Una de las cosas que nos suelen “preocupar” a todos, en general, es
el tema de “las fechas” en las que se cumplirán las profecías referentes
a los Últimos Tiempos.
Cronograma detallado de los Últimos Tiempos (Antonio Yagüe) |
Por una parte, siempre solemos
hacer una alusión a las palabras mismas de Cristo en Mt 24, 36-37: “Pero
de aquel día y hora nadie sabe, ni siquiera los ángeles del cielo, ni el
Hijo, sino sólo el Padre. Porque como en los días de Noé, así será la
venida del Hijo del Hombre…”. O, en Mc 13, 32: “Pero de aquel día o de aquella
hora nadie sabe, ni siquiera los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el
Padre”. O también, a las que trasmite san Lucas en los Hechos de los Apóstoles
1, 7: “Y Él les dijo: No os corresponde a vosotros saber los tiempos ni las
épocas que el Padre ha fijado con su propia autoridad”.
Por otra parte, en Mt 16, 4 (y Lc 12, 54-65), Jesús invita a los
discípulos a estar atentos a los “signos de los tiempos”, y también, en
general, a “orar y vigilar” para conocer los tiempos y los momentos.
La verdadera preparación para los “últimos tiempos” y para
los años que preceden la Segunda Venida de Cristo, es la preparación
espiritual, es decir, la disposición a vivir plenamente nuestra fe
cristiana, unidos estrechamente al Señor y a su Madre, que también es madre
nuestra.
¿Cómo? A través de una intensa vida sacramental (Eucaristía,
Penitencia), la meditación diaria de la Palabra de Dios en la Sagrada
Escritura, y la decisión de vivir las enseñanzas de Cristo personalmente
y de procurar que nuestro testimonio de fe y de amor irradie hacia nuestros
hermanos lo más posible.
De esta manera, aunque no se conozcan los detalles acerca de la
proximidad de los últimos tiempos, sabemos que estamos en el camino correcto y haciendo
lo que Dios espera de sus hijos.
Sin embargo, como en la época de los profetas, Dios nuestro Padre,
también desea que conozcamos sus planes, para que podamos estar mejor
preparados, especialmente cuando lo que se acerca es un tiempo de Gran
Tribulación y prueba para nuestra fe. Es lógico que nos brinde toda su
ayuda y nos proporcione los medios necesarios para nuestra santificación y la
salvación del mundo.
¿Cómo lo hace? En primer lugar, a través de las inspiraciones
ordinarias del Espíritu Santo, que nos hace descubrir “los signos de los
tiempos” de modo ordinario: cuando observamos lo que ocurre en el mundo, cuando
llevamos a nuestra oración lo que vemos a nuestro alrededor, cuando escuchamos
y meditamos la Sagrada Escritura, y escuchamos la voz de Dios que nos invita a
estar alertas y en oración…
Es decir, los sucesos históricos, el estudio de la Sagrada
Escritura, la oración y reflexión personal, nos indican que los
tiempos en que vivimos son “especiales”.
Es muy llamativo el modo en que “se pone a Dios entre paréntesis”
en nuestro mundo, cuando no se le rechaza abiertamente. Aunque, gracias
a Dios, hay muchas personas buenas y con una gran fe, también hay que reconocer
que el mal ha impregnado nuestro mundo como nunca antes lo había hecho.
A todos nos preocupa la situación de la humanidad y también
la situación de la Iglesia, que es nuestra madre y a la que vemos en la
actualidad tan atacada por fuera y por dentro.
A lo anterior, se une un hecho sorprendente: la insistente
preocupación de Nuestra Señora en comunicarse con sus hijos, de mil
maneras, para traernos sus palabras de consuelo, pero también de advertencia.
Son numerosos los lugares donde actualmente se manifiesta la presencia maternal
de María, por medio de apariciones, locuciones y mensajes a todo tipo de
personas, ordinariamente a los más humildes, como ha sido la constante
en las apariciones marianas a lo largo de la historia.
Muchos de esos mensajes, aunque no hayan sido aprobados aun
oficialmente por la Iglesia, tienen características casi evidentes de
veracidad, como los dados en las apariciones en Garabandal y Medjugorje.
Es importante, por lo tanto, no despreciar esas intervenciones de
Nuestra Madre en el mundo actual, porque Ella desea comunicarse con
nosotros. Lo hace de manera ordinaria (de modo espiritual, en la oración), pero
también de manera extraordinaria (que, cada vez va siendo más “ordinaria”).
Desde que los apóstoles comenzaron a difundir el mensaje cristiano,
hubo hombres que se preocuparon por investigar su coherencia interna y sus
repercusiones en la vida. Los teólogos (los primeros fueron san Juan y san
Pablo) tratan de “bucear” en la fe de Jesucristo. Así, esta reflexión en la fe (intellectus
fidei), ha producido frutos maravillosos en la historia de la Iglesia.
Pensemos en la obra teológica de san Agustín o santo Tomás de Aquino. Pensemos
también en la maravillosa síntesis de la doctrina cristiana que es el Catecismo
de la Iglesia Católica.
Aunque la verdad revelada siempre permanece igual en su contenido
esencial y en su sentido “eodem sensu eamdemque sententia”, como decía
san Vicente de Lerins, el Espíritu Santo va llevando a la Iglesia hacia una mayor
explicitación del depósito de la fe, de modo que entendamos con mayor
profundidad el plan de Dios.
Ahora, también hay teólogos (quizá en un sentido más amplio:
hombres que buscan la verdad sobre Dios y sobre sus planes de salvación), que
continúan reflexionando sobre nuestra fe y descubriendo nuevos matices del Designio
de Dios para la salvación de los hombres.
En este sentido, cabe mirar la obra del Dr. Antonio Yagüe
que, en los últimos años, ha llevado a cabo una investigación muy seria y
abundante sobre los últimos tiempos, es decir, sobre los tiempos que
precederán inmediatamente la Segunda Venida de Jesucristo al mundo.
Conoce a fondo muchas de las apariciones marianas de nuestra
época (especialmente, quizá, las de Nuestra Señora de Guadalupe, en México; Garabandal,
en Cantabria, España; y, más recientemente, las de la Santa Montaña, en Puerto
Rico).
Tiene también un manejo excepcional de la Sagrada Escritura, particularmente
de algunos de los libros ─Evangelios, Daniel, Ezequiel, Apocalipsis…─, que
contienen los textos fundamentales sobre la Segunda Venida del Señor.
Además, es Doctor en Geología y gran conocedor de la Astronomía
Sagrada, la ciencia que desarrollaron los antiguos y que, ahora, gracias
a las tecnologías modernas, se puede utilizar como un instrumento muy valioso
para conocer los designios divinos. La Sagrada Escritura enseña que “los
cielos fueron dispuestos con inteligencia” (Prov 3, 19), de forma que “proclaman
la gloria de Dios” (Salmo 19, 1). Hasta ahora se ha visto el cielo sobre
todo desde la Astrología, que es una perversión de la Astronomía Sagrada. Pero
hay que advertir que se puede reconocer la sabiduría divina de las
estrellas en sus nombres y en su disposición y orden en el firmamento.
Antonio Yagüe ha estudiado detenidamente el cielo (las
constelaciones, las estrellas, las conjunciones planetarias…) que vieron los Magos
de Oriente en el Nacimiento de Jesús y, como resultado de ese estudio, ha
hecho hallazgos impresionantes en su precisión y coherencia, que llevan
a concluir que la Sabiduría divina no sólo quiso que la Primera Venida de
Cristo quedara impresa en el firmamento y anunciara el Nacimiento del Señor,
sino que también ahora podamos predecir los sucesos que tendrán lugar en
la Segunda Venida de Jesucristo, como Rey, para juzgar a vivos y muertos.
A partir de la pauta que siguieron los Reyes Magos, para conocer el
Nacimiento de Cristo, podemos descubrir las señales celestiales que
apunten a la próxima Venida de Nuestro Señor, pues Él mismo anuncio que, poco
antes de su Venida, habrá “signos en el sol, la luna y las estrellas”
(Lc 21, 25).
Recientemente ha publicado en su página de internet unos cronogramas
que son un resultado de las “hipótesis
proféticas” que ha establecido, fruto de sus investigaciones. Cualquier
hipótesis es una aproximación a la realidad final. Desconocemos cuál sea, pero
podemos aventurar hipótesis, que nos ayuden a “vigilar y orar” en
continua confrontación con los datos de la historia real.
Antonio Yagüe sostiene que “las hipótesis proféticas son
escenarios posibles y fundamentados de cumplimiento de las profecías sagradas.
Para elaborar una hipótesis se parte de datos de la Sagrada Escritura,
de las Apariciones Marianas contrastadas, de la Astronomía Sagrada,
de profecías de santos o beatos, de hechos históricos y de mucha reflexión
y oración sobre estos ingredientes”.
Los hechos básicos en los que se enmarcan los cronogramas no son
“inventos” de Antonio Yagüe, sino “hallazgos” suyos. Si, finalmente,
se cumplen esas hipótesis y cronogramas, no harán más que confirmar la
Sabiduría Divina, que todo lo hace con admirable perfección y exactitud.
El que la Virgen haya dicho en Garabandal que el Milagro que tendrá
lugar ahí será un jueves ─y no un miércoles o un lunes─ no da lo mismo.
Tampoco es casual que la Virgen de Guadalupe tenga estrellas en su manto,
ni que el Apocalipsis mencione como algo central, en los últimos tiempos, la “gran
señal de la Mujer”.
De esta manera, Antonio Yagüe ha llegado a la conclusión de que la fecha
del Milagro anunciado por la Virgen en Garabandal es muy probable que sea el jueves
13 de abril de 2017, y que el día de la Segunda Venida del Señor será
uno poco antes del 21 de diciembre de 2020, que es el primer día del año 490 (70
semanas de año de la profecía de Daniel) desde el 12 de diciembre de 1531
(aparición de la Virgen de Guadalupe).
El sorprendente encaje entre la profecía de Daniel, el día de
la aparición de la Virgen en el Tepeyac, y las señales que vieron los Reyes
Magos en el Nacimiento de Cristo, no es una mera casualidad: es parte de las señales claras
que nos da Dios a través de la sintonía que hay entre la Palabra de Dios, las señales del firmamento y las apariciones de su Madre, para que conozcamos los tiempos y
momentos que Él ha destinado a su próximo Retorno. Pero esta no es la única sorpresa, sino la primera de una larga lista.
Todo se ajusta y se relaciona; todo tiene sentido cuando se saben
leer los “signos de los tiempos” con fe y deseos de profundizar en
los designios amorosos de Dios.
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