Continuamos reproduciendo algunos textos del Diario de Santa Faustina Kowalska, en los que se
utiliza la expresión “Divina
Misericordia”, con el fin de comprender mejor qué significa y dar gracias a
Dios por su Don inefable en este Año de la Misericordia.
— 29 VI 1935. Cuando hablaba con el director [El Padre M.
Sopocko. Don Sopocko resalta en sus recuerdos que sin poder escuchar largas
confidencias de Sor Faustina en el confesionario le recomendó apuntar todas las
vivencias interiores en el Diario. Mientras tanto los asuntos que requerían ser
tratados verbalmente, Sor Faustina los presentaba en la habitación del confesor]
de mi alma sobre diferentes cuestiones que el Señor exigía de mí, pensaba que me
contestaría que era incapaz de cumplir esas cosas y que el Señor Jesús no se
servía de las almas tan miserables como yo, para las obras que deseaba
realizar. No obstante oí las palabras de que en la mayoría de los casos Dios
escogía justamente a tales almas para realizar sus proyectos. Pero este
sacerdote era guiado por el Espíritu de Dios, penetró el secreto de mi alma y
los más escondidos secretos que había entre mí y Dios, y de los cuales no le
había hablado nunca antes; no se los había contado porque yo misma no los
entendía bien y el Señor no me había dado una orden clara para que lo dijera. El secreto era éste que Dios exigía que
hubiera una congregación que proclamara la Divina Misericordia y la implorase
para el mundo (Diario de Santa
Faustina, n. 436).
— 8 I 1936. Cuando fui a ver al arzobispo [El arzobispo
Romualdo Jalbrzykowski] y le dije que el
Señor exigía de mí que rogara impetrando la Divina Misericordia para el mundo,
y que surgiera una Congregación que implorase la Divina Misericordia para el
mundo, le rogué que me diera la autorización para todo esto que Jesús
quería de mí, el arzobispo me contestó con estas palabras: En cuanto a las
plegarias, hermana, le doy permiso e incluso la animo a rogar lo máximo posible por el mundo e impetrar por él la Divina
Misericordia, porque todos necesitamos la misericordia y seguramente
tampoco el confesor le impide, hermana, rogar según esta intención. Y en cuanto
a la Congregación, pues, espere un poco, hermana, que las cosas se pongan un
poco más favorables; esta obra en sí es buena, pero no se debe tener prisa; si
tal es la voluntad de Dios, tarde o temprano, se realizará. ¿Por qué no?,
después de todo existen tantas otras Congregaciones, pues también ésta surgirá,
si Dios lo quiere. Esté completamente tranquila. Jesús puede todo; procure una
estrecha unión con Dios y esté de buen ánimo. Estas palabras me llenaron de
gran alegría (Diario de Santa Faustina,
n. 585).
— Cuando el Padre Andrasz me dijo que sería bien que en la
Iglesia de Dios existiera un grupo de
almas que impetraran la Divina Misericordia, porque, en realidad, todos
necesitamos la misericordia, después de estas palabras suyas una luz singular
penetró en mi alma. Oh, qué bueno es el Señor (Diario de Santa Faustina, n. 623).
— + Oh Jesús mío, cuánto me alegro de que me hayas asegurado
que esta Congregación surgirá. Ya no tengo más dudas en esto, ni una sombra, y
veo la gran gloria que dará a Dios; será
un reflejo del mayor atributo que tiene Dios, es decir, la Divina Misericordia.
Impetrarán incesantemente la Divina Misericordia para sí y para el mundo
entero, y cada acto de misericordia brotará del amor de Dios del que estarán
colmadas. Este gran atributo de Dios, tratarán de asimilarlo y vivir de él, y
procurarán que los demás lo conozcan y tengan confianza en la bondad de Dios. Esta Congregación de la Divina Misericordia
será en la Iglesia de Dios como una colmena en un magnifico jardín, escondida,
silenciosa. Las hermanas como abejas trabajarán para alimentar con miel las
almas de los prójimos y la cera fluirá en honor de Dios (29 de junio de 1936) (Diario de Santa Faustina, n. 664).
— 7 de agosto de 1936. Cuando recibí este artículo [Se trata
probablemente del folleto del Padre M. Sopocko titulado “La Divina
Misericordia”, editado en 1936, en Vilna] sobre
la Divina Misericordia junto con la imagen [En la cubierta estaba la imagen
en color de Jesús Misericordioso, copia del cuadro de Eugenio Kazimirowski], la
presencia de Dios me envolvió de modo singular. Cuando me sumergí en la oración
de agradecimiento, de repente vi al Señor Jesús en una gran claridad tal y como
está pintado y a los pies de Jesús vi al Padre Andrasz y al Padre Sopocko, los
dos tenían plumas en la mano y de las puntas de ambas plumas salían
resplandores y fuego semejantes a un relámpago que tocaba a una gran multitud
de gente que corría no sé a dónde. Apenas [alguien] era alcanzado por aquel
rayo, daba la espalda a la muchedumbre y tendía los brazos a Jesús; algunos
volvían con gran alegría y otros con gran dolor y pena. Jesús miraba con gran amabilidad a los dos. Un momento después me
quedé a solas con Jesús y le dije: Jesús, llévame ahora, porque Tu voluntad ya
está cumplida, y Jesús me contestó: Todavía
no toda Mi voluntad se ha cumplido en ti, sufrirás todavía mucho, pero Yo estoy
contigo, no tengas miedo (Diario de
Santa Faustina, n. 675).
— Terminada la Hora Santa, cuando fui a mi celda, conocí
repentinamente cuánto Dios era ofendido por una persona cercana a mi corazón.
Al verlo, el dolor traspasó mi alma, me arrojé en el polvo delante del Señor e
imploré misericordia. Durante dos horas, llorando, rogando y flagelándome me
opuse al pecado, y conocí que la Divina
Misericordia envolvió a aquella pobre alma. Oh, cuánto cuesta un solo,
único pecado (Diario de Santa Faustina,
n. 685).
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