos de los tiempos” con fe y deseos de profundizar en los designios amorosos de Dios.