Al inaugurar el año paulino (28-VI-2008) en la Basílica de
San Pablo, en Roma, Benedicto XVI
expresaba con fuerza lo que significa la Misericordia de Dios en la vida
del Apóstol de las gentes. En definitiva se trata del encuentro personal con
Cristo Resucitado y con el misterio de su Cruz.
En sus escritos utiliza
más las palabras “fe”, “verdad” y “amor”, relacionadas entre sí; y no tanto
la palabra “misericordia”. Veamos un texto de esa homilía:
“En la carta a los Gálatas nos dio una profesión de fe muy personal, en la que abre su corazón ante los
lectores de todos los tiempos y revela
cuál es la motivación más íntima de su vida. "Vivo en la fe del Hijo
de Dios, que me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Ga 2, 20). Todo lo que hace san Pablo parte de este
centro. Su fe es la experiencia de
ser amado por Jesucristo de un modo totalmente personal; es la conciencia
de que Cristo no afrontó la muerte por algo anónimo, sino por amor a él -a san Pablo-, y que, como Resucitado, lo sigue amando, es decir, que Cristo
se entregó por él. Su fe consiste en ser
conquistado por el amor de Jesucristo, un amor que lo conmueve en lo más
íntimo y lo transforma. Su fe no es una teoría, una opinión sobre Dios y sobre
el mundo. Su fe es el impacto del amor
de Dios en su corazón. Y así esta misma fe es amor a Jesucristo”.
Cuando reflexiona sobre la
conversión de San Pablo, camino a Damasco (Catequesis del 3-IX-2008),
Benedicto XVI explica cómo el cambio profundo que sufrió el apóstol no fue
producido por una especie de proceso psicológico, sino resultado del encuentro sorpresivo e inesperado con Jesús:
“Sólo el acontecimiento, el encuentro fuerte con Cristo, es la clave para entender lo que
sucedió: muerte y resurrección, renovación por parte de Aquel que se había
revelado y había hablado con él. En este
sentido más profundo podemos y debemos hablar de conversión. Este encuentro
es una renovación real que cambió todos sus parámetros. Ahora puede decir que
lo que para él antes era esencial y fundamental, ahora se ha convertido en
"basura"; ya no es "ganancia" sino pérdida, porque ahora cuenta sólo la vida en Cristo”.
Y el Papa concluye con un consejo para nosotros, que ahora
nos puede ayudar a aprovechar la gracia
del Año de la Misericordia, para convertirnos en profundidad:
“También nosotros
podemos encontrarnos con Cristo en la lectura de la sagrada Escritura, en
la oración, en la vida litúrgica de la Iglesia. Podemos tocar el corazón de Cristo y sentir que él toca el nuestro.
Sólo en esta relación personal con Cristo, sólo en este encuentro con el
Resucitado nos convertimos realmente en cristianos. Así se abre nuestra razón,
se abre toda la sabiduría de Cristo y toda la riqueza de la verdad. Por tanto oremos al Señor para que nos ilumine,
para que nos conceda en nuestro mundo el encuentro con su presencia y para que
así nos dé una fe viva, un corazón
abierto, una gran caridad con todos, capaz de renovar el mundo”.
Más adelante, al hablar de la “Teología de la Cruz” en San Pablo (Catequesis del 29-X-2008),
Benedicto XVI viene a concluir que la Cruz de Cristo, a la que el apóstol
estuvo unido tan estrechamente, es la
manifestación del Amor gratuito y misericordioso del Señor.
“Para san Pablo —dice el Papa— la cruz tiene un primado fundamental en la historia de la humanidad;
representa el punto central de su teología, porque decir cruz quiere decir
salvación como gracia dada a toda criatura. El tema de la cruz de Cristo se
convierte en un elemento esencial y primario de la predicación del Apóstol”.
Pero, ¿por qué san Pablo hace de la palabra de la Cruz el
centro de su predicación?
El Papa dice: “La respuesta no es difícil: la cruz revela
"el poder de Dios" (cf.
1Co 1, 24), que es diferente del poder humano, pues revela su amor: "La necedad divina es más sabia que la
sabiduría de los hombres, y la debilidad divina, más fuerte que la fuerza de
los hombres" (1Co 1, 25). Nosotros, a siglos de distancia de san Pablo,
vemos que en la historia ha vencido la
cruz y no la sabiduría que se opone a la cruz. El Crucificado es sabiduría,
porque manifiesta de verdad quién es Dios, es decir, poder de amor que llega hasta la cruz para salvar al hombre. Dios
se sirve de modos e instrumentos que a nosotros, a primera vista, nos parecen
sólo debilidad”.
Por lo tanto, en el Año de la Misericordia, a punto de
comenzar, habrá que tener muy presente la Cruz de Cristo, en la que se
manifiesta su Amor y su Misericordia, para amarla cada día más y para estar más
estrechamente unidos a Ella.
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