Reproducimos ahora algunos textos del Diario de Santa Faustina Kowalska, en los que
aparece la expresión “Divina
Misericordia”. Es una selección que nos ayudará a comprender mejor la primacía de la Misericordia de Dios, en
el Año Santo de la Misericordia.
Castillo medieval en Polonia |
— Jesús me ordena celebrar la Fiesta de la Divina Misericordia el primer domingo después de la
Pascua de Resurrección por el recogimiento interior y por mortificación
exterior. Durante tres horas llevé un cinturón [de hierro], orando
incesantemente por los pecadores y para obtener misericordia para el mundo
entero; y Jesús me dijo: Hoy Mi mirada
se posa con complacencia sobre esta casa (Diario de Santa Faustina, n. 280).
— 1934. Jueves Santo. Jesús me dijo: Deseo que te ofrezcas
como víctima por los pecadores y, especialmente, por las almas que han perdido la esperanza en la Divina Misericordia
(Diario de Santa Faustina, n. 308).
— Dios y las almas – acto de ofrecimiento. Ante el cielo y
la tierra, ante todos los coros de los ángeles, ante la Santísima Virgen María,
ante todas las Potencias Celestes declaro a Dios, Uno y Trino, que hoy en unión
con Jesucristo, Redentor de las almas, me ofrezco voluntariamente como víctima
por la conversión de los pecadores y
especialmente por las almas que han perdido la esperanza en la Divina
Misericordia. Este ofrecimiento consiste en que tomo [con] la total
sumisión a la voluntad de dios, todos los sufrimientos, y los temores, y los
miedos que llenan a los pecadores y en cambio les cedo todas las consolaciones
que tengo en el alma, que provienen de mi comunión con Dios. En una palabra,
les ofrezco todo: las Santas Misas, las Santas Comuniones, las penitencias, las
mortificaciones, las plegarias. No temo los golpes, los golpes de la Justicia
de Dios, porque estoy unida a Jesús. Oh Dios mío, con esto deseo compensarte
por las almas que no confían en Tu bondad. Contra toda [la esperanza] confío en el mar de Tu misericordia. Oh
Señor y Dios mío, mi destino… mi destino para la eternidad, no pronuncio este
acto de ofrecimiento basándome en mis propias fuerzas, sino en el poder que
deriva de los méritos de Jesucristo. Este acto de ofrecimiento lo repetiré
todos los días con la siguiente plegaria que Tú Mismo me enseñaste, oh Jesús: Oh Sangre y Agua que brotaste del Corazón
de Jesús, como Fuente de Misericordia para nosotros, en Ti confío” (Diario de Santa Faustina, n. 309).
— 9 VIII 1934. La adoración nocturna del jueves [En la
Congregación de las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia había la
costumbre de que todas las hermanas sanas, cada jueves, de nueve a diez de la
noche, hacían la adoración reparadora, “la Hora Santa”. En los jueves que
precedían el primer viernes del mes, la adoración duraba toda la noche, pero
las hermanas hacían turnos de una hora]. Hice la adoración desde las once hasta
las doce. Hice esta adoración por la conversión de los pecadores empedernidos y
especialmente por los que perdieron la
esperanza en la Divina Misericordia. Meditaba sobre lo mucho que Dios
sufrió y lo grande que es el amor que nos mostró, y nosotros no creemos que
Dios nos ama tanto. Oh Jesús, ¿Quién lo comprenderá? ¡Qué dolor para nuestro
Salvador! Y ¿Cómo puede convencernos de su amor si [su] muerte no llega a
convencernos? Invité a todo el cielo a que se uniera a mí para compensar al
Señor la ingratitud de ciertas almas (Diario
de Santa Faustina, n. 319).
— Oh Santa Hostia, en la que está encerrado el testamento de la Divina Misericordia para nosotros
y, especialmente para los pobres pecadores (Diario
de Santa Faustina, n. 356).
— 26 IV. El viernes, cuando estaba en Ostra Brama durante
las solemnidades en las cuales fue expuesta esta imagen, estuve presente en la
homilía que dijo mi confesor [El Padre M. Sopocko]; la homilía fue sobre la Divina Misericordia, fue la primera de las
que exigía el Señor Jesús desde hacía mucho tiempo. Cuando empezó a hablar de
esta gran misericordia del Señor, la imagen tomó un aspecto vivo y los rayos
penetraron en los corazones de las personas reunidas, pero no en grado igual,
unos recibieron más y otros menos. Una gran alegría inundo mi alma viendo la
gracia de Dios. Entonces oí estas palabras: Tú eres testigo de Mi misericordia, por los siglos estarás delante de
Mi trono como un vivo testigo de Mi misericordia (Diario de Santa Faustina, n. 417).
— Cuando empezaron a preguntarme, callaba, porque no pude
decir la verdad. Mi silencio incitó su curiosidad; redoblé mi vigilancia para
no mentir ni decir la verdad, porque no tenía permiso. Entonces empezaron a
mostrarme su descontento y reprocharme abiertamente: ¿Cómo es posible que la
gente de fuera lo sepa y nosotras no? Empezaron diferentes juicios sobre mí.
Sufrí mucho durante tres días, pero una extraña fuerza entró en mi alma. Me
alegré de poder sufrir para Dios y para las almas que habían obtenido su
misericordia en esos días. Al ver tantas almas que habían obtenido la
misericordia de Dios en esos días, considero
nada las fatigas y el sufrimiento aunque sean las más grandes y aunque duren
hasta el fin del mundo, porque ellos tienen limite mientras las almas que
se han convertido [son salvadas] de los tormentos que nunca tienen fin.
Experimentaba un gran gozo viendo a otros que volvía a la fuente de la
felicidad, al seno de la Divina Misericordia
(Diario de Santa Faustina, n. 421).
— Oh Dios mío, aún en
los castigos con que hieres la tierra veo el abismo de Tu misericordia,
porque castigándonos aquí en la tierra, nos liberas del castigo eterno.
Alégrense, todas las criaturas, porque están más cerca de Dios en su infinita
misericordia que el niño recién nacido del corazón de su madre. Oh Dios, que
eres la Piedad misma para los más grandes pecadores arrepentidos sinceramente; cuanto más grande es el pecador, tanto
mayor es el derecho que tiene a la Divina Misericordia (Diario de Santa Faustina, n. 423).
— Pero yo no me dormí en absoluto, mi mente estaba cansada
de lo que empecé a meditar sobre lo que había visto. Oh, almas humanas, conocen
la verdad muy tarde. Oh, abismo de la
Divina Misericordia, derrámate lo antes posible sobre el mundo entero,
según lo que Tú Mismo has dicho (Diario
de Santa Faustina, n. 428).
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Si bien no hay registros de que se hayan conocido
personalmente (aunque él pasaba por la puerta del convento en Cracovia) San Juan Pablo II dijo que si se
pudiera resumir su pontificado en pocas palabras, escogería “Divina Misericordia” y él fue quien
encendió la llama/chispa de la Divina Misericordia en Cracovia diciendo que con
esto se cumplía la profecía de Jesús que revela Santa Faustina:
— Mientras rezaba por Polonia, oí estas palabras: He amado a Polonia de modo especial y si
obedece Mi voluntad, la enalteceré en poder y en santidad. De ella saldrá una
chispa que preparará el mundo para Mi última venida (Diario de Santa Faustina, n. 1732).
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