Hemos comenzado este año celebrando la Solemnidad de la
Maternidad Divina de María. En algunos países ayer se celebró la Solemnidad de la Epifanía del Señor, y
en otros la celebraremos mañana.
Epifanía significa
“manifestación”. Dios se nos revela, se nos manifiesta, en Jesucristo. Este
hecho tuvo lugar desde el momento de su Encarnación en el seno purísimo de
María. Luego, en el Nacimiento, se manifestó a los pastores, que eran judíos.
Y, por fin, se manifiesta también a los
gentiles, es decir, a todas las naciones, representadas por los Magos de
Oriente, peregrinos de la fe.
Jesús ha venido a salvar a todos los hombres, no sólo a
unos pocos. Él desea que todos los
hombres se salven, pero no todos aceptan su salvación.
Por la fe, la esperanza y la caridad somos salvados. Cristo es el único Mediador entre Dios y
los hombres. La Iglesia es el Sacramento universal de salvación.
Sin embargo, no
todos pueden seguir el camino ordinario de salvación (la Iglesia, los Sacramentos) para participar en el
misterio de Cristo y de la Iglesia (por ejemplo Abel, Noé, Daniel, Jonás,
Melquisedec…).
En la Constitución Lumen
Gentium, del Concilio Vaticano II, se afirma que todos los hombres están
ordenados a pertenecer al Pueblo de Dios, de
distintas maneras (LG 2).
Donde haya rectitud
moral, la Iglesia reconoce la acción del Espíritu Santo (incluso en algunos
de los que se llaman “ateos”) (LG 16, GS 22).
“Donde está el Espíritu de Dios, ahí está la Iglesia y
toda la gracia” (San Ireneo). Se
refiere a las personas concretas. En cambio, la Declaración Dominus Iesus
(2000) señala que, en las religiones, se puede dar la preparatio evangelica,
pero no siempre. Es decir, hay aspectos que pueden ser señales de gracia y
otros no (ambivalencia entre el bien y el mal).
En la Solemnidad de la Epifanía del año 2013, el Papa
Benedicto XVI pronunció una de sus
últimas homilías. Vale la pena releer algunos de los párrafos que la
componen. Nos habla de cómo los Magos, hombres
de corazón inquieto, eran “peregrinos de la fe”.
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Fragmentos de la
Homilía de Benedicto XVI en la Solemnidad de la Epifanía (6-I-2013)
[Las negritas
son nuestras]
“La Iglesia llama a esta fiesta "Epifanía", la aparición del Divino. Si nos fijamos
en el hecho de que, desde aquel comienzo, hombres de toda proveniencia, de
todos los continentes, de todas las culturas y modos de pensar y de vivir, se
han puesto y se ponen en camino hacia Cristo, podemos decir verdaderamente que
esta peregrinación y este encuentro con Dios en la figura del Niño es una Epifanía de la bondad de Dios y de su
amor por los hombres (cf. Tt 3, 4)”. (…).
“Los hombres que entonces partieron hacia lo desconocido
eran, en cualquier caso, hombres de
corazón inquieto. Hombres movidos por la búsqueda inquieta de Dios y de la
salvación del mundo. Hombres que
esperaban, que no se conformaban con sus rentas seguras y quizás una alta
posición social. Buscaban la realidad más grande. Tal vez eran hombres doctos
que tenían un gran conocimiento de los astros y probablemente disponían también
de una formación filosófica. Pero no solo querían saber muchas cosas. Querían saber sobre todo lo que es esencial.
Querían saber cómo se puede llegar a ser persona humana. Y por esto querían
saber si Dios existía, dónde está y cómo es. Si él se preocupa de nosotros y
cómo podemos encontrarlo. No querían solamente saber. Querían reconocer la verdad sobre nosotros, y sobre Dios y el mundo.
Su peregrinación exterior era expresión de su estar interiormente en camino, de
la peregrinación interior de sus
corazones. Eran hombres que buscaban a Dios y, en definitiva, estaban en
camino hacia él. Eran buscadores de Dios”. (…).
“No es el hombre el único que tiene en sí la inquietud
constitutiva por Dios, sino que esa
inquietud es una participación en la inquietud de Dios por nosotros. Puesto
que Dios está inquieto con relación a nosotros, él nos sigue hasta el pesebre,
hasta la cruz. "Buscándome te sentaste cansado, me has redimido con el
suplicio de la cruz: que tanto esfuerzo no sea en vano", así reza la
Iglesia en el Dies irae”. (…).
“La fe no es más que estar
interiormente tocados por Dios, una condición que nos lleva por la vía de
la vida. La fe nos introduce en un estado en el que la inquietud de Dios se apodera de nosotros y nos convierte en
peregrinos que están interiormente en camino hacia el verdadero rey del mundo y
su promesa de justicia, verdad y amor”. (…).
“La peregrinación interior de la fe hacia Dios se realiza sobre todo en la oración.
San Agustín dijo una vez que la oración, en último término, no sería más que la actualización y la radicalización de
nuestro deseo de Dios. En lugar de la palabra "deseo" podríamos
poner también la palabra "inquietud" y decir que la oración quiere
arrancarnos de nuestra falsa comodidad, del estar encerrados en las realidades
materiales, visibles y transmitirnos la
inquietud por Dios, haciéndonos precisamente así abiertos e inquietos unos
hacia otros”. (…).
“Volvamos a los Magos de Oriente. Ellos eran también y
sobre todo hombres que tenían valor, el
valor y la humildad de la fe. Se necesitaba tener valentía para recibir el
signo de la estrella como una orden de partir, para salir -hacia lo
desconocido, lo incierto, por los caminos llenos de multitud de peligros al
acecho. Podemos imaginarnos las burlas que suscitó la decisión de estos
hombres: la irrisión de los realistas
que no podían sino burlarse de las fantasías de estos hombres. El que partía
apoyándose en promesas tan inciertas, arriesgándolo todo, solo podía aparecer
como alguien ridículo. Pero, para estos
hombres tocados interiormente por Dios, el camino acorde con las
indicaciones divinas era más importante que la opinión de la gente. La búsqueda de la verdad era para ellos
más importante que las burlas del mundo, aparentemente inteligente”. (…).
“Quien vive y anuncia la fe de la Iglesia, en muchos
puntos no está de acuerdo con las
opiniones dominantes precisamente también en nuestro tiempo. El
agnosticismo ampliamente imperante hoy tiene
sus dogmas y es extremadamente intolerante frente a todo lo que lo pone en
tela de juicio y cuestiona sus criterios”. (…).
“La aprobación de las opiniones dominantes no es el
criterio al que nos sometemos. El
criterio es él mismo: el Señor. Si defendemos su causa, conquistaremos
siempre, gracias a Dios, personas para el camino del Evangelio. Pero seremos también inevitablemente golpeados
por aquellos que, con su vida, están en contraste con el Evangelio, y entonces
daremos gracias por ser juzgados dignos de participar en la Pasión de Cristo”.
“Los Magos siguieron la estrella, y así llegaron hasta Jesús, a la gran luz que
ilumina a todo hombre que viene a este mundo (cf. Jn 1, 9). Como peregrinos de la fe, los Magos mismos
se han convertido en estrellas que brillan en el cielo de la historia y nos
muestran el camino. Los santos son las verdaderas constelaciones de Dios, que iluminan las noches de este mundo y nos
guían. San Pablo, en la carta a los Filipenses, dijo a sus fieles que deben
brillar como lumbreras del mundo (cf. Flp 2, 15)”. (…).
“Oramos a María
que ha mostrado a los Magos el nuevo Rey del mundo (Mt 2, 11), para que ella,
como Madre amorosa, muestre también
a vosotros [se refiere a los cuatro Obispos recién ordenados] a Jesucristo y os
ayude a ser indicadores del camino que conduce a él. Amén”.
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